CAPITULO 10

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SANTO

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SANTO

La gran casa cuando estaciono está toda iluminada desde su construcción antaña, pero en perfecto estado como elegancia, sobre el fondo del inmenso jardín prolijamente cuidado con sus plantas y flores cuando llega la primavera.

Pero ahora cubierto de un fino manto blanco por esta primer nevada que está cayendo, es digno de apreciar sentado desde el interior de mi camioneta o por cualquiera que pasa por esta zona.

Como también, admiración por cada diseño arquitectónico en su granito y material, sobre esos grandes pilares en su frente sosteniendo esta, esculpidas en su momento a pedido por mi mismo abuelo en su juventud por manos artesanas y bajo su exigente mirada.

Como muestra de su afecto.

Devoción.

Y ese gran amor que tuvo por su joven esposa cuando se casaron.

Mi abuela.

Ni me molesto en cruzar sobre ese corredor de rosas y puente en madera ahora con nieve, que te llevan a la puerta principal atravesando casi todo ese basto jardín florido.

Lo hago por la de servicio que sin llave al abrirla, me recibe Pura.

La sirvienta de toda la vida de mis abuelos y nos conoce de niños, quien me ayuda con mi abrigo y mi gorra de lana, mientras le agradezco palmeándola a un hombro con cariño y le pregunto por seña por mi abuela mientras robo de una cuchara, un sorbo de la salsa que con su buen aroma a comida casera, invade la inmensa cocina haciéndose.

Y su reproche divertido llega por que está prohibido hacer eso, pero lo cambia por un rubor de forma rápida, cuando beso su mejilla y guiñando un ojo mientras robo del refrigerador una lata de cerveza y me dirijo a la sala, donde el sonido de esta abriéndola entre mis dedos se mezcla con la Nocturne No. 2 E flat de Chopin.

Sonrío.

Su compositor favorito con Vivaldi en lo clásico.

- No se hace esperar a una dama, Ezequiel... - Me reprocha severa por mi pequeña demora y llamándome por mi segundo nombre como siempre.

Espaldas a mí, sin verme.

Pero, sintiéndome llegar.

Sentada elegantemente en uno de los sillones en su tapiz verde musgo con diseños y sin levantar la vista de la lectura de uno de cientos de libros que posee de una biblioteca de un tercer piso de la casona y que tantas tardes después del colegio, juntos compartimos momentos de lecturas y debatiendo estas, tras el final de ellas acompañados de una taza de té con masas dulces.

- Pero los vale, si me demora de 11 minutos... - La beso sobre su prolijo recogido. - ...fue por la compra del dulce favorito de la dama... - Me justifico, dejando sobre su libro abierto en su regazo, su chocolate predilecto.

Y el golpe con el libro a una de mis piernas no se hace esperar, mientras tomo asiento frente a mi abuela dándome risa su regaño.

- Salamero. - Me dice tras el impacto y olvidando por un momento su refinamiento haciendo que ría. - Una flor dice más que mil palabras, como disculpas... - Me corrige, negando ante mi elección tomada a modo disculpas, pero guardando el chocolate en un pequeño bolsillito que tiene su lindo vestido elegante. - ...el chocolate engorda, Ezequiel...

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