"Un roce, una mirada, una caricia son, entre otras, pequeñas aproximaciones que pueden iniciar un juego sexual, en el que progresivamente irán teniendo protagonismo todos los sentidos".
«Enciclopedia de psicología».
Cuando despierta, siente como los rayos del sol inundaban la habitación. Entrecierra los ojos confundida. Ella siempre se levanta antes del amanecer. Toma su teléfono de la mesa para ver la hora.
10:00 am.
De la impresión se cae de la cama, arrastrando sabanas y almohadas con ella.
—¡¿Qué rayos?!
Nunca, en toda su vida, había despertado tan tarde. Ni siquiera con una alta dosis de medicina habría tenido un largo y placentero sueño. Se levanta escandalizada, con todo su cabello vuelto una maraña y su rostro amanecido. Todos los recuerdos de la noche anterior llegan a su mente de golpe, y como si la vida tratara de gritarle que todo fue real— o más bien su cuerpo— siente como sus músculos protestan al estirarse. Se asoma a la cama para encontrarla vacía. Gira su rostro y ve a Elliot en el balcón riendo muy risueño mientras habla por teléfono.
«Al menos ya se siente mejor»— piensa, sin apartarle la mirada—«¿Será su novia?»— se siente molesta de lo pensarlo y se siente molesta por sentirse molesta.
Bufando se dirige al baño para darse una ducha fría y olvidarse de todo lo ocurrido. Mientras se ducha, acaricia la cicatriz que cubre parte de su pelvis y abdomen, su mirada se pierde en aquella vieja quemadura mientras medita todo lo que ha ocurrido y visto.
—Tal vez y es Elizabeth.
La relación con Elisabeth se iba solidificando más y más. Es una niña muy inteligente y encantadora. Habían tocado el piano junto a ella en la casa de la señora Rupert, conversaban y se divertían juntas. La mayoría de las veces le contaba anécdotas que había tenido con su padre. Le era imposible creerlas pues ya había conocido su carácter, pero ella más que nadie comprende que el ser humano tiene muchas facetas y comportamientos, más aún cuando se trataba de la persona que ama, y Elliot, dejaba ver su lado amoroso con Elizabeth. El resultado de todas esas charlas amenas fue; una amistad oculta y clandestina, y un deseo por conocer más a ese hombre.
— ¿Y si no es Elizabeth? —deja que el agua pegue directamente a su rostro, lo restriega y resopla-. ¿A ti que te importa si no lo es? —se regaña.
Enojada, sale de la ducha y se viste. Cepilla sus dientes y arregla su cabello trenzado para secarle, pesa demasiado cuando está mojado y solo le genera un terrible dolor de cabeza y espalda. No se maquilla ni perfuma y sale del baño luego de estar lista.
Elliot ya no está en el balcón, ahora se encuentra sentado en el sofá revisando su ordenador. En cuanto lo ve, una ola de calor barre todo su cuerpo al recordarlo todo.
Sus besos, cálidos, pasionales, su cuerpo pegado al suyo. La fiebre había logrado bloquear su mente de distracciones como esas por completo, pero ahora le era imposible no recordar.
—Buenos días— le saluda, cohibida. No sabe cómo actuar o reaccionar.
¿Debe ignorarlo?
—Buen día— le responde indiferente, sin despegar la vista de la pantalla.
—¿Cómo te sientes? ¿Ya desayunaste?
—Me siento bien—contesta escueto, aún sin mirarla—. No pedí tu desayuno por que estabas dormida y se enfriaría.
—Está bien. Pediré algo. Quieres que pida algo para ti también o—
—Quiero que me dejes trabajar en paz, tengo más contratos además del tuyo, deberías hacer lo mismo.
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DULCE ATADURA (EL AMOR DE MIS VIDAS#1)
RomanceElliot Cárter está acostumbrado a ser obedecido y complacido en cada aspecto de su vida. Déspota, egoísta, arrogante y poderoso, no nota el momento en el que su vida se ve de pronto, inexplicable y extrañamente, ligada a la de una mujer que reúne to...