8. ¿Conveniente? embriaguez

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Cerró El Profeta con una mueca cargada de satisfacción en el rostro. Todo iba perfecto esa mañana para Draco Malfoy, pues cada detalle había resultado tal como lo había planificado, cosechando un triunfo, aunque faltaban dos.

De momento, logró que el unineuronal de Krum se obnubilara como un imbécil con la presencia de Granger, permitiendo el traspaso del jugador que necesitaba con una sencillez absurda, como quitarle un dulce a un niño. Casi se sintió mal. Casi. Si no fuera porque lo odiaba con el fuego de mil soles, y así había sido desde el baile de navidad del Torneo de los Tres Magos.

El descarado todavía babeaba enfrentado a ella, y si no necesitara hacer funcionar ese negocio, lo habría hechizado de frentón por la desfachatez con la que trató de seducirla toda la noche, aunque dudaba que Granger lo hubiera notado. De solo recordar la sonrisa embobada que ostentaba mientras le hablaba como un descerebrado, le daban ganas de enterrarle su aristocrático puño en plena nariz. Total, ya la tenía deforme.

Asumía que su desvergüenza se debía a que estaba al corriente de la situación sentimental de la mujer, pues insistía en que lo fuera a visitar en verano, a lo cual ella respondía esbozando una diplomática sonrisa. Al parecer, hasta en Bulgaria era noticia lo ocurrido entre ella y la comadreja, un divorcio demasiado publicitado a decir verdad, aunque era lógico, considerando de quienes se trataba.

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Sin embargo, eso le daba certeza de que la noticia de su salida juntos se esparciría como peste, gatillando sus otros dos objetivos.

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Primero, mandarle a su hijo un mensaje, pues dudaba que hasta entonces supiera que ya había movido sus fichas en esta absurda pelea en donde él, por supuesto, resultaría ganador. Después de todo, conocía al crío y sabía que perdería los estribos al no poder continuar con su venganza.

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Incluso sabiendo que sus acciones ya le habían reventado el corazón.

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Segundo, obstaculizar un eventual regreso de Weasley. Draco Malfoy era un hombre de recursos y tenía informantes por doquier. Es por ello que se enteró antes incluso que la propia Hermione Granger, que el malnacido de su todavía marido tenía intenciones de implorar su perdón. Era sumar dos más dos, y supo que ya se había arrastrado cuando la vio volver de esa "cena familiar" con el talante perturbado.

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Esperarla fue un infierno durante esas horas, tanto por Weasley, tanto por Scorpius.

Y solo recordarlo le provocaba una jaqueca del porte de su propia mansión.

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Cerró los ojos y trató de enfocarse en su momentánea victoria, recordando la noche recién pasada.

Rió. Por Salazar que tensa estaba esa mujer mientras caminaba a su lado durante la fiesta, arrimada del brazo, prácticamente clavándole las uñas. Su cara estaba tan estirada que en cualquier momento se trizaba como una muñeca de porcelana estrellándose contra el piso, pero al menos, nunca hizo el amago de llevarle la contraria, ni una sola vez.

Obedeció de una forma tan solicita a cada cosa que parecía otra persona, aunque sabía que en el fondo solo lo hacía por temor a ser denunciada y que llevaba cuenta de todas las cosas que no le habían parecido para reclamárselas después. Por ejemplo, cómo la afirmaba por la cintura para llevarla de grupo en grupo de negocios o cómo en ocasiones, respondía por ella solo para fastidiarla.

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Si tan solo no hubiera aceptado esa copa...

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