2

5K 253 1
                                    




—¿Recuerdas aquella banda donde todos vestían siempre los mismos jeans? —dijo una de mis compañeras riendo.

— ¡Sí! Espera, ¿cómo se llamaban? —preguntó agitando la mano en el aire como si tratara de recordar—. Tenían buenas canciones después de todo.

—Veo que el estudio va bien —rió otra de mis compañeras en lo que volvía su mirada hacia los resúmenes para el examen en la hora siguiente.

—Espera, espera, termina esa lista de Spotify y la compartes por el grupo, así podemos revivir la infancia.

Todas reímos al mismo tiempo al ver la expresión en la cara de Poppy sobre lo emocionada que estaba de haber vuelto unos años atrás en el mundo de la música en lugar de estar preocupada por el examen parcial que nos esperaba en tan solo unos minutos.

—Tienes apenas veintiún años, Poppy —le reprochó alguien detrás de nosotros en lo que ella le enseñaba el dedo medio con su mejor cara de desagrado, pero el silencio reinó en la sala cuando la profesora ingresó con un folio enorme en sus manos desbordado de papeles, el momento de tortura había llegado...

Luego de haber pasado dos horas y media con el trasero aplastado en una silla mientras la profesora hacía la devolución de los exámenes, regresé a casa justo a tiempo para tomar un baño, arreglarme e ir hacia el club donde nos veríamos con los chicos de la tienda; Hannah cumplía años y nos invitaba a todos a su disco favorita. Sabía lo mucho que significaba para ella el cumplir veintiuno y lo emocionada que estaba por beber alcohol sin culpa alguna toda la noche, así que decidí optar por ropa algo inusual que la haría feliz; me armé de valor para vestir con un body color negro y un jean azul ajustado.
Obviamente que de todas formas los ojos de todas las personas estaban en mi amiga y su vestido gris repleto de brillos que resaltaba sus atributos, hasta Lucas no podía evitar desviar su mirada hacia allí.

Un letrero con las palabras "you are exactly where you need to be" brillando en rosa neón contra una de las paredes del lugar, me hizo pensar en que realmente estaba exactamente donde debía estar, necesitaba despejar la mente de los ensayos, exámenes y el tema principal de mi trabajo para fin de año del que dependía nuestra aprobación.


En un momento comencé a sentirme algo incómoda, como si alguien estuviera mirándome constantemente, y me llevó unos segundos divisar a un chico con anteojos en la barra. Honestamente no sabía si me observaba o no, pero su rostro apuntaba en mi dirección y era una entre las pocas personas sentadas en las mesas a un lado de la pista así que creo haber estado en lo cierto. Se encontraba hablando con un señor de pelo canoso de unos cincuenta años, quien lo hizo regresar la vista al frente de la barra con un golpe en el brazo.

Habrán pasado largos minutos desde que tomé mi teléfono para continuar con la lista de canciones que habíamos creado en la universidad con mis compañeras hasta que una Hannah feliz, pero ebria, chocó contra la mesa negra haciéndome saltar del susto.

—Oye, ¿qué tal la pasas Eli? —me preguntó ella acercándose a mí con un vaso rojo en la mano.

—Bien. —mascullé elevando los hombros en lo que apagaba la pantalla del celular y apoyaba mis palmas sobre éste.

—Necesitas algo más de alcohol si solo te encuentras "bien"—dijo imitando comillas con sus dedos—. Yo busco algo fuerte para ti, ¿vodka o ron?

—No, no, deja que yo puedo —hablé apresuradamente en lo que armaba un mapa mental para poder pasar entre los cuerpos que se movían de un lado a otro en medio de la pista—. Permiso, perdón —mascullé apoyando mis manos sobre las espaldas sudorosas de personas desconocidas hasta chocar fuertemente contra alguien, haciendo que pierda la estabilidad debido a su altura y me tambaleara hacia adelante —Oye —me quejé—, ¿te encuentras bien? —inquirí tomando al chico por los hombros esperando a que se reincorpore para poder observarlo a los ojos pero, cuando se irguió, pude reconocer de quien se trataba. El chico de la tienda y sus anteojos oscuros.

Esta vez sus lentes tenían un marco dorado y se encontraba en un estado desagradable y algo lamentable. Cuando su rostro se encontró frente al mío, sentí como si estuviera analizándome, como si me hubiese reconocido.

—¿Estás bien? —volví a preguntar con las esperanzas de que pudiera oírme por sobre la música que explotaba mis oídos.

—No —masculló, mejor dicho, gruñó llevando los dedos índice y pulgar hacia el puente de su nariz, empujando un poco hacia arriba el elemento que me impedía ver sus ojos.

—Escúchame, sujétate de mis hombros y te ayudare a llegar a la barra, ¿de acuerdo? —dije observando su perfil en espera de una respuesta, hasta que asintió levemente y cargó todo su peso en mí aunque pude notar que estaba poniendo lo mejor de sí para no lastimarme. Tambaleándome e intentando mantenerme de pie para que no cayera con su enorme espalda sobre mí, logré alcanzar la chaqueta del hombre con el que lo había visto hace unos minutos, causando que voltee rápidamente y casi choque contra mi cuerpo.

— ¿Qué rayos...? —farfulló bajando del taburete con un salto, quedando aún más pequeño de estatura que la persona sujeta a mí. Con un ágil movimiento, tomó al chico por debajo de las axilas y lo recostó con fuerza contra su cuerpo a la vez que éste dejaba ir un suspiro pesado.

—Yo...

—Considera esta tu última salida. —habló contra la sien del bebido joven ignorando por completo mi presencia y el hecho de que lo había llevado hasta él.

Y en cuestión de unos segundos habían desaparecido por la puerta principal donde dos guardaespaldas del lugar los escoltaron hasta un auto gris estacionado frente al bar. Regresé a la mesa por mi cartera y campera e inmediatamente me retiré de allí. Una vez atravesado el umbral de madera, divisé al hombre canoso gritando al teléfono mientras que, desde el interior del auto, se podía ver la cabellera del chico ebrio impactar contra el cristal. Sin pensarlo dos veces, volteé a la izquierda y aguardé el bus que me llevaría a casa.

Writing ProcessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora