Capítulo 11: La Encapuchada

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La criatura se detuvo al frente de la entrada. Mientras la seguía, Spyro notó que aguardaba por algo. Girando los ojos hacia el muro, descubrió que en su centro tenía un hueco diminuto. Fue creciendo, de manera circular, hasta que abriera paso a un nuevo camino.

— ¡No queremos hacerte daño! —Gritó Spyro, desesperado—. ¡Sólo escúchanos!

La criatura dorada gritaba de pánico al escucharlo. A través de un movimiento rápido, se adentró a la puerta.

— ¡Spyro! —Dijo Cynder cansadamente, alcanzándolo detrás—. Para, no podemos entrar ahí sin pensar.

Spyro paró. El corazón le palpitaba como tambor, y parecía que se le iba a salir en cualquier segundo. Inflaba y desinflaba constantemente su pecho al tragar bocanadas de aire. Mientras tenía las patas flexionadas, miró que Cynder se detenía con agitación a su lado. Ella empezaba a recorrer aquella entrada misteriosa con los párpados casi caídos.

Spyro imitó aquella acción, soltando suspiros.

Era como si tuviera al frente la auténtica puerta principal del Templo Dragón; se trataba de una puerta circular, bastante bonita, decorada con tres esferas plateadas repartidas en varios sitios; una en la parte superior, otra en la esquina inferior derecha y también en la izquierda. El arco, que lo conformaba, era púrpura.

— Qué carrera te pegaste, al menos sé que vas recuperando fuerzas —Opinó Cynder. Utilizaba un tono de reproche, y veía con mal humor lo que su amigo miraba—. Un pasillo oculto en un sitio como éste, y ésa supo dónde estaba, ¿qué habrá aquí?

— No puede ser cualquier cosa —Contestó Spyro. Luego, pensando que debía haber una razón para que aquella criatura suplicara ayuda, añadió—: Pero pedía ayuda de alguien antes de que entrara, y un ser tan pequeño no puede venir sin compañía, ¿verdad?

Con ojos risueños, Cynder le sonrió de soslayo, mientras cerraba los ojos con gran fuerza, pensando.

— Estupendo, enemigos que nos entretendrán por un rato —Dijo excitada, y moviendo la cola—. Ya nos atrapó, les avisará a sus aliados, vendrán por nosotros y debemos que defendernos. Ven detrás de mí... Tal vez sería mejor que me cuides la espalda.

— Es mejor socializar con ellos antes de llegar a una pelea innecesaria, Cynder —Se apresuró a decir Spyro mirando a Cynder, quien le dirigió una mirada rápida y molesta.

— ¿Te parece? —Le repuso con una ceja levantada—. La gente nueva que conocemos suelen primero matarnos.

— No todo el tiempo —Aseguró Spyro, con el entrecejo fruncido—. Créeme, es mejor hablar que pelear. El mundo necesita paz, ahora más que nunca.

Cynder masculló entre dientes como si se tragara las palabras. Detallaba distraídamente el interior de aquella puerta, donde alcanzaba a ver las profundidades de un infinito pasillo oscuro y tenebroso, dejándola con la duda de que si habría final o no. Por otro lado, Spyro, con los ojos entrecerrados, Spyro la miraba poner expresión de enojo, indicándole que dudaba, y después de un minuto completo, ella dijo, rendida:

— Odio que uses tu razonamiento conmigo —Se puso delante de Spyro—. Tú ganas, pero irás detrás de mí por si las escamas —Respiró con gran ego—. Mejor que me las arreglé contra quién sea que esté allá dentro que te maten primero al estar más débil que un insecto.

— Estoy bien —Mintió Spyro. Cuando dio un paso, cogió, largó un quejido y bajó la cabeza, aún exhausto. Volvía a sentir que sus patas no tenían fuerzas para caminar bien.

— ¡Sin duda no lo estás! —Exclamó Cynder—. Si te presionas más, tal vez vuelvas a caer, aquí mismo, en un sueño el cual no sabes si saldrás con vida.

La Leyenda de Spyro: El Reino de Éter [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora