MATILDA
A la mañana muy temprano y tras un desayuno calentito con mis padres.
Comienzo mi jornada demandante y a toda velocidad para tener casi todo listo, antes del prometedor almuerzo y presentación del profesor a mis padres.
Un jeans, mis botas de invierno de siempre y un ligero suéter haciendo a un lado mi ropa de dormir, es suficiente como puesto mientras con ayuda de una silla y sobre ella ya en mi habitación, busco mi maleta de un alto de mi armario.
La sacudo algo y abro su cierre depositándola en mi cama para empacar todo lo que voy a necesitar.
Ropa.
Documentación faltante y mi portátil personal.
Como también.
Alegría mientras desocupo cajones de mi escritorio de bolígrafos, cuadernos, libros y anotadores que van a mi mochila.
Mis pertenencias más queridas.
Dos portaretratos.
De mis padres sonrientes y abrazados junto a la chimenea.
Y acaricio la otra su imagen con mis dedos con amor.
La última de Clara y mía, juntas.
En una de sus últimas visitas y vacaciones, vísperas de las fiestas.
Siendo adultas pero como niñas sentadas sonrientes, sobre la alfombra de la sala y el gran árbol detrás de navidad abriendo nuestros regalos.
Y la abrazo con fuerza contra mi pecho.
Meses, antes de que su insuficiencia renal fuera extrema y nos tomara por sorpresa.
Seguido al jodido accidente.
Suspiro, guardando la foto de mis padres en el momento que siento el sonido ronco de una camioneta llegando a mi calle.
Corro hasta mi ventana entusiasmada, dejando la de mi hermana y mía, junto a mi cama arriba de la maleta abierta.
Y sonrío más, al notar que es la del profesor estacionando frente a mi casa.
Y no pierdo tiempo.
Después, seguiré empacando.
Salgo de mi habitación para descender las escaleras a su encuentro, pero bajo un rápido chequeo de un espejo de mi rostro y acomodando mejor mi pelo.
Soy veloz.
Y ni siquiera doy lugar a que Santo toque la puerta, abro esta y me lanzo a sus brazos.
- ¡Llegaste! - Le doy la bienvenida, besando su mejilla y a la vez lo impulso alegre sobre su asombro y mi risa, dentro de casa por el frío agotador de afuera y sin ánimo de apaciguar de la mañana tocando el mediodía.
ESTÁS LEYENDO
El Santo®
RomantizmSINOPSIS El mundo de él, era la tinta. Sobre una hoja o sobre la piel. El mundo de ella, era la lectura. En PDF o sobre un libro. Ella necesitaba, que la aloquen un poco. A él, que lo lleven por el buen camino. Cientos de kilómetros, nos lo separaba...