Fuiste

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La guerra estaba declarada entre ambos, el antes atento Sal había pasado a ser alguien distante y cortante, sólo sonriéndole en presencia de Wadanohara para ignorarlo tan pronto la bruja salía de la habitación o les daba la espalda. Minami lo encontraba hilarante, aun cuando estaba seguro Sal quería darle una paliza, el tiburón estaba atado de manos.

Con el distante tiburón albino, Minami obtuvo vía libre para ingresar al calabozo cada que desease y mantener un contacto constante con su padre, quien, para sorpresa de nadie, seguía tan roto como el primer día que le conoció. Y Minami sabía que no tenía arreglo, sabía que Samekichi se encontraba roto desde hace mucho tiempo antes de su nacimiento.

Pasaba el cepillo por las hebras aún sucias del mayor, no importase cuando cepillara de ellas, estas siempre encontraban el medio para hacerse una maraña. El menor tarareaba, sabía que el sacar a su padre del calabozo no constaba de sólo quererlo y pedírselo a su madre, quien le consentía todo lo que pedía. Antes que nada, Samekichi seguía siendo un prisionero y sobre todo un habitante del, ya difunto, Mar azul.

Para apelar por la libertad de su padre debía atender directamente con la princesa Mikotsu, quien regía el Mar muerto y a quien Sal aconsejaba. Era bastante obvio que el tiburón haría todo lo que estaba en sus manos para evitar la salida del otro tiburón. Guardó el cepillo en el pequeño bolso que Wadanohara le hizo, con la forma tiburón de Samekichi, y del mismo sacó un parche que le colocó al mayor, cubriéndole la larga cicatriz en el ojo derecho.

Le tomó un par de días a Minami desinfectar y curar la herida, aseguraba que Sal tenía algo que ver, pero después lidiaría con eso. Acomodó el cabello y cuando estuvo seguro que el parche se mantendría en su lugar corrió hasta quedar frente a su padre, una enorme sonrisa se extendió en los labios de Minami al ver el resultado de su arduo trabajo.

—¡Wow! ¡Te vez genial! —. Gritó. —Te ves como los veteranos de guerra, papá—. Halagó.

Y era cierto, sus facciones curtidas y fuertes, el parche y las cicatrices en su aleta dorsal le daban el aspecto de uno de los generales de la princesa Mikotsu que participaron en la invasión; incluso Minami podía asegurar que le daba un parecido a un tiburón llamado Old y al cual había visto un par de veces.

Se sentó en el regazo de su padre, las heridas del mayor comenzaban a cicatrizar gracias a su magia y la de su madre, porque sabía que la mayor parte del trabajo en la herida del ojo no había sido sólo obra suya, apostaba que su madre hizo la mayor parte del trabajo.

—Mamá me contó que usabas una chaqueta de cuero—. Comentó, mirando el rostro de Samekichi. —De esas que salen en las películas y que usan los tipos rudos—.

Hacer que Wanadohara hablase sobre Samekichi había sido más fácil de lo que pensó en su momento; cada noche, en lugar de pedirle un cuento o canción para dormir, le pedía que le contará algo nuevo sobre su padre. La primera noche le contó sobre su forma de tiburón; grande y temible, sus fauces con filas de afilados dientes, sus aletas con cicatrices de batalla. La segunda noche le contó sobre su carácter leal y aferrado, aunque se burló de lo ingenuo que podía llegar a ser. La tercera noche le contó sobre cómo se mantuvo firme aun cuando lo llamaron traidor y le dieron la espalda.

Casi un mes de historias distintas sobre su padre, sobre cómo fue antes. No mentiría, Minami quería ver a su padre erguido con orgullo y ferocidad. Quería comprobar si era tan aguerrido como su madre decía, tan feroz y fuerte, tan grande e imponente. Era agradable estar con el despojo de tiburón, pero deseaba verlo como era realmente.

—¿Debería conseguir una chaqueta? —. Preguntó sin esperar respuesta. —Una mucho mejor y más genial que la usabas antes, sería genial, ¿no crees? —.

Rio solo y recargó la cabeza en el pecho de su padre, mirando las rejas frente suyo. Mientras tarareaba y balanceaba sus pies pensó que quizás si era lo suficientemente convincente, la princesa Mikotsu le permitiría sacar a su padre de los calabazos y dejarlo en su habitación; porque Minami estaba dispuesto a cuidar a su padre con tal de tenerlo a su lado. 

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No pensé continuar esto, pero lo haré, más que nada porque no hay historias de Minami :v

Brujo carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora