Capítulo 13: Daidí na Nollag.

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Me tocaba estar ese fin de semana en casa de mamá.

Pero mamá y papá no tenían inconveniente alguno en cambiarse los turnos, si yo lo pedía.

Y papá se tomaba súper en serio las reuniones con mamá.

Aunque se hubieran visto desnudos un montón de veces.

Aunque lo suyo no hubiera terminado de cuajar. Claro que, teniendo un hijo en común, en mi opinión, lo suyo estaba muy cuajado.

Pero ellos se empecinaban en que no podían estar juntos, por misterios de la vida.

Se querían lo suficiente, y siempre lo habían hecho, como para orbitar uno al lado del otro de vez en cuando. Era como cuando el cometa Halley pasaba al lado de la Tierra. Tardaba sus años. Pero siempre regresaba a surcar el cielo.

Mamá se quedó a cenar, aprovechando un poco más de tiempo conmigo. Colocó los platos y los vasos. Yo coloqué los cubiertos; papá protestó. Se suponía que era su casa. Tenía que hacerlo él.

Mamá le quitó importancia sacudiendo la cabeza, y papá dejó de insistir. Cenamos los tres, comentando la semana. Estaban orgullosos de mis notas. Tampoco eran para echar cohetes, pero podría irme peor.

Eso sí, en las asignaturas de artes, yo lo bordaba. Me encantaban. Y eso era lo que les importaba.

-¿Quieres quedarte y ver una peli con nosotros, Vee?-preguntó papá, y ella bebió un poco de vino, haciéndose de rogar. Se limpió con la servilleta y asintió.

Se pensaba que yo no me había dado cuenta de que se había echado un poco de color en los labios.

No lo bastante como para que resaltara y yo le dijera algo. Sí lo suficiente como para que papá no pudiera dejar de mirárselos.

Su cita del domingo no había resultado muy bien.

Empezaba a pensar que el universo quería juntar a papá y mamá. Ella, también. Sabía que a mí me haría feliz. Papá podría hacerla feliz, y ella podía hacer feliz a papá.

Por eso se acostaban de vez en cuando.

Y todos teníamos que hacer como que esas noches no pasaban, por algún extraño misterio.

Creo que les pasó algo cuando yo era pequeño. No me explicaría de otra manera esas reticencias.

-¿Qué queréis ver?

Papá se encogió de hombros.

-Será por canales.

-En realidad-murmuró mamá-, acaban de subir a Netflix Ex machina. Tengo ganas de volver a verla.

Papá me miró con los ojos que también estaban en mi cara.

-¿Chad?

-Lo que quiera mamá está bien.

Era la película favorita de mamá. A todos los informáticos les volvía loco eso de las inteligencias artificiales, crear robots conscientes, y esas cosas. De pequeño, mamá me había comprado un dinosaurio mecánico, lo había desmontado y le había cambiado los chips, CPU, o lo que fuera, por otros pirateados que hacían que el tiranosaurio se arrastrase por el suelo sobre sus cuatro patas; dos minúsculas, dos inmensas, y ladrase como un Border Collie.

Moonlight [Chasing the Stars #2]Where stories live. Discover now