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—¿Y ahora qué? —pregunté en voz alta mientras que veía cómo las gotas de agua caían por los azulejos blancos hasta desaparecer por la pequeña rejilla de la bañera. Deslicé mi mano derecha sobre el tatuaje de clave de sol en mi muñeca y comencé a dudar acerca de Alex. Anoche estaba cansada pero consciente cuando fui con él, ¿no debería consultarle a su banda primero acerca de esto?

Me sentía como una estúpida al haberme visto frenética cuando me mostró sus ojos, maldita sea, solo eran ojos. Admito que eran bonitos y todo lo demás, pero verlo a él era como volver a ver una vieja película.
El personaje te resulta conocido pero no puedes descifrar de dónde lo conoces.

En lo que me cambiaba, dudé reiteradas veces en si debía ir o no, pero me sentiría mal dejándolo plantado porque la culpa no es suya.

Llegadas las diez, me encontraba sentada en una mesa con ambos codos sobre la misma en lo que intentaba no dormirme. Rogaba mentalmente que no estuviera enfermándome, sería lo último que necesito.

—Buen día —saludó él tomándome por sorpresa—. Iré por las bebidas, ¿quieres algo para comer?

—Un muffin de vainilla, por favor. —Pedí tomando mi billetera.

—No, no, luego me pagas —dijo arrojando el teléfono sobre la mesa—.Cuídame esto —habló rápidamente para correr hacia el pequeño local.

Acerqué el aparato a mí y no cesaba de vibrar. Millones de mensajes llegaban a cada segundo haciendo que todo tipo de ringtone se oyera, por lo que lo volteé para presionar el botón de silencio cuando un nombre en la pantalla llama mi atención; Nate Holly. Mi mente intentaba atar cabos sueltos al leer la pantalla, pero no pude ya que, en cuestión de segundos, Alex estaba de vuelta con dos cafés, un muffin y una dona gigante.

—Gracias —sonreí quitándole la tapa al recipiente para colocar el azúcar.

—¿Has podido dormir?

—No, los vecinos de arriba rieron toda la noche. ¿Tú?

—Algo —respondió quitándose los lentes para colocarlos en el cuello de su remera negra—. Al menos agradece que rieron y no estaban haciendo otra cosa —bromeó conteniendo una risa en lo que lo observaba con los ojos entrecerrados—. ¿Y? —comenzó jugando con los sobres de azúcar en la mano—. ¿Has pensado lo de ayer?

—Sí —dije jugando con el vaso entre los dedos—, y no voy a hacerlo —solté de repente haciendo que se petrificara y dejara que un poco de azúcar cayera sobre la mesa—. No quiero paga por ello y, si quieres mi opinión, este es un álbum de tu banda, deberían hacerlo ustedes. Es decir —bufé buscando las palabras—, una cosa es pedir ayuda con las rimas para hallar las palabras adecuadas, pero las letras deberían, no —me interrumpí negando con la cabeza—, tienen que ser suyas. —expliqué mirándolo a los ojos fijamente—. Así como te he aconsejado sobre la música lo hago con las lyrics, puedo ayudarte si es que aún quieres hablar conmigo, pero preferiría que ustedes las escriban desde cero.

—Yo... um... Entiendo, pero es... ¿estás segura? —reí ante la expresión en su rostro.

—Puedo ser tu musa si quieres, pero no escribiré todo una obra maestra por ti —reí bebiendo un sorbo de café.

Sus ojos se iluminaron repentinamente en lo que bajaba la cabeza y sonreía sin mostrar los dientes. Algo dentro de mí se removió a la vez que sentía una ola de calor recorrer mi rostro, alertándome de que en segundos estaría como un tomate, obligándome a llevar el recipiente con café a mis labios nuevamente en caso de que lo notara.

—No hay problema —soltó al cabo de unos segundos jugando con su teléfono sobre la mesa—, creo que tienes razón. Generalmente las canciones son buenas cuando el artista expresa lo que lleva dentro —explicó asintiendo para sí mismo—. Tienes razón, gracias Ells.

—¿Ells? —Inquirí colocando un mechón de pelo detrás de mí oreja.

—Oh, tu nombre es algo largo y se me ocurrió ese apodo —dijo y lo miré atentamente a la vez que procesaba el apodo en mi mente—. No lo tomes a mal, me encanta tu nombre, pero quería llamarte de alguna manera más corta. Y original —añadió rápidamente, tropezándose con sus palabras mientras yo lo observaba gesticular.

—No he dicho nada —argumenté ante su tono de voz defensivo y asustado mientras llevaba la taza a mi boca para beber café y evitar soltar una risilla.

—Al menos dime si te agrada, tus ojos dicen otra cosa —señaló mientras que yo aguantaba la risa.

—Alex —reí finalmente—. Estoy algo sorprendida porque es diferente a cualquier otro apodo que me han llamado. Es todo—sonreí cortando un pedazo de muffin con los dedos—. Gracias por tomarte tu tiempo para inventarlo.

—Por nada —suspiró dejando caer sus hombros tensionados a los lados de su cuerpo en lo que yo reía nuevamente—. ¿Qué? —inquirió dirigiendo sus ojos verde hacia los míos rápidamente.

—Parece que tienes miedo de mí —bromeé apoyando los codos sobre la pequeña mesita.

—No lo hago —masculló negando con la cabeza a la vez que yo asentía lentamente—. Sólo que intento entender tus expresiones.

Pasamos un buen rato hablando del estudio, del trabajo y de las fechas límite que tenía para presentar el álbum a la disquera, para poder arreglar algunas letras que tenía hechas aunque sin melodía o al revés.

—No puedo encontrar una palabra que rime, es desesperante —me quejé al fallar encontrar el sinónimo perfecto, cuando la cabeza de Alex se despega de la hoja frente a él y lleva su mano hacia su pecho para arrojarme sus anteojos con rapidez, haciendo que me asuste y lo mire algo confundida.

—Colócatelos, por favor —pidió en lo que tomaba todas las cosas de arriba de la mesa y las cargaba entre sus brazos para tomar mi muñeca derecha y, prácticamente, arrastrarme hasta su auto.

—¡Hey! —me quejé en lo que los lentes se movían de arriba hacia abajo mientras corríamos hacia la acera donde su auto estaba. Su brazo se extendió frente a mí para abrir la puerta del copiloto y, una vez dentro, cerró la puerta para correr hacia el otro lado y dejarse caer en el asiento con la respiración agitada—. ¿Qué rayos Alex? —chillé arrojándole las gafas en el pecho a lo que él trató de atajarlas ágilmente.

—Gracias por no titubear y seguirme, te debo una.

—¿Qué pasó allí? ¿Olvidaste algo en tu casa? —pregunté buscando su mirada con desesperación, vaya susto me había pegado. Tomó su teléfono y tecleó varias veces a la vez que jugaba con su labio inferior, nervioso por algo.

—No, sólo vámonos —habló seco encendiendo el motor de la camioneta, arrojando el aparato en el lugar del apoya vasos.

— ¿A dónde?

—Te llevo a casa, tengo que arreglar unas cosas con mi equipo.

No le quité los ojos de encima en todo el trayecto. Estaba tenso, preocupado y ahora lucía cansado. No sé si había visto a su ex o a alguien extraño que lo llevó a volverse paranoico. Su celular recibió varias llamadas y, aunque el altavoz del auto estaba conectado, no respondió. Una vez frente a los departamentos, frenó el auto y desbloqueó las puertas sin mirarme.

—Adiós —pronuncié algo confusa.

—Nos vemos, Ells —apenas pudo decir antes de que arrancara a toda velocidad, dejándome algo perpleja frente a la acera.

Cuando llegué a mi apartamento, dejé mis cosas sobre el sillón y me arrojé en la cama permitiéndole a mi cuerpo que pedía a gritos que le diera un respiro, relajarse unos minutos. Estuve tensa todo el trayecto y no me había percatado hasta ahora.

La alarma de mi celular indicaba que aún tenía pendientes varios trabajos de la universidad, por lo que encendí la computadora sobre el escritorio de mi habitación y giré mi cabeza de lado a lado para hacer que las punzadas en mi cuello se detuvieran. Cuando presioné sobre el logo de internet y el cursor titilaba frente a mis ojos, tecleé Nate Holly algo indecisa de querer continuar en caso de encontrar algo que no fuera de mi incumbencia por meter las narices donde no debía.
Al presionar la tecla Enter, no esperaba encontrarme con lo que apareció frente a mis ojos.

Writing ProcessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora