Era como si hubiera entrado en una terrible pesadilla. Aquélla, imaginó Spyro, era seguramente la manera más despiadada de Spyro Oscuro para hacerlo sentir más atrapado, y notó los cambios que éste hizo: pasando en un río vacío, en un recorrido de terrenos secos que parecían quemadas, entre las nubes gruesas y grises de un cielo púrpura, con una gran variedad de relámpagos que impactaban entre sí, y les causaba vuelcos en el corazón de vez en cuando. Intentaba despertar, agitando cabeza, golpeándola con sus garras hechas puños, pero no veía una señal de que iba a despertar. ¿Cómo saldría de allí?
Comprobaba regularmente a la dragona que lo perseguía a medida que avanzaba hacia el norte, y cada vez que miraba atrás, ella le disparaba un proyectil de fuego negro que tenía que esquivar. Llegando a su destino, una mueca de horror se marcó a fuego en su rostro. No había rastros del Valle de los Cazadores y fue remplazado por campos chamuscados que dieron paso a brezales muertos, a construcciones destruidas con diminutos cuerpos (Spyro rezaba que no estuvieran muertos) en miniaturas y grandes fisuras en el suelo que parecían abismos.
Sin embargo, después de varios minutos esquivando los disparos de Cynder, Spyro perdía las esperanzas de que hubiera alguien que le diese una mano. Prowlus, Meadow, incluso el Ermitaño, todos habían desaparecido, dejándolo completamente solo. ¿Qué podría hacer? Continuaba huyendo de Cynder, evadiendo sus mordidas de pirañas, porque ella intentaba capturarlo con la boca. Se estaba cansando, veía los lugares como colores mezclados y, por alguna razón, quería rendirse. Había dejado de luchar y retrocedía el ritmo del vuelo, con la cabeza puesta abajo. Tambaleó y se detuvo, con una garra en la cabeza, sentía que todo daba vueltas.
— ¡Lucha! —Exclamó Cynder, apareciendo delante del dragón púrpura, y bloqueándole el paso con las alas abiertas.
— ¡Aaaaaaag! —Gritó Spyro, cuando una de las zarpas de la dragona lo atrapó; la garra comenzó entonces a apretarlo con tanta fuerza, que lo hizo retorcerse de dolor.
Chillando y pataleando, Spyro intentaba liberarse del agarre de Cynder, rasguñándola con sus garras. Tardó varios segundos para darse cuenta de que no servía para nada, y paró, mirando a su agresora, con impotencia.
— ¡Oirás esta pregunta miles de veces! —Gritó Cynder, con una voz despiadada y burlona, y agitó a Spyro como juguete—. ¿¡Por qué no luchas!?
Dejó de sacudir al dragón púrpura, que parecía querer vomitar, y lo inspeccionó con excesivo odio.
— Lo dije antes... —Dijo Spyro jadeando—. ¡No tengo razones para luchar contra Cynder!
— ¿Y si llega la ocasión? ¿Qué harás? —Preguntó Cynder, apretando una vez más a Spyro en el tiempo de que volvía a zafarse.
— Yo confío..., en ella —Susurró Spyro, cansado—. Me ha demostrado muchas veces que..., quiere hacer lo correcto.
— Hmp... Seguirá siendo una sierva hasta que tenga esas escamas malditas —Aclaró Cynder, riéndose a todo pulmón—. ¡Luchará contra ti, las veces en que sus amos logren controlarla!
— ¡La volveré a salvar! —Gritó inmediatamente Spyro, agarrándole la garra con las suyas y viéndola con ojos desafiantes las veces que sean necesarios—. ¡Las veces que sean necesarios!
Terror de los Cielos, sin embargo, se había hartado. Con un giro brusco, lo lanzó hacia el campo vacío, y Spyro sintió que se arrastraba contra el duro suelo rocoso, girando y rebotando, y de pronto se encontró acostado en la húmeda tierra de un bosque desintegrado. Unos rugidos de sirenas le indicaron que la dragona estaba custodiando el cielo con flamas rojas oscuras saliendo de su boca.
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La Leyenda de Spyro: El Reino de Éter [CANCELADA]
FanficLa historia toma lugar justo después de los acontecimientos desatados en Dawn of the Dragon. El planeta se ha vuelto irreconocible y extrañamente fragmentado en pequeñas islas que flotan a su alrededor que van colisionando entre sí. ¿Y qué ha pasado...