Capítulo: 7

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Dejada por Terruce con semejante paquete a cuestas, en lo que Candice se cambiaba de ropas pensaba ¿adónde ir? ¿qué hacer? ¿cómo iniciar una conversación con Jett? ¿preguntarle por sus gustos sería buen indicio? ¿saber de su vida con los Finley? ¿contarle ella de la suya? ¿platicarle lo vivido con su padre? ¿decirle los motivos que la orillaron a darlo en adopción? Esas cuestiones ¿la convencían a ella? Tal parecía que no, porque para dar con los zapatos, la fémina en apuros comenzó a dar vueltas en un mismo lugar.

Con la última y mareadamente frustrada Candice se detuvo para llevarse las manos a la cabeza. Sin cálculo y sin importarle, echó su cuerpo hacia atrás. Por suerte, detrás de ella tenía la cama donde rebotó que si no...

– ¡Alguien que me ayude, por favor! – pidió, tallándose el rostro. Dejadas sus manos cubriendo nariz y boca, así la mujer respiró hondamente, oyendo y sintiendo claramente los latidos nerviosos de su corazón.

Pero en lo que ella se animaba a salir, en la sala Jett la esperaba en compañía de Terruce quien se miraba impaciente, y es que...

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Computador portátil y celular serían sus principales herramientas de trabajo, también una libretita de las del hotel en la cual realizaría cálculos matemáticos. Ejercicios complicados que le entretendrían por alrededor de cinco horas, las cuales Terruce creería que Candice y Jett pasarían juntos. Bueno, al menos de la suite si se vieron, –es decir: salir juntos–, consiguientemente de haberse reunido en la sala y acordarse lo que harían cada uno. No obstante, cuando madre e hijo aparecieron por el lobby...

– ¡Jett! – se escuchó una linda vocecita.

Él se detuvo para girarse y atender a su recién amistad creada. Ésta sonriente saludaba:

– Buen día, señora.

– Buen día – respondió increíblemente una tímida Candice.

– ¿Me permites un momento? – pidió Jett a su mamá, y se alejó de ahí con Priscila quien le contaría lo que se haría esa tarde y con los demás amigos.

– ¡Caramba! – el chico se rascó la cabeza. – Le di mi palabra a mi padre de pasar estas horas con ella – la que se indicó con un leve movimiento de cabeza.

– ¿Y crees que si le dices no lo entenderá?

– No lo sé –, al haber ni una pizca de confianza ni mucho menos comunicación ni porque ya estaban saliendo juntos.

– Siendo así –, una amiga resolvería: – yo puedo ayudarte

– ¿Cómo?

– Vamos adonde mi madre, y que ella se haga cargo de la tuya. Estoy segura que la convencerá. Además, ¡no puedes perderte esta reunión!

– Sí, pero...

– ¡Anda, vamos! – Priscila lo hubo tomado de una mano y lo jaló.

Para no desairar a la chica, Jett apenas se giró hacia Candice para decirle que regresaba pronto.

– ¡Pero...! – balbuceó la dejada mujer, siguiendo su mirada el camino que llevaba aquel par.

Parada en su lugar, Candice nuevamente se vio sin saber qué hacer. Maldecir fue lo segundo ya que, por un pasillo, los jovencitos se perdieron; y ella, aunque corrió para ver la ruta, los dos desaparecieron.

Preguntar en la recepción por la joven ¡¿cómo?! lo mismo que regresarse para informarle a Terruce. No, no podía. Tampoco ninguna de las dos opciones le ayudaban. ¿Pero que tal la tercera? Sí, esperar podía funcionar; además Jett le dijo que regresaría pronto. Ya en caso de que no lo hiciera, Candice sí iría adonde Gran para que él, intuyendo que la noche anterior viera las amistades que su hijo formara, pudiera hacer algo.

You lying bastard!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora