Capítulo 6

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Casualmente vestidos, la familia de tres arribaron al área donde se llevaba a cabo la reunión de bienvenida. En esa ya había bastantes personas conglomeradas entre esos: niños, jóvenes, adultos y más mayores. De esa edad, una muy lindísima señora vistiendo un vestido de lino blanco se acercó a Terruce para poner en su camisa un florido corsage que hacía juego con el de pulsera que se pondría en la muñeca de Candice, quien también agradecía gentilmente la atención, así como la indicación de que pasaran a ocupar el lugar que más les agradara.

El salón era enorme. Los arcos entre columnas, interminables. En el horizonte se perdía la negrura de la noche con las templadas aguas del mar. Para disfrutar de la vista de éste, se escogió una mesa muy cercana. Y en lo que ella ocupaba su lugar...

– ¿Deseas tomar algo? – se le ofreció.

– Agua – pidió ella; y él pedía aseveración:

– ¿Estas segura?

– Sí – dijo ella, no viendo la cara que causó su elección, por estarse acomodando en su asiento.

Terruce, consiguientemente de haber hecho un gesto sorprendido, miró a Jett, quien preguntaba:

– ¿Puedo beber un cocktail?

– ¿También ya conoces el alcohol? – Candice dejó de hacer lo que hacía para indagarlo.

– Lo hice, sí; y hoy... me gustaría brindar con ustedes. Si se puede, claro está.

Las miradas de la madre y del padre se encontraron, viéndose en los dos la duda de lo siguiente a hacer, hasta que...

– Está bien – acordó él.

– ¿Lo está? – inquirió ella. En cambio Jett...

– ¡Gracias, papá! –; y el jovencito sonriente sin pedir permiso se dispuso a ir adonde la barra.

Dejados los padres, éstos seguían mirándose diciendo ella:

– No creo que sea lo correcto. Jett es un menor.

– Lo sé, pero dudo que por haber más menores haya exceso en las bebidas. Además cuando lo pida van a preguntarle por nosotros y él nos señalará. Yo también iré por algo. ¿Estás segura que solamente quieres agua?

– Sí – volvió a responder Candice. Y debido a los serios ojos que le dedicaba, él diría:

– Conforme pase el tiempo le iremos quitando sus manías, no de un segundo a otro.

– Si tú lo dices – respondió la sardónica, girando su rostro y fingiendo su atención en otra cosa.

Viendo así el punto final de su "amena" charla, Terruce –sin decir nada más– emprendió la retirada. En el bar se reuniría con su hijo, el cual rápidamente había hecho "conquista".

Una jovencita de rojos cabellos cortos lacios y lindos ojos azules sonreía bonitamente de lo que Jett decía, aunque en sí, presumía de una habilidad en el surfing.

– No te creo – dijo la chica cuando terminaran de relatar la aventura, – porque las olas más grandes para hacer eso, se encuentran al Norte del Atlántico. En Nazaré, Portugal para ser más precisos –, y ellos estaban en el Pacífico Sur.

– Y tú, ¿cómo lo sabes?

– Mi papá es un excelente surfista y cazador de olas. Se llama Garrett McNamara.

– ¡¿En serio?! – expresó Jett; y a cambio de su sorpresa le contestaron con una escandalosa risa y lo dejaron, mirando el chico a su padre el cual supo le habían tomado el pelo.

You lying bastard!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora