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Se pone weno alv 7v7












El timbre del teléfono rompió el encanto. Despacio, Marco levantó la cabeza, con los ojos entrecerrados y la respiración entrecortada. Miró a Star durante un segundo eterno y después, despacio, la apartó para encargarse de la llamada.

—Que nadie ocupe mi lugar —le pidió en broma, poniendo un dedo sobre los labios de la joven, para luego caminar de prisa hacia el escritorio y levantar el auricular.

Star lo observó con ojos opacos, jadeando. Le pareció que la transportaban a los primeros días de su matrimonio o a un lugar cerca del cielo. Le tomó un momento poner en orden sus pensamientos, pues su mente giraba sin control. ¿Qué sucedió? ¿Qué permitió que sucediera? Debía salir de ese cuarto o todo estaría perdido. Se comportaba como una adolescente bajo el impulso del primer amor, cediendo a los caprichos de su novio. Maldición, le había advertido a Marco que todo había terminado. ¿Así le demostraba que estaba equivocada?

Se volvió, alisó la cama y huyó hacia el pasillo. Olvidó barrer la alfombra. Empujó el carrito con los utensilios de limpieza, pasó ante dos puertas, y abrió una tercera. Entró y cerró, rompiendo las reglas del hotel. Las empleadas debían dejar las puertas abiertas para que nadie sospechara que cometían un acto deshonroso. Pero en ese momento no quería que Marco la encontrara. Caminó hacia la cama, con las piernas temblorosas, y se dejó caer, respirando con dificultad.

Cerró los ojos; los labios todavía le hormigueaban por el reciente beso y su corazón se aceleró al recordar cada detalle de esa caricia. Se lamió los labios; todavía sabían a él.
Tratando de oír los ruidos que provenían del corredor, se puso de pie para ejecutar su trabajo. Al terminar, entreabrió la puerta y espió a ambos lados del pasillo. Estaba desierto. Echó las sábanas sucias en el carrito, tomó las limpias y se dirigió al próximo cuarto, cerrando la puerta después de entrar.

El día le pareció interminable. Nunca antes se había impacientado con su trabajo, pero ahora sí. Quería salir, poner la mayor distancia entre ella y el hotel. No deseaba ver a Marco de nuevo. Temía cómo reaccionaría ante él.

Al fin terminó de asear los cuartos que le correspondían.
Sólo al dirigirse hacia su casa se permitió evocar ese beso. Sus mejillas se sonrojaron y el deseo nació en su cuerpo. Fue un beso excitante, provocativo, que la consumió con su calor. No hubiera querido que terminara. Pero, ¿por qué la besó?
Quizá la afirmación que Marco susurró encerraba la clave de la respuesta. La consideraba hermosa. Siempre se lo había dicho, aunque en un tono impersonal, igual que si admirara una escultura. Y ella cumplía su cometido tratando de verse bonita para él, porque formaba parte del contrato matrimonial.

¿Y alguna vez la había deseado? Su corazón latió apresurado al pensar que el sensual y dinámico pero siempre precavido Marco Diaz la había deseado esa mañana. La pasión de su voz descubría la fuerza de sus emociones. Si no hubiera sonado el teléfono, ¿la habría seducido? No le habría costado mucho trabajo si hubiera continuado besándola de esa manera.
El pánico la invadió. No debía involucrarse con Marco... sufriría si se mostraba débil y ya no podría dejarlo.

Y quería dejarlo. Vivía un momento maravilloso en Key West y hacía lo que le apetecía. Y seguiría haciéndolo.
Nunca antes participó en tantas actividades. Su trabajo en el hotel exigía resistencia física y sus nuevos amigos aprovechaban el clima cálido de la costa para nadar, bucear, andar en bicicleta y jugar voleibol. Así que, mientras su piel adquiría un tono bronceado, su espíritu se volvía optimista.

Al llegar a su apartamento, se puso el traje de baño. Con un poco de suerte, encontraría a algunos de sus amigos en la playa.
Al llegar allá, y después de un rápido vistazo, descubrió a Karla, Carlos y Judy acompañados de jóvenes que no conocía. Pero no importaba, todos se preparaban para un buen partido de voleibol.

Star salvó el primer punto tirándose al suelo para contestar la pelota con un fuerte golpe. Se levantó, riéndose, mientras los granitos de arena caían de sus cabellos como lluvia. Al alzar la vista distinguió a una alta figura que la observaba a unos pasos de distancia: ¡Marco!
¡Oh, Dios!, .suspiró. ¿Qué hacía él allí? ¿La seguía? ¿Cómo se atrevía a acosarla de ese modo? Si destrozaba su nueva vida, jamás se lo perdonaría.
Marco la recorrió con los ojos, posándolos por unos segundos sobre los senos, las caderas, el cabello corto y los ojos color de azul. La chica se sonrojó, consciente de que su breve bikini dejaba al descubierto una gran cantidad de piel.

Decidió concentrarse en el juego, con una sonrisa de deleite en el rostro. Le demostraría a Marco Diaz que eso era lo que quería de la vida, divertirse, relajarse. Ignoraría la atracción y la vulnerabilidad que ese hombre le provocaba.
Después de varios minutos, se volvió para mirarlo. Se había ido. ¿Sólo estuvo allí para observarla? Descartó ese pensamiento. Ya se preocuparía por Marco más tarde.

Vuelve a Mi||Starco||TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora