— Recuerdo que esa noche había tormenta, me daban miedo, había demasiado ruido fuera y demasiado silencio en la casa. Papá y mamá estaban discutiendo, por eso mi madre no subió a arroparme, ni a leerme un cuento, y tampoco había cerrado la ventana de mi cuarto, así que... — Trago saliva para poder continuar — las ramas del árbol se metían y hacían sombras extrañas. Me levanté a cerrarla, recuerdo que mi pijama estaba lleno de ositos y en mi mano llevaba a Tayler, era uno de esos osos que todos los críos tienen, ya sabes, marrones con un lacito rojo, dios no sé qué me pasaba con los osos. — De mi garganta salió una risa amarga. Le di otra calada al cigarro y seguí hablando — No podía dormir, por eso empecé a buscar a mi madre... ella me hacía leche con miel para dormir, joder aún recuerdo lo bien que sabía eso, siempre que tenía una pesadilla mi madre aparecía con mi tacita del pato Lucas — ella sonrió al escuchar esto — y se quedaba conmigo hasta que me dormía. Bajé las escaleras que por ese entonces me parecían gigantes, encontré a mi padre en su despacho, estaba hablando por teléfono, estaba muy enfadado.
— Papá, ¿dónde está mami? — le pregunté abriendo un poco la puerta.
— No me molestes — me gritó desde su sillón.
— Pero quiero a mami.
— Fuera de aquí, estoy ocupado — me dijo mientras me sacaba y me cerraba la puerta en la cara.
No entendía por qué me trataba así, no era el mejor padre del mundo, pero creía que era bueno y que quería a mi madre. Era demasiado pequeño para entender que no todo es lo que parece y que la vida es una mierda, supongo que por eso me gusta decirle a la gente lo que pienso de ella, es más fácil dejar las cosas claras desde el principio que crear falsas esperanzas. Vi a mamá bajar deprisa, llevaba una carpeta en sus manos y fue hacia el garaje, ella no me había visto a mí, así que la seguí. Cuando llegué, la puerta ya se estaba abriendo y ella estaba sentada dentro del coche. Me subí a su lado.
— Mami — le dije. Ella se giró asustada hacia mí.
— ¿Qué haces aquí? Deberías de estar dormido — me regañó.
— No puedo dormir. Hay tormenta — le dije haciendo un puchero y señalando a la calle lluviosa.
— Mi vida, ya lo hemos hablado muchas veces, las tormentas no hacen nada si estás dentro de casa — dijo mientras me acariciaba el pelo —. Vuelve a la cama.
— Ven conmigo — le pedí.
— No puedo. Mamá se tiene que ir a un sitio, pero cuando vuelva te prometo que subiré a darte un beso.
— Quiero ir contigo — le dije cruzándome de brazos.
— Cariño, no puedes, voy a un sitio de mayores.
— Yo ya soy mayor.
— Savannah, ¿dónde estás? — gritó mi padre desde el interior de la casa.
— Por faaa — le suplique.
— Está bien, pero siéntate detrás — me ordenó mientras ponía el coche en marcha y miraba hacia la puerta que llevaba a la casa, donde se veía la sombra de mi padre acercándose.
— Valee. — Sonreí mientras me pasaba a la parte trasera y me ponía el cinturón.
Llevábamos un rato en el coche cuando me di cuenta que me había dejado a Tayler en el asiento delantero.
— Mami, quiero a Tayler — le dije inclinándome hacia delante.
— ¿Tu osito?, ¿Está en casa? — me preguntó mirándome por el espejo retrovisor.
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Atrévete a intentarlo. #ClydeA17 #AP2017
Ficção AdolescenteRob, el chico con miedo al abandono. Sam, el chico duro con miedo al compromiso. Helena, la chica que no confía en los hombres. Nathan, el chico que convive con la culpa en lugar de un corazón. María, la chica a la que nunca le han roto el coraz...