—¡Lo odio! ¡Lo odio, odio! —.
Minami no se entregaba a las rabietas y menos a los gritos, pero Sal había cruzado la línea y se había atrevido, con total descaro, a humillarlo frente a la mismísima princesa Mikotsu. No sólo eso, también le había quitado la oportunidad de sacar a Samekichi de la pocilga en la que estaba desde hace años.
El brujo gruñó con ira y pateó unos viejos grilletes en el suelo. —¡Claro! ¡Sólo por ser el concejero de la princesa! ¡Te crees intocable, tiburón estúpido! —.
Estaba en la celda de su padre, sus gritos creando eco en el desértico pasillo y pequeña habitación de piedra. Había ido ahí para desahogarse, porque si bien su madre era su confidente principal y sabía que la bruja tomaría medidas para reprender a Sal por su parte, Minami quería hacerle saber a Samekichi lo que el otro tiburón le había hecho.
—¡Un pedazo de mierda! ¡Eso es lo que es! —. Bramó y se cruzó de brazos, caminando como animal enjaulado. —El estar con la princesa no lo hace lo mejor del mar, ¡menos del mundo entero! —.
Se detuvo frente a Samekichi y continuó. —¡Habló como si yo no estuviera ahí! ¡Me ignoró! —. Levantó las manos. —¡¿Con qué derecho lo hace?! ¡¿Quién se cree que es?! —.
La celda cayó en silencio. Minami observaba el cuerpo inmóvil de su padre, los rasgos y proporciones. Entre la piel enfermiza, heridas y cabellos negros vio a Sal. En los ojos oscuros sin vida de Samekichi observó un par de iris rojo sangre que le miraban con superioridad, en los labios resecos y partidos vio una sonrisa burlona y cínica. Y en la encorvada figura observó una pose altanera.
El joven brujo gruñó una vez más y sin pensarlo se acercó al mayor, propinándole una bofetada el doble de fuerte que le dio la primera vez. El rostro ajeno se ladeó y Minami sintió la sangre hervir; veía mofa en cada movimiento y en cada facción de su padre veía al tiburón albino. Tomó los sucios mechones de cabello con fuerza, tirando de ellos y pegando su mirada a la pérdida de su padre.
—No te creas tanto solo por tener a la princesa—. Escupió con veneno. —Tú, maldita escoria no mereces ese puesto—.
Estaba iracundo, quería sacar todo lo que tuvo que ocultar frente al concejo, deseaba enfrentar a Sal y enseñarle que su lugar era por debajo de él. Deseaba tanto acabar con la reputación y estatus de Sal con tanto fervor que veía al tiburón albino en Samekichi, tanta era su ira que la imagen de su padre había sido distorsionada.
Al no obtener respuesta, lo cual era obvio, pero no lo pensó en ese momento, arrojó la cabeza del mayor contra la pared más cercana, haciendo un sonido estridente en la celda. Minami gruñó una vez más, sus afilados dientes mostrándose y sus ojos carmín brillando en la oscura habitación. Tomó un mechón de cabello y tiró de la cabeza, listo para arremeter contra el tiburón.
Los ojos encolerizados del menor se abrieron demás, la mueca de odio y asco cambió a una de sorpresa, incluso se sobresaltó. Sus pequeños dedos aún enredados en la maraña de cabellos oscuros y largos de Samekichi, pero los soltó por la sorpresa. En completo silencio, Samekichi le miraba fijamente, con ojos muertos, pero fijos en el rostro de menor.

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Brujo carmesí
FanfictionTodos murmuran, todos lo susurran; Minami no es hijo de Sal. Voy a poner esto aquí porque es mucho más importante. ¡Agradezco a Dadnob por la nueva portada! Fue tan amable de hacer otra y quedó perfecta :') Advertencias: *Violencia. *Descripción d...