7. En público.

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"En cualquier momento perdería la consciencia, ¡por todos los hechiceros! rogaba por perderla. Su garganta inflamada de tanto gritar era el menor de sus padecimientos, pues sentía los ojos inyectados en sangre y los huesos fracturados, astillando su carne desde adentro, traspasando su piel.

La mirada enloquecida y burlona de Bellatrix Lestrange la humillaba desde arriba, saboreando una pausa entre crucio y crucio, relamiendo sus labios como una sádica hambrienta de su sufrimiento, deseosa de ver hasta dónde podía llegar antes de romperla y transformarla en una muñeca de trapo inservible.

-No desesperes, sangre sucia. Voy por un regalo para ti y vuelvo -escuchó que le decía con sorna, y luego el sonido de sus pasos al alejarse.

Trató de levantarse pero le fue imposible. Todo le daba vueltas y no era capaz de mover un músculo. No podía enfocar la vista ni pensar con claridad. Definitivamente, esa noche creyó que perecería. Fue entonces que de pronto percibió como una presencia se agachaba a su lado, tomando su mano para estrujarla y confortarla.

-Resiste, Granger. Vendrán en cualquier momento por ti. Dobby los ayudará -le susurró una voz familiar.

Quiso responderle, pero tenía los labios secos y la lengua rasposa. También quiso pedirle que no retirara su mano, pues no quería sentirse sola, pero tampoco pudo hacerlo. El sonido in crescendo de los tacos de la mortifaga les alertó del peligro, y la presencia se desvaneció de su lado, dejándola a merced de la asesina. Por muy valiente que fuera Hermione Granger, ya no se sentía capaz de recibir otra maldición, y temblaba como una hoja al viento ante la inminencia de una nueva ronda.

-Quizás ahora sí quieras decirme cómo obtuviste la espada de Godric Gryffindor, maldita impura -siseó antes de hacerle el primer corte, arrancándole otro alarido en su trémula voz.

Sin embargo, mientras la mujer escribía con sangre en su brazo, dentro de su cabeza solo sonaba una palabra, "resiste", la que permitió que no enloqueciera hasta que la ayuda llegó..."

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Se separó de ella y de inmediato se alejó hasta el otro extremo de la habitación, dejándola de una pieza. Hermione por inercia se llevó las yemas de los dedos a los labios sin dejar de mirarlo atónita, procesando todo a la velocidad de la luz.

Los hechos acontecidos en la mansión Malfoy los había bloqueado de su memoria, es más, de solo recrearlos, temblaba automáticamente. Incluso en su oportunidad nunca tuvo claro si esa presencia que la ayudó con una sola palabra a no enloquecer hubiera realmente existido, de hecho, hasta ese momento, creía que era producto de su imaginación. Pero no, todo calzaba, y lo extraño era que ese beso forzado destapara el recuerdo, develando la identidad de la persona misteriosa. ¿Acaso él le había dado aviso a Dobby?

-Fue tu culpa -le espetó el rubio teñido de rencor, sacándola de sus pensamientos.

Hermione parpadeó desorientada y fijó su vista en el hombre. Lucía molesto. Consigo mismo y con ella. Su expresión facial parecía tallada en piedra y sus ojos grises centelleaban en una mezcla difícil de descifrar.

-Te dije que te callaras. No tengo nada que explicarte, no te debo nada, por el contrario -prosiguió malhumorado-. Tan solo procura cumplir con el trato de no volver a enredarte con mi hijo, no me importa cómo lo logras, ese es tú problema, ya que tú te metiste en esto. Es más, no puedo creer cómo un chiquillo te tiene en su poder de esa forma tan absurda, se suponía que eras inteligente, encuentra la solución.

La mujer escuchaba sus reclamos pero parecían cruzar de una oreja a la otra, sin mayor importancia. Entre la revelación y el beso, le costaba procesar algo adicional. Su cerebro estaba marcando ocupado.

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