Capítulo 2.

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Melanie

Termino de poner cada botón del suéter en su lugar, sintiendo el calor que éste me brinda y opacando un poco el frío clima mañanero en la cuidad. A pesar del descenso de la temperatura he decidido usar una de las faldas que quedaron de la temporada pasada y que mi jefe decidió rematar. Es tan tacaño ese viejo que no pudo ni regalarme una insípida falda.

<<Viejo rabo verde>>

Luego de cerrar el departamento con llave y coger mi bolso, bajo por las escaleras a paso lento. Debo ir al supermercado para surtir la alacena, de lo contrario no podré sustentar las necesidades de Derek cuando venga a visitarme y las mías durante las próximas semanas. Hablando de él, estaría bueno pasarme por la comisaría a darle los buenos días.

No puedo negar que cuando estamos juntos siempre sale algo bueno; solemos divertirnos, charlar y pasarla bien en general. Desde el día en que nos conocimos y decidimos involucrarnos de manera más íntima hay cosas que han cambiado, nuestra amistad por ejemplo. Ha surgido una confianza inigualable para ciertos momentos, aunque no es una confianza tan descarada como para hablar de las otras personas con quienes compartimos sábanas.

Sé perfectamente que él está con alguien más, pero no pienso discutir sobre ello. En un principio acordamos que sería nuestra amistad y el sexo sin compromiso, nada más. De cierta forma mi mente hace unos días no paraba de reprocharme que la relación no era recíproca, porque desde que tenemos nuestros encuentros yo no estoy con nadie más, mientras que él sale con aquella camarera y sabrá Dios con cuantas más mujeres. Pero esa decisión es mía, así lo he querido. Admito que haberlo invitado a ese restaurante mexicano fue sólo un plan para conocer a la tal Rosse, y no me arrepiento de haberlo hecho. Ella es linda, sin duda alguna. Tiene un cuerpo esbelto, su piel de color caramelo y el cabello rizado muy corto, atributos suficientes para conquistar a cualquier hombre hormonal.

A cualquier mujer se le bajaría el autoestima al verla, incluso a mí. Pero no ha sido de esa manera porque de alguna forma lo que tengo con Derek suele ir más allá de los encuentros sexuales, sin caer en el término amoroso, claro está.

Entro a la comisaría y al instante siento ese toque familiar al ver todos las placas policiales colgadas de la pared. Mi padre es un ex-militar retirado por una discapacidad, pero eso no le impide sentirse orgulloso de la profesión a la que dedicó más de la mitad de su vida. La casa de mis padres está atestada de placas militares, fotografías de rescates y unos cuantos marcos con sus reconocimientos.

Avanzo hacia el escritorio de la que parece ser la secretaria del rubio, al percatarse de mi presencia me sonríe con amabilidad, le sonrío de vuelta.

-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? - su voz armoniosa trasmite buena vibra, o eso me parece.

Si bien, es una mujer con una belleza y amabilidad bastante peculiar, ha de rondar los cuarenta años.

-He venido a ver al oficial Mitchell, ¿estoy en el lugar correcto? - pregunto, ella asiente mientras suelta una risita.

-Le llamaré para decirle que usted quiere verle, ¿cómo se llama?

-Melanie Holt - respondo.

Toma el teléfono de escritorio que está sobre la mesa, murmurando mi nombre al chico del otro lado de la línea y un "está bien" con voz divertida. Ellos parecen tener una buena relación, aunque cualquier persona se sentiría cómoda estando cerca de la mujer que según la placa de acceso que lleva en el pecho dice que su nombre es Martha.

Tentación infernal #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora