Daniel

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Supongo que se pusieron a cavar algún hoyo cerca de la casa porque me dejaron amarrada con la anciana en el suelo por un largo rato.

– Ok –ambos hermanos entraron a la habitación–, tú la cargas por los pies y yo por los brazos.

– ¿Y por qué yo de los pies? –se quejó el pelinegro.

– No llores y hazlo. –Christian puso los ojos en blanco. Thomas se giró para mirarme, yo aún tenía mis manos atadas con cinta a la cabecera y de la cintura para abajo estaba desnuda.

– ¿Abrirías las piernas para mí? –preguntó el hermano mayor sonriendo–. Solo para deleitarme la vista.

Fuck you. –respondí volteando a ver el techo.

Is that an insult or is a to-do list?

– Thomas, –Christian llamó su atención– sujétala de los pies.

Al salir de la habitación solo pude escuchar sus pesados pasos caminando hacia la salida de la casa, de repente unos fuertes golpes.

– ¡¿Por qué hiciste eso?! –Christian sonaba muy molesto.

– ¡Es más fácil que ruede por las escaleras en vez de que la bajemos cargando! –se justificó Thomas– Ya está en la planta baja, ¿sí o no?

– Idiota. –las voces de los hermanos se fueron alejando hasta desaparecer.

Después de una hora Christian apareció en la habitación para soltarme. Sin decir nada salí del cuarto, el castaño me siguió de cerca. Entré a la cocina, abrí el refrigerador y saqué una jarra de agua (la cual había llenado el día anterior) y me serví el líquido en un vaso para poder beberlo. Sabía que comentar sobre lo que acababa de pasar no iba a dejar nada bueno.

***

Había pasado una semana. Estaba sentada cambiando de canal en la televisión cuando apareció la película de Batman, al ver una escena en la que salva a un niño rubio recordé a Daniel.

– Christian. –lo llamé.

– ¿Sí? –llegó con un plato de salchichas el cual miré como dejaba en la mesita del centro. No era una gran fan de los embutidos.

– Hasta ahora han salido todos los personajes que he matado en mis libros, ¿no? –asintió– ¿De casualidad no apareció también Daniel? –en ese momento acababa de meterse un pedazo de salchicha a la boca, así que al escuchar mi pregunta empezó a toser como si se fuese a ahogar. Bueno, realmente se estaba ahogando. Me recargué en el sillón sin intención de ayudarlo. Pasé mi pierna derecha sobre mi pierna izquierda y empecé a quitarme la mugre que estaba bajo las uñas de mis manos. De repente vi un pedazo de salchicha volar por los aires; lo seguí con la vista hasta que cayó al suelo. Miré asqueada a Christian.

– ¡Uff! –exclamó aliviado secándose el sudor de la frente–. Thomas mandó a un sicario a matarme sin éxito y por poco lo logra un pedazo de salchicha... –una esquina de mi labio se levantó sonriendo por aquel tonto chiste.

– Bueno –lo miré–, ¿Daniel también apareció en este mundo? –vi que su mirada se desviaba. Me incliné hacia él.– ¿Christian?

– Sí... También apareció aquí. –respondió tragando saliva notablemente incómodo.

– ¿En dónde está?

– Yo... Esto... Es complicado, Lokiia, no lo entenderías.

– Yo te creé, te entiendo más que cualquier otra persona. –asintió aunque no muy seguro de querer explicarme lo que había pasado con aquel niño.

Más allá de las letras #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora