Capítulo: 5

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Tanto a comer como a la playa, sí, alguien cedería en ambas cosas, no sin antes hacer una nueva proposición.

Jett ya se había percatado que sus padres no estaban casados. Se lo aseveraba más, una: la ausencia de una clásica argolla matrimonial. Dos: el silencio de Candice durante el viaje hacia el y en el restaurante; y tres, el más claro: el hecho de que Terruce, en aquel día que se conocieran, al preguntarle por su mamá mencionara ese nombre.

La dueña de ello, ¿cuántas veces tendría que decir "sí, acepto"? Bueno, cuando estuviera frente al juez lo diría de nuevo.

Para esto, consiguientemente de responderle a su futuro esposo, se comunicó vía telefónica con su madre para solicitarle dos favores. El primero consistía en prepararle una maleta porque esa misma noche se iba de viaje, y el segundo llevársela a la Corte donde se uniría a él.

Por supuesto la madre de Candice reparó en semejante cosa. Pero una vez se explicara la razón, la abuela materna no se quedaría con las ansias de conocer ¿ahora sí a un nieto? ni tampoco de que:

– ¡Mamá, ¿estás loca?!

La futura Señora Gran, habiendo señalado un lugar para encontrarse, ahí estaba con su progenitora quien respondía debido a la exagerada alteración presenciada:

– Mi vida, es lo mínimo que puedo hacer al tomarme tan de sorpresa la noticia de que te casarías.

– ¡Sí, pero no pienses que voy a ponerme eso! –. Además de que no iba con su serio traje sastre en color negro, Candice apuntó lo que reposaba en una banca.

– ¿Por qué no si te verás divina? – aseguró la madre de la novia, la cual se inclinó para tomar un velo que colocaría en la parte trasera de una cabeza, mientras que unas manos ya sostenían un hermoso y freso ramo de rosas blancas y hablaban de ello:

– Mamá, Terruce todavía no regresa de hacer los trámites. ¿Qué tal si no es hoy? Esto va a echarse a perder.

– Oh, no. Segura estoy que hoy mismo será tu casamiento. Las oficinas cierran a las cuatro de la tarde y todavía faltan dos horas.

... las que él empleara para hacer solicitudes, entregar documentos necesarios e irse de compras con Jett, quien también sería presentado y asentado como hijo de ambos.

= . =

Debido a lo tarde que ingresó la petición de una licencia matrimonial, el evento a celebrarse se programó como el último del día.

Ocupando una hilera de veinte bancas que conformaba el recinto judicial estaban Candice, su mamá, Terruce y Jett, quien acompañando a su padre, una vez que regresaran de compras, a buscar a la mamá fueron, siendo el entusiasmo por conocer a la abuela, algo similar a lo previamente presenciado: seco e indiferente. Actitudes que con el padre no tomaban. ¿Sería porque eran hombres y más cosas en común tenían?

– ¡Yo qué voy a saberlo! – retobó Candice a lo que obviamente hubo sido preguntado por su madre, la cual también del sexo contrario no era muy amigable que digamos, al menos no en las cuestiones amorosas.

Una vez que el padre de esa hija por matrimoniarse partiera, cabida tanto corazón como a casa ya no se dio a nadie; y se lamentaba mucho que la hermosa mujer que yacía a su lado, padeciera del mismo dolor: el amor que un día brotó, seguía perteneciendo al mismo. A ese que se puso de pie en cuanto su nombre escuchara.

Pidiendo permiso, se acercó a "su novia" para estirarle la mano y ayudarla a ponerse de pie. Ella también escuchó el suyo. Pero antes de dar un paso, miró el ramo de rosas que había puesto en la banca conforme aguardaban. Sin embargo, no fue necesario tomarlo. Terruce lo hizo; y sosteniéndolo y sosteniéndola se dirigieron adonde el ministro los esperaba.

You lying bastard!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora