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Una bocina sonó cuando salieron a la calle y Tom se les acercó en su auto. Oskar, que todavía le pasaba un brazo por los hombros, soltó a Star.
—¿Los llevo a la playa? Hoy doy servicio a los amigos. Súbanse.

Janna y Jackie estaban sentadas al lado de Tom. Cuando Oskar abrió la puerta posterior y Star metió medio cuerpo en el vehículo, se asombró al enfrentarse a los ojos oscuros de Marco. Se detuvo, luego se sentó, acercándose a su esposo para que Oskar cupiera. El calor del cuerpo de Marco la quemó del hombro a la rodilla. Lo observó por el rabillo del ojo. Parecía molesto.
—Hola, Marco —lo saludó, pues su silencio hubiera provocado la crítica de los demás.

—Hola, Star y Oskar —mantenía la voz neutra, pero el brillo de sus pupilas revelaba una intensa emoción.

Star se estremeció, a pesar del calor, y miró por la ventana. Se sentía vulnerable, casi triste. No quería que Marco se enfadara con ella.
—Marco también jugará con nosotros —informó Oskar—. Los demás nos encontrarán en la playa y si no logramos formar un equipo, pediremos la participación de otras personas.

Oskar le picó las costillas con el codo y, cuando la joven alzó la mirada, él señaló con la cabeza a Marco. Star asintió para indicarle que comprendía lo que quería, pero tendría que darle más tiempo. ¡No le pediría ese favor en un auto lleno de gente!

Cuando Tom se volvió Marco se acercó a Star. Ella contuvo el aliento, pues sus rostros quedaron a unos centímetros de distancia.
—Lo siento —murmuró él, moviéndose hacia el rincón; sin embargo, dejó que su brazo siguiera tocándola, lo mismo que su pierna.

Star apenas podía respirar. Los nervios le cosquilleaban a medida que se percataba más y más de la cercanía entre los dos. Las manos de Marco estaban a unos centímetros de sus piernas y si se movía un poquito las acariciaría...

Reprimió un suspiro. Si la situación no variaba, explotaría. ¿Dónde estaban? ¿Todavía muy lejos de la playa?
Llegaron a la playa y Star salió del auto, alejándose de la proximidad de Marco. El no le había dicho ni media palabra desde que iniciaron el trayecto. ¿Acaso se proponía seguir con ese silencio? Otra vez Oskar le dio un codazo, recordándole que debía pedirle un favor a su esposo.

Exhaló, a punto de gritar de exasperación. Deseaba apartarse de Marco, de la sofocación que le provocaba, pero Oskar no cesaba de presionarla. Lo haría, pero cuando lo juzgara conveniente.

—Organícense mientras yo estaciono el coche. Me reuniré con ustedes en un momento —dijo Tom al detenerse a unos pasos de la playa. Janna y Marco sacaron la red de voleibol y los postes del compartimiento de equipaje; Star tomó la bolsa que contenía la pelota y las toallas, parándose tan lejos de su marido como era posible.

Siguió a los otros a la playa, preocupada por la manera en que solicitaría ese favor a Marco. Oskar se retrasó para acosarla. 
—Se lo dirás, ¿eh? —susurró.

—Sí, pero dame tiempo. Debo obtener una respuesta positiva. Te lo prometí y lo cumpliré—expresó con rudeza, pues tenía los nervios de punta. 

—De acuerdo. Sólo recuerda que es muy importante para mí.

Star trató de tranquilizar a su amigo con una sonrisa.
—Lo sé. Ignoro sí pueda ayudarte, pero se lo sugeriré cuando llegue el momento adecuado.

Star observó cómo los hombres colocaban la red. ¿Cómo abordaría a Marco? La pregunta giraba eh su mente, repitiéndose una y otra vez. ¿Qué le respondería? ¿Se negaría? ¿Exigiría algo a cambio? Deseó que Oskar jamás le hubiera pedido ese favor. ¿Por qué no lo solicitaba por sí mismo? El era el que se beneficiaría, después de todo.

Cuando Marco terminó de poner la red se volvió y sus ojos se unieron a los de Star. Caminó hacia ella y se detuvo muy cerca de la joven.
—¿Qué hay entre tú y Oskar? —indagó con tono helado.

Ella parpadeó, sorprendida por esa pregunta.
—Nada. Lo considero uno más de mis amigos.

—Saliste de su apartamento con él y te pasaba un brazo por los hombros.

—Oh, eso... —buscó ganar tiempo. No quería apresurar su petición, sino introducirla poco a poco—. Esperé a que se cambiara de ropa y le prometí que le haría un favor, me lo agradeció y eso es todo. No pensé encontrarte aquí.

El se encogió de hombros y miró alrededor.
—Te advertí que no te librarías de mí tan fácilmente —le recordó.

Se quitó la camisa y Star notó que su piel había adquirido un tono cobrizo. Apartó los ojos, fijándose en la red.
—No quiero quemarme —Marco le tendió una botella de bronceador y le volvió la espalda.

Lo contempló con el corazón latiendo a un ritmo lento y pesado. Vertió un poco de loción sobre la palma de su mano y la alzó para alcanzar los hombros de Marco y frotarla. 
Su piel estaba tibia por el sol, los músculos firmes y flexibles. Star se deleitó con el contacto de ese cuerpo    ( ͡° ͜ʖ ͡°) , con la fuerza contenida que adivinaba. Vació un poco más de loción, dejó caer la botella sobre la arena y untó la crema con ambas manos sobre la amplia espalda. Entonces dejó de pensar para sentir el placer de esa piel que se deleitaba en frotar.
Sus emociones formaron un remolino. Le encantaba tocar a Marco, acariciarle la espalda, aunque no se atreviera a confesarlo.

De pronto, Marco se volvió para luego agacharse a recoger la botella. Le tomó la mano, le echó más loción y le ordenó:
—Ahora en el pecho.
(juuuum :v)
Star se frotó las manos para distribuir el líquido. Después lo untó en la piel, comprendiendo de golpe que cometía un grave error. La intimidad de acariciarle él pecho era diez veces más intensa que tocarle la espalda. Mantuvo los ojos sobre el torso, negándose a mirarlo de frente, aunque sentía que ¡a quemaba con sus pupilas. Se concentró en respirar, esperando que sus jadeos erráticos no la delataran.
Extendió la loción sobre los hombros, luego más abajo, hundiendo los dedos en los vellos del pecho. Al rozarle las tetillas, Marco contuvo el aliento. Sorprendida, Star levantó los ojos para unirlos a los de él. Después apartó las manos, como si el contacto quemara.

El las atrapó, poniéndolas otra vez sobre su pecho, sin dejar de observarla. Despacio, Star lo acarició de arriba abajo, tirando un poquito de los vellos, evitando las tetillas, tratando de romper el lazo de las miradas. Sintió que la arrastraba un remolino del que no podía escapar.
Sus manos adquirieron vida propia, moviéndose a su antojo sobre la piel cálida, acariciándolo, consciente de que ese contacto afectaba a Marco tanto como a ella. Su cuerpo ansiaba que la acariciara. Se sofocó, entreabrió los labios y sus ojos se posaron sobre los labios de Marco. ¿La besaría? Sus labios cosquillearon por la anticipación, por la ansiedad.

—Me haces sufrir los tormentos del infierno, Star —susurró para que sólo ella lo oyera—. Si no nos rodeara una docena de personas, en este mismo momento te hacía mía —le cubrió la mano con la suya, impidiendo más caricias. Sus dedos se entrelazaron y los ojos varoniles le comunicaron un deseo tan ardiente como el que ella experimentaba.

Star aspiró profundamente mientras la sensatez empezaba a penetrarla. Despacio, movió la cabeza, deseando negar sus sentimientos, negarlo a él. Ningún sonido escapó de sus labios.
—Oigan, ustedes dos, ¿van a jugar voleibol qué?—preguntó la voz divertida de Tom.

Star libró su mano de la de Marco con violencia y se acerco a la red. Varias personas estaban listas para iniciar el partido, dejando espacios para que ella y Marco los ocuparan.
Ella se unió a Oskar y a Janna, mientras Marco se unió al equipo contrario. Su marido y Oskar jugaban para ganar. Varias veces durante el juego, Star se sorprendió de la similitud que existía entre ambos. Oskar, todavía joven, poseía un espíritu de competencia y agresividad. Los demás jugaban para divertirse, al contrario de él y Marco. Oskar se adaptaría con facilidad al mundo de Marco. Ella sólo tenía que darle su apoyo, pedirle ese favor a su esposo y obligarlo a que accediera.

En ese partido, Star devolvió la pelota varias veces, sin lograr anotar un punto. Los ojos de Marco revelaban su triunfo a medida que su equipo tomaba la delantera. La chica se esforzó todavía más, pero él siempre paró la pelota sin dejar que sus compañeros intervinieran.
Marco jugaba con agresividad, para ganar. Star se defendía mientras su frustración aumentaba al comprender lo que él intentaba probarle. Deseaba derrotarlo, demostrarle que podía opacarlo, aunque fuera en un juego.

Vuelve a Mi||Starco||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora