Capítulo 3.

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Derek

Observo la hora en el reloj que llevo en mi mano izquierda, son casi las tres de la tarde y estoy yendo rumbo hacia el lugar de trabajo de Melanie. Hoy, como todo día último del mes la pelirroja y yo asistimos a un asilo de ancianos ubicado a unos veinte kilómetros del centro de Los Ángeles. Es algo que nos apasiona bastante, convivir con todos ellos nos hace sentir satisfechos de alguna extraña manera.

Solemos visitar el lugar desde hace más de medio año, es como nuestra buena acción del mes y aparte es demasiado gratificante personalmente. Ver a todos esos adultos mayores nos hace sentir identificados al recordar a nuestros abuelos; son tan gentiles con todos que se han ganado un lugar en el corazón de cada persona que los visita, incluidos Mel y yo. Hay momentos en que me pongo a pensar cómo es que hay personas tan despiadadas en este mundo como para ir y dejar ahí varados a unos seres tan buenos como ellos. La familia de cada adulto mayor pocas veces van a visitarlos, en cada instante que pueden ellos se lamentan por llegar a esa edad y haberle estorbado a sus parientes. Se me oprime el corazón al verlos tristes porque yo daría lo que fuera por estar aunque sea unos minutos con mis abuelos, pero eso es imposible. Y esas personas que si tienen a sus viejitos no los valoran como deberían, eso duele como un infierno.

Estaciono el auto en un espacio libre en la acera, unos segundos después Melanie aparece vestida con unos jeans casuales y una blusa corta de color rojo. Sus labios se curvan hacia arriba luego de entrar al auto, sonrío también al percatarme del moño desprolijo en el que está atado su cabello.

-Siempre tan puntual, Mitchell - bromea, río levemente.

-A la orden, Holt - respondo.

Enciendo el auto y lo hecho a andar mientras ella rebusca algo en su bolso. La observo unos segundos antes de volver la vista al frente, hoy se ve más jovial que ningún otro día.

-¿Has comprado los juegos de mesa que te pedí? - asiento.

-Compré varios, entre ellos un tablero de ajedrez, el cual no sé jugar - ríe levemente.

-Yo tampoco sé, papá no me ha enseñado a jugarlo nunca.

Niego divertido, ella enciende la radio en una estación de música pop. Tararea una canción en inglés que no conozco, su melodiosa y suave voz es un sonido bastante agradable para mis oídos. Durante los segundos que paramos en un semáforo en rojo inclino mi cabeza hacia ella, su afilada nariz la hace ver algo tierna.

-Deja de desgastarme, rubio - sonrío ante su tono demandante.

Decido no responder nada, simplemente escucho la música ligera de fondo y piso el acelerador para llegar a tiempo. El gran portón del asilo nos recibe con las puertas abiertas, luego de estacionar el auto ambos bajamos y cargamos las bolsas con los juegos de mesa hacia la entrada del lugar. La recepcionista nos sonríe como cada vez que llegamos, rápidamente los ancianos que se encuentran cerca nos reconocen y se acercan a saludarnos. Melanie les muestra una sonrisa enorme, dejando a la vista sus blancos y alineados dientes.

<<Linda sonrisa>>

Me mira unos instantes antes de volverse hacia los ancianos y sacar los juegos de mesa de las bolsas. En ellos se nota la felicidad, algo que me hace sentir plenamente feliz también. Esparcimos todo lo que hay dentro de la envoltura de plástico entre todos los adultos, rápidamente van a sus respectivas mesas y empiezan a jugar. Tomo asiento frente a las mujeres que se divierten con un tablero de serpientes y escaleras, no paso desapercibidas sus sonrisas coquetas.

Tentación infernal #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora