15. Acto fallido.

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Ni bien se separó de ella, dejándola con la palabra en la boca, que fue a grandes trancos al armario de escobas para usar el portal y regresar a la mansión, total, era viernes y nadie notaría su ausencia gracias a esa estúpida fiesta que en secreto habían planeado un grupito de alumnos y donde casi toda su sala común asistiría. Pero él no. Él solo tenía un objetivo y ese era encontrar a su padre y asegurarse que éste no llegara a la cena con su profesora de Transformaciones. Tomaría su lugar y se aseguraría que él lo supiera, como una forma de venganza directa, ya que complotar a sus espaldas no había dado resultado.

Maldijo su suerte cuando se dio cuenta que el mayor de los Malfoy no se encontraba en el lugar. Al parecer, desde el castillo no había regresado, y no tenía la certeza de que fuera a pasar por allí antes de su cena. Así que se dirigió a su despacho y revisó su agenda semanal, la cual estaba abierta de par en par encima de su escritorio. "Mascarada Bullstrode" estaba marcado para esa noche, desde las ocho, por lo que presumía que su padre se aparecería una hora al menos por esa fiesta, la cual había comenzado hace solo media. Según tenía entendido, la señora Millicent era brava y una de las inversionistas más poderosas de su empresa, por lo que su progenitor no le haría un desaire a esa mujer, conocida por su rencorosa personalidad.

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Y si algo cuidaba su padre, eran sus negocios.

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Hurgueteó en la despensa privada, esa que estaba detrás de un cuadro en su oficina, donde sabía que encontraría lo que necesitaba. A pesar de haber heredado sus habilidades en materia de pociones, no tenía tiempo para preparar algo por su cuenta, así que desde ahí hurtó dos frascos de multijugos y una duerme músculos con una dosis para tres horas todas, justo lo necesario para ejecutar su plan. En uno de las multijugos colocó un pelo propio y un extracto de ajenjo para retardar la transformación. En el otro sumergió un cabello de su padre, el cual tuvo que extraer de su peineta para luego beberse el contenido hasta el fondo.

Sintió un extraño sabor dulce en la poción, antes de que ésta hiciera efecto y comenzara la transformación. A medida que sus huesos se iban ensanchando y alargando, una sensación de vacío se apoderó de su estómago, la cual solo creció al comprobar su reflejo en el espejo. Era él, ¡por todos los hechiceros! tenía sus facciones, y solo quería auto-patearse en el suelo por ello.

El recuerdo que le había entregado su padre era un bocado de lento mastique y con el pasar de las horas solo crecía su enfado. Si su madre era efectivamente una loca manipuladora, su deber como padre era protegerlo, ¿no?, pero él solo optó por el camino fácil. Menudo idiota había puesto la mitad de su ADN.

Sacó de su armario un traje que no levantaría sospechas y de su propia habitación extrajo una máscara que le tapaba la cara por completo, una que su abuela Narcissa le importó para Halloween directo desde Japón. Se trataba de kitsune, según tenía entendido, un espíritu del bosque del folklore nipón representado por un zorro, al cual se le atribuían distintos significados. Sin embargo, lo que más le gustaba de kitsune era que en los cuentos -también traídos por su abuela, lo único bueno que tuvo alguna vez su padre para darle- se aprovechaba de su capacidad de metamorfosearse para cometer travesuras. Y eso era exactamente lo que él haría.

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Una muy grande y dañina travesura.

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Consiguió sin problemas la dirección de la fiesta y llegó hasta ella enmascarado, siendo detenido por el guardia que estaba a la entrada.

–¿Invitación? –ladró el sujeto, que parecía el vivo retrato de un gorila.

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