Capítulo 31

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"Coloro che mon furono mai aventuati, no son degni della loro felicita (Los que no fueron jamás desaventurados, no son dignos de la felicidad)"

«Hugo Foscolo».

08:09 am.

La mañana se ve muy amena, el sol está oculto entre las nubes y, aunque el día puede calificarse como uno gris, no lo hace. Aún se ve uno que otro rayo de luz irradiando la ciudad desde el cielo, volviéndola un día agradable.

Andrómeda no puede notar nada de esos pequeños detalles. Un agudo dolor de cabeza se lo impide. Aunque ocurren muy a menudo, no termina de acostumbrarse.

Mira a su alrededor, confundida. No tarda en recordar algunas imágenes de la noche anterior. Lo último que recuerda con exactitud es su discusión con Lincoln, del resto, todo es muy difuso y oscuro.

El otro lado de la cama se encuentra vacío. Su única compañía es el perfume de Elliot en el ambiente. Una sensación de amargura se instala en su pecho.

Aunque el día es perfecto, ella lo ve gris.

—Le da vergüenza llevarme a un estúpido baile, pero no tener sexo conmigo. Fantástico—masculla, molesta.

Se levanta de la cama, con el malestar aún latente. Es tarde y tiene que ir al hospital a trabajar. Una jornada larga y ocupada es lo que necesita para distraer su mente.

Después de prepararse, baja las escaleras y se dirige al comedor. Se detiene al ver a la nana y a Elisabeth en la mesa.

—Buenos días—saluda, cohibida. Ambas se giran y le sonríen al verla.

—Buenos días. Espero que ya te sientas mejor. Mi nieto me dijo que estabas un poco mal.

—Está preocupada porque no logra recordar ni siquiera como llegó a casa—. Me ha pedido que te cuide y te enseñe todos los lugares de la casa.

—Me siento mejor, gracias por preocuparse—comenta, modesta—. No es necesario que me atiendan, solo quiero saber dónde puedo encontrar mi equipaje.

—No te preocupes por tus cosas, una vez que desayunemos, te mostraré dónde están.

—Lo siento mucho, pero me temo que no podré acompañarlas a desayunar. Se me hará muy tarde para llegar al hospital, pero les prometo que mañana yo misma les haré el desayuno.

—¿Trabajar? Mi nieto me dijo que no te dejara siquiera parar de la cama.

—¿Que? No, no, necesito ir al hospital, ahora ¿Pueden decirme donde están mis cosas?—la anciana la mira, dubitativa—. Por favor, necesito llegar a tiempo a mi jornada. Ya me encuentro mucho mejor, descuide.

—Andrómeda tiene razón, nana. Debe ir a trabajar ¿Y si alguien muere porque ella no está?Además, no tardará mucho. Debemos adornar el árbol de navidad, ¿cierto, Andrómeda?

—Cierto... Había olvidado que ya va a llegar la fecha de navidad.

—De acuerdo, pero no debes demorar, ayer mi nieto estaba muy preocupado por ti.

Un revoloteo floreció en su estómago.

—¿En serio?

—Sí, decía que era una irresponsabilidad de tu parte ausentarte de esa manera sin avisar.

Su rostro se descompuso.

—Ya veo... ¿Podríamos buscar mis cosas?

La jornada en el hospital fue ordinaria a excepción del interrogatorio de Isaac que no paró de reprocharle sus actos cada vez que tenía oportunidad.

DULCE ATADURA (EL AMOR DE MIS VIDAS#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora