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El equipo de Marco se impuso. Sus saques eran poderosos, imposibles de contestar. Cuando se acercaba a la red, remataba en picada. El placer del deporte se perdió para Star mientras trataba de luchar contra él.
Una y otra vez sus ojos se encontraron, retándose sin palabras. A medida que los puntos aumentaban, Star empezó a encolerizarse, mientras Marco adoptaba una actitud burlona ante la defensa inadecuada de sus oponentes.
Al fin terminó el partido. Los ojos de Marco brillaron por el orgullo de la victoria. Los otros se rieron y criticaron el juego, reagrupándose para un nuevo encuentro. Pero Star ya tenía suficiente con ese. Se despidió de sus amigos, se puso sus sandalias y se dirigió a la calle de los turistas, tratando de alejarse de Marco. Recogería su bicicleta, regresaría a su casa, cerraría la puerta y desconectaría el teléfono para no recibir llamadas de nadie. No la humillaría para satisfacer su vanidad.

No contaba con que la seguiría.
—¡Star!

Se detuvo, se volvió despacio, frunciendo el ceño al descubrir que estaba a un paso de distancia.
—¿Qué?—se sintió tentada a huir.

—¿A dónde vas? Jugaremos otro partido —se paró a unos centímetros de ella.

—No quiero volver a jugar contigo. Eres demasiado agresivo —retrocedió un poco.

—Juego para ganar —indicó con voz amenazadora.

—Y yo para divertirme. Hoy tú me echaste a perder la diversión.

—En cambio a mí me agradó el encuentro.

—Entonces, sigue jugando. Yo me retiro.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó con suavidad.

—Ir a casa... y que me dejes en paz.

—No creo que sepas lo que quieres, Star. Pero esperaré a que lo averigües.

Lo observó, parado bajo el sol de la tarde, fuerte, confiado, decidido. Quizá escogía un mal momento, lo presentía, aunque no podía evitarlo. Era ahora o nunca. Tal vez jamás volviera a verlo.
—Necesito que me hagas un favor —se atrevió ella.

—¿Cuál? —inquirió con un tono en el que había desaparecido la suavidad.

Star se mordió el labio. Marco le parecía intransigente. No era el momento oportuno para irritarlo. Debía esperar.
—Oskar quiere que lo recomiendes con un banco importante —informó con rapidez, sin rodeos, sin darle una explicación.

Marco entrecerró los ojos, evaluando esa solicitud, buscando los motivos que la sostenía, sopesando los posibles resultados.
—¿Por qué? —indagó.

—No le gusta vivir aquí... está desesperado por escapar de Key West, aunque nació en la isla. Y yo pensé que... que tú podrías ayudarlo.

—¿Por qué habría de hacerlo?

La mente de Star dejó de funcionar. No podía pensar en una sola razón que lo convenciera.
—Nada te costaría —respondió al fin.

Marco guardó silencio durante tanto tiempo, que Star pensó que ignoraba sus palabras. Estaba a punto de volver a hablar, cuando él replicó.
—Te costará a ti.

—¿A mí? —lo miró, preocupada—. ¿Qué?

—Que duermas conmigo de nuevo.

Los ojos de Star se desorbitaron al darse cuenta de lo que él había dicho. El color tiño sus mejillas gracias al enojo. ¿Cómo se atrevía a proponerle tal cosa a cambio de un favor?
Dandole una bofetada que le volteo el rostro hacia el otro lado, le dijo:
— ¡Estás loco!, ¿como se te ocurre tan siquiera pensar en pedirme una cosa asi?— dijo llena de furia. (ash que cachetada :v hasta a mi me dolio :v)

Vuelve a Mi||Starco||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora