Capítulo: 4

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Pocamente enterada de lo mucho mal padecido y pese a su renuencia, Candice no se negaría. Se casaría con Terruce por el mismo motivo: Jett. Bastante lo había hecho sufrir, –y eso que todavía no escuchaban de él ¡cuánto!–, que a hacerlo feliz se dedicaría.

Él, o sea Gran, ciertamente estaba en lo correcto. El sentimiento de ambos no contaba en ese momento, sino la debida y entera atención a su primogénito. Ése que en una carcelaria institución seguía aguardando por ellos, quienes una vez llegado a un acuerdo, finalmente por el rebelde jovencito irían.

Para esto, Terruce se comunicó con el Agente Mitch. Avisado de lo que se haría, la pareja se dirigiría a la correccional. El llamado, por su parte, indicó verlos allá. Una autorización primeramente se conseguiría. Después la liberación del menor al haber quedado éste bajo la custodia total de sus progenitores, responsables de él en el momento de su salida.

En esa y minutos más tarde, aguardaba un vehículo. Al arribo de otro, Terruce sería el único en bajarse para ir al encuentro de su amigo. Éste lo llevaría adentro para que, en lo que uno realizaba un papeleo, el otro se entrevistara con el interno.

= . =

Ir al área de visitas, hubo sido la indicación del carcelero. Por hacerla omisa, en unos barrotes se golpeó más de una vez: una macana, lo que consiguió, –o el ruido producido–, el levantón molesto del solicitado que yacía acostado. Viéndosele de pie y dispuesto a caminar hacia una puerta, se le ordenaba:

– Trae tus cosas, porque al parecer te largarás a casa.

Decir que aquello le alegraba... no, ya que Jett la única residencia que conocía era la de los Finley. Sin embargo, al saber que otros eran sus padres, bueno, de mala gana empezó a agarrar una cosa; luego dos, la tercera y ya. Todo eso era de su propiedad: un libro que intercambiara por una playera. Su sudadera con el estampado de los quinta campeones Patriotas de Nueva Inglaterra, y un singular guante de billar que se encontrara debajo del camastro que le proporcionaran.

Vistiendo primero una prenda y colocada seguidamente la otra, el jovencito siguió al guardia de seguridad. Pero éste no lo llevaría hasta el lugar señalado sino que otro sería el encargado. Por ende, una nueva indicación se le dio, y Jett no hesitó en obedecerla. ¿Se debía a que hubo divisado al Agente Mitch, el cual se molestara a ir por él? Quizá. Además, una mano amiga se hizo de un delgado hombro; y el dueño no dudó en sonreír, sobretodo al escuchar:

– Tus padres cuidarán bien de ti. Sé buen chico a partir de ahora.

Jett asintió con la cabeza, distinguiendo sus lindos ojos a lo lejos la humanidad de Terruce, el cual sonrió agradecido a su amigo, y también de volver a tener enfrente al chico, siendo lo primero en pronunciar al estar a poca distancia:

– Lo siento –. Asimismo una cálida mano se colocó en la mejilla que anteriormente se golpeara.

– No... hay problema – respondió Jett quien miraba entre cohibido y temeroso la figura paterna.

Para darles privacidad, un tercero solicitaba permiso. Otorgado, padre e hijo se dedicaban a mirarse. Instante siguiente se oía:

– ¿Cómo te has sentido?

– Bien. Ya casi puedo mover el dedo –, el índice derecho fracturado se mostró para flexionarse un poco. Hecho así, se interesaban por:

– ¿Y las costillas?

– Todas bien –, un torso se estiró para comprobarlo.

– Lo malo que la nariz...

Terruce quiso tocarla, pero la mano del más joven le ganó para decir:

You lying bastard!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora