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El reloj rosa y dorado en mi muñeca marcaba las dos treinta y tres pm.

Eso quería decir que estaba llegando tarde por segunda vez en estos años. Corrí las últimas dos cuadras intentando sostener la mochila contra mi pecho que saltaba de un lado a otro en lo que observaba hacia ambos lados antes de cruzar la calle y evitaba ocasionar un accidente.

Cuando por fin me encuentro frente a la tienda, bajo el ritmo de mis pasos y, con una caminata rápida por los blancos pasillos, me escabullo hasta llegar a la pequeña máquina con un reloj para poder colocar mi tarjeta e indicar la hora de ingreso al trabajo.

—Vaya que corres rápido Hext —rio mi compañero de turno, Lucas.

—El metro se retrasó por la nevada de anoche al Este, creí que no llegaría —hablé en lo que me quitaba un pañuelo color rojo carmesí de alrededor del cuello y dejaba la chaqueta en el colgador.

— ¿Y cómo está Sam? —preguntó cruzándose de brazos en el umbral de la puerta.

—Mejor, dice que unos días volverá para hacerte compañía y a cantarte los villancicos que tanto te gustan.

— ¡Déjala en su casa entonces! Es detestable cuando comienza a cantar —reímos en lo que me colocaba el mandil color verde por sobre mi ropa y nos dirigíamos a la caja para atender los clientes.

Honestamente soy muy tímida, pero de alguna manera logré controlar el rojo ardor en mis mejillas que crecía cada vez más en lo que alguna persona me preguntaba por el precio de los elementos, que ahora amo trabajar en este lugar. "La legendaria tienda de discos al sur de California" o mejor conocida como Music Hall Co, se había convertido en mi segunda casa desde el primer día que ingresé con el puesto de trabajo asegurado.
Lucas y yo llevamos casi cuatro años aquí, esperando a graduarnos por fin y seguir con nuestras carreras profesionales en lo que tomamos este empleo como si fuera solo de verano, después de todo es solamente una ayuda para costearnos la ropa, las salidas y ayudar con las rentas.

—Disculpa, ¿tienen el nuevo cd de Green Bay? —preguntó una señora de unos sesenta años leyendo un pequeño papel en su mano en lo que yo sonreía y la guiaba por los pasillos.

—Espere un segundo —murmuré en lo que pasaba mis dedos rápidamente por las filas de álbumes hasta encontrar el disco que la señora pedía—. Aquí tiene.

—Oh, era Day en lugar de Bay —dijo riendo en lo que examinaba la pequeña caja en sus manos—. Gracias muchacha, adoro tu cabello por cierto.

—Gracias a usted y que tenga un bonito día —respondí en lo que miraba como la señora se dirigía a la caja donde Lucas la recibía con una sonrisa también.

En cuanto la tienda quedó completamente vacía, tomé asiento junto al mostrador donde Hannah se encontraba leyendo. Habían pasado largos minutos en los que estábamos riéndonos de fotos en internet hasta que la campanilla suena y tanto Lucas como Hannah voltean a mirarme.

—¿Qué? —dije a la vez que mi risa disminuía al observar sus expresiones.

—Ve tú, estás del otro lado del mostrador —se quejó ella haciendo pucheros en lo que me volteaba de mala gana en dirección a los pasillos.

De manera lenta, comencé a acercarme a los pasillos para asegurarme que todo esté en orden cuando noto que algunos vinilos están fuera de lugar y me dirijo a ellos para acomodarlos correctamente. Me distraigo observando la contratapa de un disco cubierta de garabatos negros y lo creativo que era cuando una voz me saca de mis pensamientos.

— ¿Tienes la versión deluxe de este álbum? —preguntó una voz grave haciéndome voltear con rapidez en lo que mis ojos fueron hacia la pequeña caja de plástico en su mano.

—Seguro, déjame ver en la computadora —hablé caminando hacia una pequeña tarima donde buscábamos álbumes entre otros—. Sí tenemos la versión deluxe, pero en formato vinilo —respondí volteando para verlo.

Pude notar cómo fruncía las cejas por encima de los lentes negros que le cubrían los ojos en su totalidad a la vez que llevaba su mano derecha hacia sus labios, luciendo dubitativo.

— ¿Lo tienes allí? —inquirió señalando el stand de vinilos donde había estado hace unos minutos.

—Sí, ¿quieres que lo busque...? —ofrecí volteando de lado para dirigirme hacia el estante.

—No está bien, yo lo hago. —dijo finalmente yéndose con paso decidido en busca de su álbum sin siquiera voltear a verme.

—De nada. —mascullé una vez que volteé en dirección al mostrador, donde ni Lucas ni Hannah se habían percatado de lo sucedido. Minutos después se acercó a la caja para pagar y retirarse por fin, de nuevo, sin agradecerle a Lucas y dejando la puerta mal cerrada.

—Quita esa cara, ¿quieres? Ven a ver esto —me retó Hannah volviendo su vista al celular al igual que mi amigo en lo que tomé mi módulo de literatura para terminar un trabajo.

Odiaba las personas que jamás agradecían, no porque crea que mi trabajo haya sido muy importante, sino por una cuestión de respeto. ¿Acaso sus padres no insistían tanto con ellos en estas cosas como casi todos?

En fin, espero no volver a verlo aquí, que sea la primera y última vez.

Writing ProcessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora