Capítulo: 2

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El infortunio de no tener familia es muy común. También el hecho de que sea la desesperación, por tenerla y por conseguirla, que el cuerpo se bloquee. Sin embargo, una vez que se relaja, la fortuna cambia. Inclusive los sentimientos que llegan a favorecer más a lo que es tuyo de tu propiedad a los que sanguíneamente no lo son, haciendo que este último grupo se sienta fuera de órbita.

Algo así es el caso de Jett Finley. Jovencito de cabellos rubios-castaños, increíbles ojos color turquesa y de facciones finas, que todo el tiempo lo hacían preguntarse:

– ¿Por qué no me parezco a mamá? ¿por qué ni tantito a papá?

– ¡Porque no lo soy! – un día, dentro de una fuerte discusión, el padre se lo hubo gritado.

La madre, aunque intentara por sobre todas las cosas hacerle creer lo contrario, lo haría aseverar:

– Sí, yo no soy hijo de ustedes. ¿Pero de quién? – cuestionó en otro momento de su vida. A los trece años de edad con exactitud. El último que lo hizo salir de esa casa y buscar el refugio de las calles.

Los Finley, a los cinco años de matrimonio, desesperados buscaron en quién volcar su amor de padres. Ése, por otros cinco, Jett (hijo de Candice y Terruce) lo tuvo todo. No obstante, el chico cumplía siete años de edad cuando se le informó de la llegada de un nuevo miembro. Éste crecía saludable y favorablemente en el vientre de su madre, lugar que él creyó también hubo ocupado.

Sí, la madre misma se lo aseguraba.

– Aquí también creciste tú.

Pero en el momento de arribar el pequeño ser, los abrazos, los besos, las atenciones, los cuidados, los regalos, fueron todos hacia aquél; y hacia el primero iniciaron: los regaños, los golpes, los empujones, los gritos de desprecio y los severos castigos, acciones que consiguieron y aumentaron la rebeldía de Jett; hasta que una vez conocida la verdad, no tenía caso continuar con la falsedad. Tuvo que usarla para dar el nombre de la mamá legal que él conociera: Ivonne. La que no y era la biológica:

– Candice – Jett la nombraba por enésima vez. De hecho, en la banca que ocupaba rodeado de otros chicos a corregir, lo volvía a escribir habiendo torcido una de las tres púas del tenedor de plástico al estar en el comedor redundantemente alimentándose.

– ¿Candice? – dijo otro que se le hubo acercado a mirar lo que hacía. – ¿Así se llama tu novia? – indagó el metiche.

– No – respondió Jett.

– Entonces es el nombre de tu mamá – se aseveró ya que después de la primera, la última es la más importante; y ante ello se respondía con sequedad:

– Aparentemente.

– ¿Acaso no estás seguro?

– No, pero quizá pronto lo esté. ¿Quieres mi comida? –. El plato, Jett lo deslizó sobre la plana y lisa madera. En cambio, se rechazaba:

– No. El batido de avena me está dando dolor de panza – se la tocaron. Acto seguido, un cuerpo se tiró al suelo para revolcarse con exageración de lo que se sentía interiormente.

Debido a que la inesperada acción espantó a más de dos, no dudaron en llamar a los custodios.

De éstos, silbatazos se escucharon, siendo la señal añadida de que nadie se moviera de donde estaba. Ellos llegarían para dar el auxilio que se pedía.

En cuestión de nada cargaron al joven; y presto lo llevarían a la enfermería, pidiéndose al resto volver a lo que hacían.

Horas más tarde y en su celda dormitorio, Jett se enteraba que su amigo de prisión había sido llevado de inmediato al hospital. Lo que daría una idea para salir de ahí, es decir de la correccional, y escapar de allá, del nosocomio.

You lying bastard!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora