Roto.

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Capítulo 13.

Roto.

Jared se sentía mareado, la tarde anterior, después de que se llevaron a Duncan a la estación, había regresado a su apartamento sin apetito, cansado y arrastrando los pies, pero no había podido dormir.

Al llegar al área de entrenamiento los murmullos sobre lo ocurrido surgieron y no pudo soportarlo.

—Cállense, ustedes no saben cómo ocurrieron las cosas— exclamó apretando los dientes cuando escuchó las palabras: ladrón, idiota e insurrecto.

—¿Qué más hay que saber? El beta Alex encontró la evidencia— respondió un cambiaforma de su mismo rango.

—Pero él no...

—Él es lo que es, hay pruebas y se hizo justicia— le interrumpió el sujeto, y luego negó con la cabeza entrecerrando los ojos, —Jared, ¿Qué sucede contigo?

Sí, ¿qué le estaba ocurriendo?

—Nada— respondió sin importarle si le creía y se alejó inmediatamente de allí, no quería que le pidieran explicaciones que no podía dar, y no porque no quisiera. Estaba confundido.

Horas más tarde el dolor punzante en su cabeza le dio el motivo necesario para retirarse antes de la hora usual, pero en vez de ir a casa tomó un camino largo hacia la estación, donde sabía que Duncan había sido recluido.

Cuando aparcó la motocicleta pensó que sería sencillo enfrentarlo, así que caminó hacia el interior del edificio, pero una vez en el vestíbulo se detuvo, dándose cuenta de que no sabría qué decirle exactamente, preguntándose en realidad qué hacía allí. Él mismo había dicho que no le quería, él había intentado ignorarle, aun así, con sus pocos encuentros fue inevitable notar lo especial que era Duncan.

—¿Pero por qué demonios no?

Jared dejó de mirar sus pies cuando reconoció esa voz de alfa, olfateó lo necesario sólo para comprobar que sus oídos no le habían engañado.

¿Qué hacían ellos allí?

—Lo siento, no será posible— respondió el humano detrás del mostrador.

—¿Qué no hay un horario de visitas?— insistió Julián, su cabello estaba un poco más largo de lo que recordaba, y a su lado Mauricio le tomaba del antebrazo con la intención de apaciguarle.

—Aún no hemos recibido la instrucción de permitir visitantes, no para él— explicó el encargado, era un hombre delgado que apenas llenaba el uniforme de policía.

Jared enderezó los hombros, frunció el ceño, continuó su camino hacia el mostrador y dijo con la mayor firmeza que pudo aparentar: —déjalos ingresar.

—¿Señor?— el humano miró a Jared con asombro, fue obvio que no había notado su presencia y que también le tenía respeto. A pesar de que algunos pudieran decir que su aspecto, en especial su largo cabello castaño-cobrizo, desentonaba con el ambiente autoritario, los policías, tanto humanos como cambiaformas, respetaban a Jared debido a su buena y perfecta reputación.

Jared miró a Julián y a Mauricio antes de asentir con la cabeza e indicarle al guardia: —Permíteles el acceso, vienen conmigo.

El hombre acató la orden presionando un botón cerca de su escritorio justo antes de que el seguro eléctrico de la puerta se quitara. Julián y Mauricio le siguieron al interior, y Jared podía sentir la molestia del alfa.

Cuando estuvieron solos los tres en el pasillo que llevaba a las celdas, Julián empujó al delta con algo de fuerza.

—Esto seguramente es tu culpa— gruñó. Eran las primeras palabras que intercambiaban después de bastante tiempo y no había ni una pizca de cortesía en ellas.

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