Capítulo 2: Gold Star.

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Me dejé caer sobre la esterilla de yoga y me pasé la mano por la frente. Después de las sesiones de entrenamiento en grupo, en las que Kayla nos daba caña como nunca nos la habían dado hasta entonces, tocaba ocuparse de las novatas, las que se suponía que estábamos más verdes.

-Levántate, Diana.

-No puedo con la vida-respondí.

-Vas a levantarte y vas a volver a hacer 25 flexiones-hizo caso omiso de mi súplica de parar, porque para eso le pagaban. Para eso, para ponernos en forma, y para hacer de nosotras una familia, como si necesitáramos una familia o como si no lo fuéramos ya.

Habíamos pasado una hora y media metidas en una habitación sin paredes de un ático sin ninguna división, con el suelo de parqué y paredes con espejos, para que nos viéramos sufrir desde todos los ángulos. Las veteranas me miraron con pena; yo era la más joven del grupo y esperaban que me costara seguir el ritmo. Me odié a mí misma por darles la razón después de empezar con muchas ganas obedeciendo las órdenes de Kayla, a quien habían fichado como nuestra entrenadora "personal" (todo lo personal que puede ser compartir órdenes con otras 45 mujeres) después de conseguir coronarse como la reina del fitness en Instagram.

Después de la peor hora y media de toda mi vida, finalmente hizo que nos sentáramos en círculo, con las piernas dobladas y la mente despejada. Nos quedamos en absoluto silencio durante diez minutos, meditando (o, al menos, intentándolo, la cabeza me daba muchísimas vueltas y me era imposible decir en qué fecha estábamos, qué día de la semana era o cómo se llamaban mis padres), para después romper a aplaudir y, como siempre, presentarnos.

Empezaron por mí, porque hay que putear a la pequeña en la medida de lo posible. La parisina que tenía al lado se puso roja al darse cuenta de que la siguiente sería ella.

-Diana. Styles-dije, mis compañeras sonrieron. Kayla se paseaba por la estancia como una leona que busca elegir su próxima presa-. Os conozco a todas, evidentemente-nunca estaba de más hacerles la pelota a las mayores, quién sabe cuál iba a quedarse embarazada porque le apetecía disfrutar de una versión más parecida a ella de lo que tú representabas-, y he trabajado con bastantes-la mayoría, en realidad. Todas las novatas y más o menos un tercio de las veteranas, los ángeles oficiales-. Ah, y os quiero pedir perdón por adelantado por la colección que viene de mi madre. Noemí Styles, ya sabéis. La Chanel de Nueva York. Seguro que estará muy triste porque haya venido a Inglaterra y se le cortará la vena creativa-se echaron a reír-. Intentaré que no nos haga llevar ropa demasiado horrible la siguiente temporada.

Las chicas aplaudieron y le tocó el turno a la parisina. Terminó presentándose Kayla, dándonos un discurso súper motivador de por qué estábamos allí ("no estoy aquí para poneros en forma, me pagan por haceros alcanzar vuestra perfección particular, y es lo que vamos a hacer entre todas; conseguiremos que el mundo deje de respirar para poder concentrar hasta la última célula de su tiempo en admiraros, porque sois unas diosas y os merecéis que os pongan en un altar"), sentándose en el centro y girando sobre sí misma para contemplarnos.

Aún sudorosas y exhaustas, costaría muchísimo encontrar a alguien que no estuviera dispuesto a vender su alma al diablo por un beso nuestro.

-Muy bien, chicas, ¿quién de aquí tiene novio?

Las veteranas levantaron la mano; todas menos una. Un par de jóvenes, también. Yo no me moví.

-¿Y novia?

La veterana que no levantó la mano lo hizo esta vez. También otra chica que había desfilado el año anterior, de piel negra como el carbón. La Nueva Naomi, la llamaban.

Moonlight [Chasing the Stars #2]Where stories live. Discover now