3. La propuesta.

695 48 16
                                        

Lo había evitado. Y Merlín era testigo de cuánto le había costado.

Llevaba casi nueve días escabulléndose como una cobarde de un crío de diecisiete años, que la perseguía con la mirada, tratando de encontrar un momento a solas para atormentarla. ¿Qué diablos quería? Ya había caído ante sus encantos como una tarada, ya había traicionado todos sus principios y se había convertido en una inmoral, en una delincuente. ¿Qué más quería? ¿Enloquecerla? ¿Trastornarla?. Escondió la cara entre ambas manos, frustrada, ¿cómo había sido capaz de cometer semejante barbarie? Era impropio de ella. No se reconocía.

En una forma muy retorcida, se sintió halagada cuando el chico comenzó a atosigarla con cartas y miradas meses atrás, el día que todo comenzó. De alguna forma, se sintió atractiva, joven otra vez, una reacción que Ron Weasley, su marido, hace bastante tiempo había dejado de conseguir por irse a copas con otras. Suspiró. Cuando di el "sí" hace tantos años, vestida de pulcro blanco y sin haber conocido hombre, nunca pensó que su matrimonio se iría por el retrete y que sería él, su querido Ron, aquél a quien amaba y odiaba al mismo tiempo, quien tiraría la cadena para la perdición de ambos. Ya todo estaba muerto en su relación.

Suspiró desganada. Su vida era una reverenda mierda.

Un suave toc toc la sacó de sus pensamientos, y tras la puerta de su despacho, apareció una cabellera roja y brillante. Rose, su hija mayor, ingresó a paso lento, retorciendo las manos entre si, con una expresión de preocupación en su pecoso rostro.

–Mamá... ¿es cierto lo que dicen? –susurró, tomando asiento en el sofá, al lado de su madre–. ¿Es verdad?

Hermione Granger tragó espeso, pensando lo peor. ¿Se habría enterado de su desliz? ¿Scorpius habría alardeado de haber tenido sexo con una profesora? ¿O Malfoy ya la había denunciado?

–¿Qué es lo que dicen, amor? –preguntó con falsa tranquilidad, temblando como una hoja por dentro.

–Que le enviaste la petición de divorcio a Papá.

Una ráfaga de alivio recorrió su alma. No era tan grave después de todo.

–Sí, cariño, así fue –respondió, acariciándole el pelo con ternura–. ¿Cómo lo supiste?

–Rita Skeeter.

La castaña frunció el ceño, preguntándose como esa alimaña seguía viva, y notando que era la primera vez que publicaba algo cierto de ella. Claro, no quería imaginar en qué términos habría dado a conocer la noticia, ¿con quién la habría relacionado esta vez? ¿Con Harry de nuevo? ¿Con Krum? .

–No te preocupes, Mamá –se apresuró a decir la muchacha, al ver su expresión pensativa–. Entiendo, también Hugo. Lo único que nos interesa es que sean felices, aunque estén separados, es lo mejor para ambos. De verdad, por nosotros no se preocupen. Además, hace tiempo que ambos llevan vidas a parte.

Hermione sonrió al escucharla. Definitivamente, a pesar de todo, había criado unos hijos de los que se sentía completamente orgullosa. Ambos eran lo suficientemente maduros como para comprender la situación y no verse afectados –en demasía– por ello. La acercó por la nuca y depositó un maternal beso en su frente, agradeciéndole con ello su comprensión.

–Gracias hija.

Rose se encogió de hombros y le sonrió, enlazando sus manos a las de ella en una señal de apoyo.

–Habiendo solucionado esa duda, Mamá, ¿puedo preguntarte algo totalmente fuera de contexto?

–Claro, mi vida, dime.

VendettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora