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Cuando sonó el despertador, sentí que no había dormido absolutamente nada. La cabeza me daba vueltas en lo que mis ojos intentaban acostumbrarse a la luz que se colaba por la ventana que olvidé cerrar anoche. Al moverme, todas las agendas y cuadernos que estaban sobre el edredón cayeron al suelo una por una, finalizando con la cartuchera.

—Maldición —mascullé olvidando por completo que mis cosas se encontraban allí. Odiaba cuando me quedaba dormida mientras escribía, porque luego todos los papeles de colores y hojas sueltas se desparramaban por doquier y me llevaba años acomodarlos.

Me levanté luego de unos minutos para recoger todo lo que estaba en el suelo, encendí la cafetera y tomé mis galletitas favoritas para sentarme en la mesada de la cocina con la mente ocupada en lo que había escrito anoche. Para fin de año debía presentar a modo de tesis, una historia corta pero original en la que se aplicaran los temas vistos en estos tres años. Al principio lo creí algo fácil ya que siempre tenía ideas de respaldo, pero luego de lo ocurrido en el bar, simplemente estaba bloqueada de formular una historia de mi agrado que contuviera una parte de mí en ella. El sonido del teléfono me obliga a bajar de un salto y correr hacia la sala de estar para contestar.

— ¿Hola? —pregunté aun masticando la galleta.

— ¡Elle!

—Hola tía, ¿qué cuentas? —respondí sonriente.

—Lamento molestarte desde las nueve de la mañana, pero quería saber si te gustaría cenar con nosotros por la noche —me invitó con su tono de voz gentil de siempre.

—Claro, no hay problema.

— ¿Segura? Sabes que si tienes planes con tus amigos puedes cancelarme, no quiero que te veas obligada a...

—No, no, de verdad, estoy libre —asentí interrumpiéndola—. ¿A las ocho está bien?

—Por supuesto —dijo sonando feliz—. Oye, ¿te molestaría traer de ese budín que compras siempre?

—Claro, ¿dos?

—Por favor. Gracias Elle, nos vemos, te amo.

—Yo también tía, yo también.

—Adiós —saludó feliz antes de finalizar la llamada. Bueno, al menos tendría en otra cosa que pensar.

Llegada la hora de la cena me sentía diferente, mis tíos siempre se mantuvieron cerca de mí y agradezco que me inviten a su casa cuando pueden.

— ¡Mira quién llegó Pam! —exclamó mi tío abriendo la puerta para abrazarme—. ¡Qué grande estás!

—Hola tío Miles —saludé regresándole el abrazo con fuerza.

—Pasa, pasa, Pam está finalizando los últimos detalles del pollo.

Al cruzar el umbral, el olor a vainilla invadió mis fosas nasales de manera satisfactoria, haciéndome recodar mi infancia en este lugar, tanto que uno de mis garabatos sigue intacto en la cocina. Me acerqué a él y lo sostuve entre mis dedos por unos segundos, recordé haber creado millones de mini libros con dibujos deformes, pero coloridos.

—Increíble que aún no hayan quitado esto de aquí —dije riendo a la vez que ambos se volteaban en mi dirección—. Ni siquiera sé que es —reí.

—No lo quitamos porque le da un toque al lugar y combina el color con las cortinas —bromeó mi tío en lo que mi tía lo codeaba. Ella se molesta si se meten con sus cortinas.

La cena fue más que agradable y pasar tiempo con ellos de alguna manera me despejaba de todo lo demás.

— ¿Cómo vas con la escuela? —preguntó Pam llenando su copa con más vino tinto.

—La universidad, querida, ya no es una niña. —corrigió Miles dándome una mirada cálida con sus ojos grises.

—Bien, los exámenes son algo difíciles pero no imposibles —comencé extendiendo mi copa vacía hacia mi tía para que la llenara de nuevo—. Estoy algo atascada en la escritura de la historia para la tesis final, aunque seguro se me ocurrirá algo.

— ¿Por qué no escribes algo sobre tus padres, Elle? —habló ella con un tono de voz suave y dulce, a modo que esa palabra no hiriera más de lo que lo hacía.

—Es... —tartamudeé unos segundos— Es algo difícil hacerlo. A mitad del relato me quiebro y no puedo seguir, como si no quisiera que los demás sepan de ellos. Estaba pensando en algo más... ¿Ficcional? —comenté en lo que la gran mano de Miles se colocaba sobre la mía y la apretaba en señal de apoyo por más que yo supiera que no era la única que los extrañaba, sino que para él, perder una hermana debe haber sido un dolor insuperable.

Mis padres fueron víctimas de un accidente de auto, cuando una camioneta en la que un ebrio conducía llevaba una maleta sobre el techo que se abrió de repente, cubrió el parabrisas y le impidió ver el camino. Es así que terminó sobre la acera por donde mis padres y dos personas más iban caminando. Mamá falleció en el acto, papá luchó unos días por sobrevivir en el hospital, pero su corazón falló días después. Mis tíos cuidaron de mí desde los nueve años y me han dado todo lo que pudieron, por lo que intento devolverles el favor cada vez que puedo.

—Gracias por haber pasado Elle y espero termines el trabajo —me saludó Pam una vez frente a la puerta—. Llámame si necesitas algo, son diez minutos en auto. —sonrió abrazándome con fuerza en lo que yo me aferraba más a ella.

—Nos vemos tía —mascullé una vez que volteó en dirección a la casa.

Al subir al metro, me coloqué los auriculares y le di play a la lista que Poppy compartió. Había casi doscientas canciones de cuatro años atrás que todos bailábamos o cantábamos a coro con nuestros artistas favoritos en los días adolescentes.

"All that you want's under your nose, yeah
you should open your eyes but they stay closed"*

Al oír esa parte de la canción, me di cuenta de que estaba en lo cierto, no estaba segura de si lo que quería se encontraba justo debajo de mi nariz, pero mis ojos sí estaban cerrados y sumergidos en el mundo del "qué pasaría si..." de todos los días; pensando en cosas que podría estar haciendo en lugar de trabajar en la tienda de discos, como por ejemplo, cumplir el sueño que no estaba nada cerca de mí.

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*"Todo lo que quieres está debajo de tu nariz, sí
deberías abrir tus ojos pero permanecen cerrados"

Writing ProcessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora