Capítulo 20: Orquídeas y grammys.

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La escuché levantarse de madrugada, pero ya estaba acostumbrado a sus peripecias nocturnas, de manera que no me levanté a ver qué era lo que le pasaba, si necesitaba que le echara una mano. Si quería ayuda, me la pediría, incluso sin darse cuenta de ello.

Sólo me incorporé un poco, sin encender la luz. Esperé a que entrara en el baño. No lo hizo; pasó de largo y continuó con paso sutil, intentando no despertarme, en dirección a la cocina.

Sonreí.

El bebé iba a nacer fuerte por narices; debía hacerlo, a cambio de toda la comida que le reclamaba a su madre, gracias a los paseos en vigilia de ésta.

Sherezade abrió la nevera y empezó a revolver despacio, buscando algo que probablemente no estuviera allí. Me giré y miré el reloj digital; las 3 y media de la madrugada.

Pasaron 3 minutos, el tiempo que le daba de margen para ser independiente. Me puse los pantalones y fui a su encuentro. Me apoyé en la puerta y pregunté:

-¿Qué es?

Dio un brinco, miró el reloj del horno y suspiró. No le gustaba despertarme, pero no le quedaba más remedio que aguantarse. Sería una ninja, vale, pero yo tenía un detector de ninjas en la cabeza.

-Atún. A la plancha. Con un poco de zanahoria y perejil.

-No tenemos atún.

-Lo sé, estaba... comprobando si habría algo con qué cambiarlo.

-¿Y lo hay?

Negó con la cabeza, yo asentí, descrucé los brazos y fui a mi habitación. Cogí una camiseta, la cartera, las llaves, y le dije que volvía enseguida. Bajé al súper de la esquina, aquel que estaba abierto 24 horas, cogí una bandeja de atún en rodajas y volví a casa en el más absoluto silencio. Llovía a cántaros, con lo que me empapé, pero me daba igual: sólo era agua, no era ácido ni nada por el estilo, no podría hacerme daño.

Sher ya había picado un poco de zanahoria y la freía con la mirada ausente. Sus movimientos eran automáticos.

Eché los filetes en la plancha y esperé a que empezaran a hacerse. Hizo ademán de coger el tenedor de madera con el que estaba preparándolos, pero negué con la cabeza. Se sentó encima de la mesa, con los pies cada uno en una silla, y se acarició el vientre, y me miró mientras los iba cocinando poco a poco.

-Zayn-me reclamó, y yo no me giré cuando respondí con su nombre en todo su esplendor-. Si yo no estuviera embarazada, ¿me concederías tantos caprichos?

¿Me está preguntando lo que creo que me está preguntando?

-Si no estuvieras embarazada, no serías tan caprichosa-repliqué, aunque dudaba que llamar "caprichos" a sus antojos fuera justo de alguna manera. No me parecía sensato ni para mí ni para ella.

-Zayn-pidió, suspirando.

-No, no te los concedería, no tendría por qué-repliqué, sonriendo, como si por ella, por ella solamente, no estuviera dispuesto a cruzar el infierno, a atravesar un desfiladero de lava descalzo, a dejar que me pisoteara una manda de elefantes.

Llevaba sabiendo que estaba enamorado de ella bastante tiempo, casi desde el día en que me comí la cabeza pensando que no iba a volver, pero la constatación de ese sentimiento a veces me golpeaba como una maza a un yunque.

Moonlight [Chasing the Stars #2]Where stories live. Discover now