Rob, el chico con miedo al abandono.
Sam, el chico duro con miedo al compromiso.
Helena, la chica que no confía en los hombres.
Nathan, el chico que convive con la culpa en lugar de un corazón.
María, la chica a la que nunca le han roto el coraz...
Escuché el claxon y me asomé a la ventana, ahí estaba Gavrael. Me miré en el espejo comprobando que todo estuviera bien y cogí mi bolso.
— Conejiitooooooo. — Claxon, claxon.
No puede ser verdad. Lo mato.
— Conejiitooooooo. — Salí cerrando la puerta y lanzándole una mirada asesina.
— ¿Te quieres callar? — le pregunté rodeando el coche y metiéndome dentro —. Me das vergüenza ajena.
— Oh, vamos, cariño, te encanto — dijo con una sonrisa torcida. Rodé los ojos —. Espero que sepas patinar porque tienes que enseñarme — dijo empezando a conducir.
— Dejaré que te caigas — le dije con una sonrisa diabólica.
— Eres un poco cabrona, ¿lo sabías? — Me reí.
Llegamos a la pista de patinaje al aire libre. Nos pusimos los patines y entramos.
— Intenta hacerlo despacio, mantén los pies rectos — dije sujetándolo con mis dos manos.
— Vale, voy. — Empezó a mover los pies — Mierda — dijo resbalándose y perdiendo el equilibrio. Gavrael, en un intento de no caer, llevó sus manos a mi cuerpo para poder sujetarse mejor, pero acabó colocándolas en mi culo, volviendo a recuperar su equilibrio —. Menos mal, pensaba que me iba a caer.
— ¿Y para no caerte tenías que agarrarte a mi culo? — pregunté levantando una ceja.
— Eso parece.
— Gav...
— ¿Si, María?
— Ya puedes soltarlo.
— Oh, sí, claro — dijo quitando las manos y riendo.
Volvimos a intentarlo unas cuantas veces más, en las cuales Gavrael casi acaba con mi paciencia.
— Vale — Suspiré —, vamos otra vez, desliza el pie derecho lentamente, así, muy bien, continúa con el izquierdo... sigue con este ritmo — dije alegrándome de que por fin le saliera bien.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— Vaya, una vez que lo consigues, es más fácil de lo que pensaba.
— Lo que pasa es que soy una buena profesora.
— Engreída.
— Cállate y hazlo más rápido.
— ¿Qué quieres que haga más rápido, nena? — dijo alzando una ceja.
— Patinar, imbécil — dije soltándolo y dejándolo atrás.
— Espera, María, que no se parar. — Escuché que me gritó.
