Superficial.

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Capítulo 25.

Superficial.

Duncan se encorvó un poco y agachó ligeramente la cabeza cuando las puertas eléctricas se abrieron dejándole ver la impoluta recepción, una mujer pulcramente vestida y bien peinada se encontraba detrás del mostrador de vidrio y a su espalda resaltaban el nombre de la empresa cuyas las letras estaban hechas de acero inoxidable. Cuando Jared le pidió que le acompañase a una reunión en las nuevas oficinas ubicadas en el mismo edificio del complejo de consultorios, pensó que sería una buena idea, ahora no tanto, pues se sintió fuera de lugar.

-Joven, el presidente ya le espera- informó la recepcionista después de saludar a ambos, Jared asintió y abrió la puerta que llevaba al interior, cediéndole el paso a Duncan para que ingresara primero.

-Un momento- dijo el beta deteniéndose antes de poner un pie dentro, -creo que es mejor si vas solo.

-¿Por qué, qué sucede?

-No quiero importunarte, me quedaré en la sala de espera.

Jared miró los fríos asientos metálicos al otro lado de la recepción, ahora la sala de espera ya no le pareció tan cómoda como cuando fue instalada, así que ofreció, -puedes esperarme en mi oficina, la reunión seguramente será en la sala de al lado.

El castaño negó con la cabeza, -sino te molesta, prefiero quedarme aquí.

Jared abrió la boca para insistir, pero los hombros ligeramente caídos y la renuente mirada de su pareja le dijeron que algo tal vez no estaba bien, ¿tendría que ver con la pesadilla de la mañana? No había querido tocar el tema, pero sabía que tarde o temprano debía hacerlo, aunque este no era el momento.

-¡Jared!- una voz infantil resonó desde el interior, puesto que el delta la había dejado semiabierta. Duncan miró hacia la dirección de la vocecilla y vio a una niña de tal vez unos seis años correr hacia ellos, la pequeña de cabello largo se estampó contra el costado de Jared y le abrazó de la cintura.

-Hola, Vale- le saludó el nombrado, inclinándose un poco para acariciarle la cabeza a la menor.

-Mi abuelito prometió que después iremos por un helado, ven con nosotros- claramente lo último pareció una exigencia, la niña le soltó y dio un par de pasos hacia atrás.

Jared se acuclilló, le extendió los brazos y ella supo qué hacer, pues se prendió a su cuello y el delta la alzo en brazos.

-Lo siento, hoy no puedo.

-¿Por qué?- infló las mejillas y frunció el ceño, parecía estar acostumbrada a salirse con la suya.

-Porque le prometí a alguien que le llevaría a pasear por la ciudad.

-¿A un amigo?

-Así es; Valentina, quiero presentarte a alguien- dijo Jared y giró para que ella pudiese ver mejor al beta, -él es un amigo muy especial, se llama Duncan.

El castaño le sonrió, extendió la mano en un gesto de saludo para que la pequeña la tomase y dijo, -Hola Valentina, mucho gusto.

La mirada de la niña viajó del rostro de Duncan a la mano que le ofrecía y viceversa, luego hizo una mueca de desagrado y repentinamente le dio la espalda, echándose sobre Jared para abrazarle por completo y enterrar el rostro en su cuello.

-¿Vale, no le vas saludar?- insistió el delta.

-No quiero- balbuceó desde su escondite.

Jared le lanzó una mirada de disculpa a su pareja, Duncan meneó la cabeza y sonrió levemente, dándole a entender que no pasaba nada, aunque no contaba con que las siguientes cinco palabras de la pequeña abrieran una herida que creyó ya no existía.

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