CAPITULO 18

1.4K 181 61
                                    

MATILDA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MATILDA

No sé, en que momento me dormí.

¿Sincera?

Tampoco voy a decirlo y contarlo, que fue como una narración romance de alguna novela.

Muchas de tantas que leí y amé.

Estilo, mis ojos pesaban tenuemente y de a poco los fui cerrando.

Hasta que fui vencida y sucumbí al sueño profundo por ese silencioso dios griego con alas, como la expresión lo dice y me entregué a los brazos de Morfeo.

No.

No fue así.

Porque, lo que menos quería era hacerlo.

Pero sí, reconocer.

Que su cometido se cumplió el de permitirme al dormirme, en huir de todos los agobios.

Los míos.

Y jodidamente bien, por más posición incómoda en ese espacio tan reducido como lo es el sofá.

Demás decir, con el profesor detrás y dueño con su cuerpo de casi todo el sector.

Sintiendo su pecho con esa simple camiseta que llevaba puesta, pegada a mi espalda y pese a mi abrigo.

Y hasta creo, que sus pies buscándome para cruzarlos con los míos y bajo la cobija.

Seguido de esa demandante posesión dominante y dormida de sus brazos hacia mi persona.

Y así, me dormí.

Sip.

No sé, como.

Y ni idea en que parte de mis movimientos, mientras quería deshacerme de su abrazo para poder escapar.

Pero lo hice.

La realidad es que así, fue.

Tranquila.

Soñando, pero no recuerdo qué.

Profundamente y como hace mucho no lo hacía de verdad y recargándome de energía como todo sueño reparador.

Vigor y ánimo que siento que mi rostro expresa, por más que soy despertada por algo punzando una de mis piernas, ya que me percibo una sonrisa en mis labios por tal siestita.

Punzada, que ya pica como me obliga a abrir mis ojos.

Y notar al hacerlo que esos desagradables toques incesantes.

Es.

Mierda.

El profesor con un dedo.

Que y pese, apenas su índice me toca la pierna bajo mis jeans.

Lo hace como si fuera el enter de un teclado y como tal su función, utilización para ejecutar los procesos más obvios.

En este caso.

El Santo®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora