18. Me quedo

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N/A: Feliz cumpleaños Anais, querida amiga. Tqm <3.

N/A2: Para quienes no han leído "Tu Verdugo", "El Diario de una Máscara" y lo que va de "Fragmentos de otro yo", este capítulo parecerá muy extraño. Perdonen, pero así estaba pensado desde un inicio :(. También perdonen la demora en actualizar :(. Soy lo pior. 

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Pasó la noche del domingo devorando cada libro existente en la sección prohibida, como un maldito ratón de biblioteca, tratando de encontrar algo que le permitiera torcer el juego a su favor. Porque no. No creía las palabras de ella. Estaba seguro de que, si efectivamente hubiera nacido antes, ella sería de él y de nadie más. Por algún motivo, estaba convencido de que lo único que impedía que ella le correspondiera era su puta edad. Nada más. 

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Hermione Granger solo se estaba conformando con su padre. 

Eso tenía que ser.

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–Es una pésima idea –una voz grave lo hizo dar un brinco de la silla donde se encontraba sentado y caer junto al libro de viajes en el tiempo que sostenía entre manos.

Luego de soltar una hilera de maldiciones por el susto y por el golpe en el coxis, Scorpius elevó su mirada filosa hacia el causante del accidente. Un hombre alto y fornido enfundado de ropas negras que se mimetizaban con la oscuridad. No veía su rostro, pero podía advertir que tenía facciones cuadradas y unos ojos que brillaban en la oscuridad, tan hipnóticos como escalofriantes. Por instinto, experimentó un súbito temor, que su orgullo rápidamente tragó en un semblante indiferente bien ensayado.

–¿Quién eres? ¿te mandó mi padre acaso? –espetó levantándose y tomando unos pasos de distancia del sujeto, sacando su varita para protegerse de él.

–Claro que no, Scorpius –respondió el otro, sin verse afectado por su reacción–. Tu odio hacia él es un bicho insignificante si lo comparo con cuánto lo detesto. Ergo, no me mandó él ni nadie. Sólo vengo a evitar que cometas un error. A ayudarte a hacer las cosas bien.

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¿Cómo sabía su nombre? ¿Cómo había entrado al castillo sin ser detectado? Una puntada de desconfianza aquejó sus pulmones, mientras observaba como el hombre se acercaba hasta que la varita desenfundada le quedó incrustada en el hombro izquierdo.

–Baja eso –añadió, con un tono burlón que disfrazaba una amenaza–. Te vas a picar el ojo.

Scorpius dejó caer lentamente su muñeca, aún indeciso si seguir entablando una conversación con ese completo extraño o bien, arrancar lo más lejos posible de su vista. Nada bueno podía resultar de eso, pensó. Ya era extraño que un alumno estuviera ahí en plena noche, iluminado por una insignificante vela, para que dicho panorama se volviera aún más sospechoso con alguien que no era ni estudiante ni profesor. Además, la sala se encontraba insonorizada, así que, si las cosas se tornaban color hormiga, nadie escucharía sus gritos.

–¿Quién eres? –repitió a la defensiva, estrujando la varita entre sus dedos, aunque ahora apuntaba al piso.

–Un viejo amigo de tu padre o, mejor dicho, un viejo enemigo –respondió él con una torcida sonrisa–. Tengo cuentas pendientes con él. Unas que traspasan cualquier universo o realidad.

Scorpius frunció el ceño, confundido.

–¿Qué pretendes?

El aludido tomó asiento donde solía estar Scorpius y con un ademán de mano, le indicó al joven que se posicionara al otro extremo de la mesa. Scorpius avanzó vacilante hasta llegar a aquel sector y poco a poco, flectó sus rodillas para quedar sentado frente a él. Sus ojos se engancharon entre sí, como dos piezas de un engranaje. "Extraño", comentó en su cabeza el muchacho. Aquel hombre parecía tener orbes tanto verdes como avellanas.

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