Miedo.

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Pequeñas gotas de agua salada resbalaban por las acolchonadas mejillas de aquella chica, mirándose frente al espejo y repitiéndose mentalmente lo imperfecta que era, recordando todas las críticas que recibía diariamente, recordándose lo poco querida que se sentía.

Con la vista recorría su cuerpo apresado por las hermosas telas de un vestido azul oscuro, marcando sus rollitos y apretando sus gruesas piernas y en su mente se repitió las mismo palabras que su madre le dijo una vez: Para de comer, mira lo gorda que estás, ya ni la ropa te queda bien.

Más lágrimas derramaron de sus bonitos ojos, ojos que reflejaban la tristeza pura, ojos que enseñaban el pobre alma destruida de aquella linda chica, ojos que sólo daban a entender lo muy jodida que la dejaron las palabras de varios idiotas.

De repente una mano salió de debajo de la cama, sin que la chica se hubiera dado cuenta. Un pequeño monstruo de color azul cielo salió, y abrazó una de las piernas de la joven. La chica se exaltó, y se le quedó mirándolo por un tiempo.

La pequeña criatura trepó por su pierna, hasta su cintura, y posó sus deditos sobre sus mejillas, limpiando todo rastro de lágrimas, también beso su nariz y juntó su frente junto a la de ella, emitiéndole un hermoso mensaje sin decir palabra alguna: Eres hermosa tal y como eres, no tienes porque cambiar por las personas que te hacen daño, no vale la pena llorar por ellos. Tú cuerpo es hermoso, sólo que va contra las reglas impuestas por simples idiotas.

Es gracioso que a una criatura la cual te daba miedo de niño, sea tú único consuelo en estas situaciones. Los verdaderos monstruos son las personas.

relatos abstractos ; one-shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora