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Star arregló la cama, lavó el cuarto de baño y barrió la alfombra con una sensación extraña en su ser. Estaba haciendo por su marido lo que nunca hizo antes. Y allí residía parte del problema.

Marco la había llevado a vivir a su casa, y Michell, el ama de llaves, se encargaba de preparar la comida, limpiar los cuartos y llevar la ropa sucia a la lavandería. Incluso después de todos los años de casada, se sentía una intrusa en la casa de su esposo. Sólo ahora, que se estaban divorciando podía hacer algo para halagarlo.

Lanzó una mirada hacia la terraza. Marco se apoyaba contra la barandilla, con los brazos a los costados observándola como si no existiera alguien más en el mundo. La chica se sonrojó y clavó los ojos en la alfombra. Su cuerpo se estremeció por segunda vez esa mañana. En el plano físico siempre fueron compatibles. Más que compatibles; se corrigió. Marco sólo tenía que tocarla y ella se encendía. El recuerdo de largas noches apasionadas que habían compartido torturaba a Star; sabía que jamás se repetirían. Añoraba aun aquellas, poco frecuentes, del año anterior.

Sintió el acostumbrado despertar, la atracción que ese cuerpo ejercía sobre el suyo. Su marido siempre logró que extrañara sus caricias. Y durante un momento, Star experimentó nostalgia por la manera en que se amaron al principio.
Se negó a mirar a Marco de nuevo, temerosa de sus propias reacciones.
Los minutos se prolongaron, ella sentía que seguía observándola mientras desempeñaba sus tareas: ¿Por qué Marco no reanudaba su trabajo y la ignoraba, del mismo modo que ella trataba con desesperación de no prestarle atención?

Terminó con rapidez y estudió la habitación para cerciorarse de que todo estuviera en orden. No planeaba trabajar de doncella para siempre, pero se enorgullecía de su labor y deseaba que el cuarto reflejara su esfuerzo. Contenta, empujó la aspiradora hasta el pasillo y suspiró aliviada. Le encantó escabullirse. Sus nervios estaban tan tensos como la cuerda de un violín, pues no esperaba encontrarse con Marco.

Su marido la siguió al corredor.
-¿Ya acabaste? -se paró junto a ella, tan cerca que Star distinguió las arrugas alrededor de sus ojos. Parecía cansado. Estaba un poco delgado.

Star asintió y empezó a empujar el carrito con los utensilios de limpieza hacia la siguiente habitación. La mano de su esposo la detuvo, descansando por un momento sobre su hombro. La piel le hormigueó bajo ese contacto y se paró en seco, con los ojos muy abiertos y el corazón acelerado.
-B-fly...

-Aquí me llaman Star. Mi nombre es Star -lo corrigió con suavidad, apartando la vista y ansiando terminar con esa escena. No quería revivir nada. Había roto con el pasado hacía cuatro meses y no ganaría ni calma ni tranquilidad prolongando la despedida. Resultaría triste para ambos y ella se negaba a sufrir de nuevo.

-Star, entonces. ¿A qué hora sales? ¿Por qué no nos reunimos para conversar?

-Porque estoy ocupada-empujó el carrito.

-Te invito a cenar-propuso, cerrándole el paso.

- ¿Cuánto tiempo te quedarás? -preguntó ella, suspicaz de repente.

-Un día, o dos. Ya que estoy aquí, aprovecharé para tomarme un descanso.

Vuelve a Mi||Starco||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora