Capítulo 6: Valle de Avalar

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Spyro era, en muchos sentidos, un joven diferente. Por un lado, ayudar a los necesitados le gustaba más que cualquier otra ambición, sin pedir recompensa alguna; y por otro, deseaba de verdad vivir una vida tranquila. Y además, Spyro era un dragón púrpura.

Era casi mediodía y estaba volando en el cielo, casi rozando las puntas de los árboles con sus garras. Tenía por delante a cientos de árboles más, un sol resplandeciente que iluminaba aquellos picos y, rozándole en la cara, un viento refrescante. Mientras planeaba, Spyro recorría el paisaje con sus ojos, con el entrecejo fruncido, buscando a una criatura que estuviera pidiendo ayuda.

La vista se detuvo en una peculiar roca que le llamó mucho la atención. Se encontraba cerca de la orilla de un río cristalino. Spyro descendió, esquivando ágilmente los árboles, y aterrizó delante de aquella piedra. Al mirarlo de arriba abajo, se dio cuenta de que, aparte de que tenía un tamaño que le superaba por una cabeza, había una extraña descripción grabada en ella y leyó:

VALLE DE AVALAR

Sigan el curso este del río, porque lo llevarán directo a Valle de Avalar, hogar de los leopardos más fuertes que existen en Reino Dragón. ¡Pero cuidado, turistas! Nunca intenten burlarse de ellos, porque recibirán un terrible castigo. Si son buenos, lo recibiremos con los brazos abiertos.

No hace falta mencionar, que tengan cuidado, porque las cercas que rodean nuestro pequeño pueblo; Valle de los Cazadores, están plagadas de grublins, orcos, wyverns y otras criaturas por ahí, que aún no hemos estudiado por falta de tiempo.

Si son dragones, asegúrense de no quemar nuestros cultivos. ¡Nos ha llevado años para que den frutos para alimentar a nuestra gente! Casi se acerca la temporada de invierno ¡Ni se les ocurra hacerlo! Si enemigos son ustedes, como escribí más arriba, aléjense si no quieren recibir los colmillos, las flechas, las espadas y las garras.

P.D: Por favor, no intenten verse como animales, porque les podríamos disparar con flechas por accidente.

Atentamente,

el líder de los guepardos, Prowlus.

Nervioso, Spyro se puso la garra debajo de la barbilla y buscó una señal de peligro a su alrededor pero no había encontrado nada, para su alivio. Lentamente y con mucho cuidado, se acercó a la orilla, inclinó el cuello y comenzó a beber el agua, deteniéndose a escuchar de vez en cuando, porque si alguno de los leopardos, al pasar entre los arbustos, oían el sonido de la lengua, lo más probable era que lo atacaran de nuevo con una bomba para dormir y despertara encadenado en la esquina más pequeña que había en la aldea de los guepardos.

— No hace falta suponer que los "agradables" aldeanos de Avalar continúan desconfiando de otras especies —Dijo Spyro con sarcasmo, dejando de beber, relamiéndose la boca, y levantó el cuello. Se aseguró de que no hubiera nadie a kilómetros.

La familia de los guepardos, que vivía en el pequeño pueblo de Villa de los Cazadores, era el motivo de que Spyro no pudiera aventurarse libremente en los alrededores de Avalar. El jefe Prowlus era el aliado más hostil que tenía Spyro. Era un cazador, y su actitud hacia los dragones, o de cualquier otra raza en general, era muy medieval. En lo que Spyro llevaba visitando a los pueblos, a las villas y a las ciudades del gran reino de los dragones, nunca se había topado con aliados así, que habían aceptado su ayuda sin vacilaciones. Durante años, Ignitus, Terrador, Cyril y Volteer habían albergado las esperanzas de conducir a Spyro en su destino como dragón púrpura, con bastantes entrenamientos. Les alegraba haberlo conseguido y vivían con la seguridad de que las fuerzas del pequeño Spyro pudieran derrotar al mal que amenazaba con exterminar la vida en el mundo. Lo único que podían hacer los guardianes en aquellos días era vigilar, cuidar a los sobrevivientes que quedaron, y guiarle en lo que necesitaba saber.

La Leyenda de Spyro: El Reino de Éter [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora