6. Almuerzo "familiar"

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Se sentía atrapada, asustada, angustiada. Como un pequeño animal a punto de ser devorado por una fuerza descomunal, ante la cual, no podía oponer resistencia. Scorpius había colado sus manos por su espalda y bajo su blusa, mientras susurraba palabras que en su shock emocional, no podía entender.

Jugaba peligrosamente con el broche de su ropa interior, depositando ocasionales besos en su cuello, mezclados con suaves mordiscos que posteriormente le enrojecerían la piel, dejando en evidencia su delito.

–Detente –esbozó ella en una plegaria–. Van a llegar en cualquier momento.

El joven se detuvo y retrocedió la cabeza para poder observarla. Sus ojos demostraban una cierta contradicción en relación a su media sonrisa, que parecía indicar que estuviera pasándoselo de lujo con su nerviosismo.

Sin pizca de vergüenza, soltó.

–¿Y? personalmente a mi no me importa. Me da igual que nos descubran, quizás, hasta sería mejor para ti. Te liberarías de tantas mentiras y podrías disfrutar de mi atención sin limitaciones.

Hermione lo maldijo para sus adentros. El recondenado crío era demasiado cínico, y era muy posible de que en realidad poco le importara que se develara el escandaloso desliz que había tenido con ella, su profesora, muchos años mayor que él.

Scorpius tenía una clara ventaja. Él consideraba que no tenía nada que perder. Se jugaba el todo por el todo, y podía llegar a rozar límites que ningún otro chiquillo de su edad se atrevería ni siquiera en pensamientos. ¿Por qué se había obsesionado con ella? ¿Por qué una y otra vez mencionaba una "venganza" cuando estaba a su lado?

Sintió una lengua deslizarse desde la clavícula hasta su lóbulo, provocándole un respingo, mientras sus brazos se volvían de gelatina, que por más que lo empujaran, eran incapaces de quitárselo. Una batalla de su razón con sus instintos, que claramente estaban ganando los segundos.

–Por favor... –gimió de nuevo–. No aquí, no en mi casa.

–En tu casa lo hace más interesante, Hermione –susurró contra su oído–. Aunque debo admitir que esta posición no me permite recorrerte a cabalidad.

Quiso gritar de rabia, hechizarlo, pero su voluntad no era lo suficientemente fuerte... hasta que el sonido de un plop proveniente de la sala de estar la alertó de la llegada de su familia.

Sin pensárselo dos veces, lo pateó a ciegas dándole en una canilla y lo empujó por los hombros con violencia, bajándose con la agilidad de un gato del lavaplatos. Notó que su pantalón había quedado húmedo por el agua que estaba salpicada en la orilla, y respiró hondamente tratando de desaparecer el rubor de sus mejillas. No necesitaba mirarse al espejo, las sentía ardiendo.

Sabía que Scorpius le dejó ganar la partida por el momento, y lo vio soltar una pequeña carcajada mientras la miraba tratar de desaparecer el desastre con su varita.

Y eso era solo el comienzo. Lo que vino a continuación fue todo un caos.

El grito que puso Ron en el cielo cuando supo que el novio de su pequeña era de la familia Malfoy se escuchó en toda Inglaterra, y el ambiente se puso aún más tenso al momento de sentarse en la mesa y verse obligados a mirarse las caras entre sí.

–Mamá, ¿qué le pasó a tu cuello? –preguntó inocentemente Hugo, mientras Hermione le servía un trozo de carne.

–Alergia –mintió con una rapidez que la sorprendió–. Es sólo alergia, cariño, no te preocupes.

El invitado ahogó una risa con una falsa aclaración de garganta y, afortunadamente, nadie notó la mirada repleta de odio que la dueña de casa le dedicó.

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