Mi secuestro

4.2K 216 71
                                    

Después de escribir un poco en wattpad me fui a dormir, me molestaba conmigo misma porque sabía que tenía muchos proyectos pendientes de la universidad y prefería estar leyendo y/o escribiendo en esa aplicación. Suspiré tallándome los ojos por el sueño.

Mañana será un laaaargo día.

Pensé mientras dejaba mi celular y mis lentes en la mesita de noche a lado de mi cama y apagaba la luz del techo.

Un agarre fuerte me despertó de un lindo sueño que estaba teniendo. Por un segundo creí que eran mis padres, despertándome a media noche para darme algún tipo de sorpresa, pero rápidamente caí en la cuenta de que mis padres jamás harían eso, esperarían hasta el día siguiente, cuando yo ya estuviese despierta. Además, no era mi cumpleaños como para que me fueran a regalar nada. Una mano me sujetaba por la cintura apretándome contra la cama y la otra estaba en mi boca. Empecé a sacudirme cuando me percaté que presionaba un trapo contra mi nariz y labios, el cual olía raro y muy penetrante. Peleé por unos interminables 10 minutos hasta que quedé inconsciente.

***

Mi cabeza daba vueltas.

– Se está despertando, vuelve a dormirla. –dijo una voz que se oía lejana. Sentí como volvían a presionar el trapo con olor desagradable sobre mi nariz.

Volví a desmayarme.

***

Me desperté tan mareada que creí que iba a vomitar. Me encontraba en un cuarto muy oscuro.

Por favor, que todo eso haya sido un sueño. Por favor. Por favor.

Aún tenía la pijama. Suspiré aliviada. Nadie me había secuestrado ni violado. Giré a mi izquierda para tomar mi celular y ver la hora, debía ser de madrugada. Forcé la vista para intentar encontrar aquel condenado aparato, o al menos mis lentes. Pero ni siquiera había mesita de noche.

Miré a mi alrededor para estar segura de que seguía en mi habitación.
No lo estaba.
Bajé de la cama tan rápido como pude viendo todas las paredes. No había ventanas, ni mis pósters de películas, ni siquiera el escritorio frente a la puerta. Empecé a entrar en pánico. Al mover el pie escuché un ruido metálico. Tuve que ponerme de cuclillas para ver bien lo que lo ocasionaba. Una cadena amarrada a mi tobillo. Me puse de pie dando unos pasos hacia atrás como si pudiese alejarme de mi propio pie. Mis ojos estaban tan vidriosos que veía aún menos.

– ¡Auxilio! –gritar fue lo único que se me ocurrió– ¡Ayuda! –sabía que la cadena no alcanzaría pero igual intenté llegar hasta la puerta. Seguí gritando hasta que escuché unos ruidos afuera. Me callé al instante. Pocos segundos después un hombre entró. No estaba muy lejos pero yo estaba tan ciega que él sólo me parecía una mancha borrosa.

– ¿Te gusta? –preguntó la mancha frente a mí–. Lo hicimos para ti, aunque tardamos más de lo esperado.

– ¿Qué? Por favor déjenme salir, no le diré a nadie, lo juro. –el hombre se acercó tanto que su rostro se hizo más claro. Pero la oscuridad del lugar no me ayudaba en nada. Puso su mano en mi cuello y me empujó hasta chocar contra la pared. Pegó su nariz a mi mejilla.

– ¿Te han dicho que hueles muy rico? –preguntó lamiéndome el pómulo.

– ¡Por favor, no! –mis manos estaban en la suya, aunque no apretaba mi garganta del todo, prefería que no me tocara.

– Thomas, basta. –se escuchó una voz desde la puerta. El hombre me soltó y se alejó unos pasos de mí riéndose mientras yo lloraba.

– No aguanta ni una bromita. –se quejó el primero. Sentía que conocía aquellas voces pero no sabía de donde.

– Por favor –me dirigí al hombre que acababa de entrar que, para mí, aún no tenía rostro–, déjenme ir.

– No haremos eso –caminó hasta ponerse a la altura del otro–. Tenemos muchas cosas de qué hablar y vas a ayudarnos con este... pequeño problema.

– ¿Hablar? ¿Problema? ¿En qué los puedo ayudar yo? No los conozco. –no entendía nada pero prefería distraerlos y que hablaran a que me violaran o mataran.

– ¡Oh! ¡Vamos! –exclamó y caminó hasta situarse de nuevo a lado de la puerta. Prendió la luz. Cerré los ojos un instante y los abrí lentamente hasta que pude acostumbrarme a la luz– ¿Acaso no reconoces a tus propias creaciones?

– ¿Qué? –ni siquiera podía ver sus rostros con claridad, entrecerré los ojos forzando mi vista. Para mí solo lucían como manchas borrosas, claro, uno más pálido que el otro. Los hombres, molestos de mis inútiles intentos, se acercaron tanto a mí que sólo estaban a un paso de distancia. Entonces los reconocí ¿cómo no hacerlo? Llevaba años escribiendo sobre ellos– ¿Christian? ¿Thomas?

Más allá de las letras #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora