♠14♠

464 41 2
                                    

Les sirvieron la ensalada y suspendieron la discusión por unos segundos.
— ¿Planeas casarte? —preguntó Marco con voz tensa y los ojos fijos en su plato.

—No sé. Si conozco al hombre adecuado... —respondió—. Me gustaría tener hijos.

—Nunca me lo dijiste —replicó, sorprendido.

—Nunca me lo preguntaste —le recordó, mirándolo sin parpadear.

—No me agrada la idea de que alguien te toque —comentó y luego guardó silencio.

Star apretó los labios. Se mostraba posesivo, como si la considerara un cisne de cristal que nadie debía tocar. Y ella era una mujer libre que ya no estaba bajo su tutela.
—Eso no te incumbe, Marco. Yo soy la que permito o no que alguien me toque —lo retó, con ojos brillantes.

—Ya veremos. ¡Maldición, Star, quiero que regreses a casa!

—Jamás. Entre más pronto lo aceptes, será mejor para ambos —susurró, consciente de que algunos comensales los observaban. No quería hacer una escena; prefería levantarse e irse.

—Cuéntame cómo vives en Key West —le pidió con voz neutra, olvidando su ira por un momento.

Despacio, tratando de captar si lo aburría, y con más entusiasmo despues, Star describió sus experiencias desde que llegó a la islita… encontrar un trabajo, amueblar su apartamento.

—Me encanta el clima —comentó mientras saboreaba su plato de ternera—. Casi puedes acariciar el aire, tan suave, siempre oliendo a mar, a menos que lo invada el aroma de las flores, como el jazmín, que aquí crece en abundancia. Algo totalmente diferente del humo que algunas veces respiras en Boston,

—Cambiaste Nueva Inglaterra por el sur. 

—En el trópico todo se mueve con más calma, las personas se preocupan por los demás y no presumen su dinero o de sus influencias. A nadie le importa esos detalles.

—Varios miembros del comité han preguntado por ti desde que te fuiste —murmuró Marco.

— ¿Preguntaron por mí o por la esposa de Marco Diaz? —rectificó—. Cuando termino de trabajar, hago lo que quiero. No dedico todo mi tiempo a ganar billetes, como tú, Marco. Me encanta bucear, nadar y jugar voleibol. También voy al cine y visito a mis amigos.

Sin alterarse, él volvió a llenarle la copa de vino, alentándola a continuar hablando de su vida en Key West. Le hacía preguntas y se mostraba interesado en todo lo que ella decía.
Cuando Marco pagó la cuenta, Star lo observó, curiosa; parecía relajado, adaptado al ambiente que conocía, que ambos conocían. Se lo imaginó en la elegante oficina donde trabajaba, en lo alto de un edificio de vidrio y concreto que dominaba el centro de Boston, y en los clubes nocturnos exclusivos que frecuentaba. También sabía que él visitaba las obras en construcción y que hablaba con los albañiles. ¿Les hablaba de igual a igual? 

Cuando la ayudó a ponerse de pie, ella se tambalea un poco.
—Oh, demasiado vino —bromeó Star, deteniéndose por un segundo para recobrar el equilibrio.

Permitió que la tomara del brazo y sintió su mano cálida, dura, con la palma llena de callosidades. El contacto le provocó sensaciones peculiares que le recorrieron la piel. Lo miró con los ojos muy abiertos, con una pregunta pintada en las pupilas.
—Vayamos a mi cuarto para terminar allí esta discusión —sugirió Marco al salir del restaurante.

—No debo. Necesito dormir porque mañana tengo que levantarme temprano —le parecía flotar, de manera deliciosa, a medida que caminaban.

—Tienes tiempo de echarte una siesta. No quiero interrumpir esta charla, Star. Deseo que consideremos cada uno de los detalles y decidamos si podemos darnos una oportunidad. Reduciré mis horas de trabajo y te dedicaré más tiempo. Haremos las cosas de modo diferente, ambos escogeremos lo que deseamos obtener y la manera de lograrlo. Piénsalo; no me respondas esta noche.

Star sentía que flotaba en el espacio. Su única ancla era la mano de Marco. Sus dedos la sostenían como si jamás planearan soltarla. Le gustaba esa sensación; debía ser el vino...
¿Cometía una imprudencia al ir con él a su cuarto? ¿Que tal si trataba de seducirla? Su corazón se aceleró ante ese pensamiento. Recordó los besos en la playa y se estremeció. ¿Por qué sus caricias le parecían más excitantes en Key West? ¿Había una magia especial en la noche tropical que no se encontraba en climas más fríos?

Todavía seguían casados; si él cambiara un poco, ¿le gustaría continuar siendo su esposa? Le dedicó una mirada susceptiva. No semejaba al empresario rudo e incansable de Boston.
Se comportaba de una manera misteriosa, emotiva, provocadora. ¿Por el hechizo del mar? ¿O porque Marco había cambiado? Y ella, ¿había cambiado?
Todavía pensaba en esas posibilidades cuando él abrió la puerta de su cuarto y la condujo al interior. Al cerrar quedaron a oscuras, pero a Marco no le costó trabajo hallar la boca de su mujer y cubrirla con sus labios.

El beso, cálido y exigente, buscaba propiciar, inducir, provocar la sumisión. La rodeó con los brazos y la apretó contra su cuerpo, deslizando la mano sobre la espalda femenina, mientras su boca violaba la dulzura de Star.
Ella empezó a marearse, a respirar con dificultad. El beso se volvió más íntimo y salvaje. Jadeaba, sin poder pensar, sólo sentía que flotaba en la euforia, bajo las manos de Marco.
Marco trazaba un camino de besos ardientes a lo largo del cuello de Star, al mismo tiempo que le frotaba los hombros. Los besos la quemaban, llenándola de ansia, de una urgencia incontrolable por más caricias, más besos...

Ella le quitó la chaqueta y se apretó contra él para sentir sus músculos bajo los dedos, la dura pared del torso contra la suavidad de sus senos.
¿De dónde salía ese amante apasionado? ¿Dónde escondió ella esa pasión durante años? Quería arrancarle la ropa, que él hiciera lo mismo y que la llevara á la cama o que se recostaran sobre el suelo, no le importaba.
¿La poseería una última vez? ¿Podría olvidar esa última vez?
El timbre estridente del teléfono rompió el silencio de la noche. Penetró en la niebla del cerebro de Star y entonces se separó, con los ojos abiertos por el horror de lo que casi ocurrió. Retrocedió y Marco la soltó.

El encendió la luz para después caminar hacia el teléfono. Estupefacta, lo contempló, parpadeando para adaptarse a la luminosidad del cuarto.
—Diaz... Sí, Alfonzo, ¿qué sucede?...

Star lo observó, concentrado en un problema de trabajo, olvidando su presencia por completo.
Y allí quedaba su propósito de cambiar. ¡No podía apartarse de su negocio ni siquiera por una noche!
Consultó el reloj. Pasaban de las diez y media y todavía lo llamaban a esa hora. ¿Acaso nadie dormía en su empresa? ¿A todos los consumía el afán de ganar dinero? Siempre fue así con Marco. Llenaba sus días y la mayoría de sus noches con trabajo, como si no existiera una vida aparte de la compañía de construcción.

Despacio, en silencio, se aproximó a la puerta, la abrió y salió, ignorando el dolor que le oprimía el corazón. ¡Otra vez la misma historia! ¿Por qué pensó que sería diferente? Conocía a ese hombre, sabía lo que pensaba y cómo trabajaba.
Marco no la vio salir.
Star no nadó la mañana siguiente. Se resguardó en la intimidad de su apartamento en vano y trató de leer el periódico, pues las escenas de la noche anterior la distraían. Se imaginaba en los brazos de Marco, gozando de sus besos, de sus caricias que la hacían anhelar otras más. La había irritado la interrupción del teléfono. ¿El final de esa velada hubiera sido diferente sin esa llamada?

Se regañó por permitir que los recuerdos la perturbaran.
Seguro, se dedicaba a ella, la invitaba a cenar, le demostraba que deseaba su compañía, casi la convencía de que cambiaría, de que el negocio jamás estaría antes que ella. Hasta que la realidad se imponía. Cuando los tratos comerciales exigían su tiempo y su esfuerzo, olvidaba todo lo demás... y se concentraba en la producción de dinero.
Se enfadó consigo misma por considerar, aunque fuera por un segundo, no llevar a cabo la separación. Vivió años al lado de ese hombre y sabía cómo era. El haría lo imposible por conseguir lo que quería, para luego enfrentarse al próximo reto. Le prometería la luna y las estrellas para encarcelarla en Boston y ya allí, resolvería el siguiente problema sin tomarla en cuenta.

Vuelve a Mi||Starco||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora