"Querida, tienes que comer algo."

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Mi cabeza daba vueltas, sentía que iba a vomitar de nuevo, pero no lo creí posible pues mi estómago probablemente no tuviera nada más que sacar. Mantuve los ojos cerrados por un minuto disfrutando de la sensación del agua cubriendo mi cuerpo. Sentí que alguien levantaba mi mano con cuidado y empezaba a acariciarla. Lentamente abrí los ojos. La luz quemó mis retinas, parpadeé un par de segundos. Bajé la vista a mi pecho. Estaba completamente desnuda en un jacuzzi, el agua estaba rosa por la combinación del líquido con la sangre de mi amiga.

– Decidí darte un pequeño baño porque estabas toda sucia. –la voz de Christian sonó a unos centímetros de mí. Levanté la cabeza. Él seguía acariciando mi mano, asegurándose de que toda la sangre se quitara, incluso de debajo de mis uñas.

Con violencia alejé mi mano de él. Me puse de pie y salí del jacuzzi. Tomé la toalla más cercana, la cual no media ni un metro, para taparme.

– Lorena, tranquila –se puso de pie, entonces me di cuenta de que él también estaba desnudo. Mi corazón subió hasta mi garganta al imaginarme lo que pudo hacerme mientras estaba inconsciente–, sé que... –di unos pasos hacia atrás. Como estaba goteando se formó un charco de agua que causó que me resbalara golpeándome el trasero. Solté un grito– ¡Lorena! –el castaño corrió hacia mí. Me arrastré lejos de él con lágrimas en los ojos. Agarré la pequeña toalla para poder cubrir un poco mi cuerpo aún en el suelo. Christian tomó una toalla más grande y la extendió para enseñármela–. ¿Quieres taparte? Ven aquí. –no me moví. No quería acercarme a él. Caminó hacia mí. Me volví a arrastrar lejos de él hasta que choqué de espaldas con la mesita de vidrio que se hallaba en la sala. Logró rodearme con la toalla y abrazarme. No pude evitarlo y me solté a llorar. Estuvimos así por varios minutos hasta que me ayudó a ponerme de pie. Me llevó a la cama y me hizo sentarme mientras él buscaba ropa para ponerme. No me moví. No podía.

– Creo que esta combinación es linda –dijo colocando varias prendas a lado de mí. Ni siquiera me molesté en ver lo que había elegido–. Oye –se puso de cuclillas frente a mí tocando mi rodilla con una mano causándome un escalofrío–, nunca permitiría que Thomas te hiciera daño, y mucho menos como lo que le hizo a Montse, lo sabes, ¿verdad? –. Quería golpearlo, en serio, porque para él lastimar solo era algo físico. Llevó una mano a mi mejilla lo cual me hizo dar un pequeño brinco, movió mi cabeza para que mi rostro quedase frente al suyo–. Me importas mucho. –se incorporó y me plantó un beso en la frente. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Apretando la toalla para que no se me cayera me puse de pie y miré la ropa que estaba en la cama. Iba a ponérmela cuando un mechón húmedo de cabello se posó ante mi vista. Una gota roja cayó en las sábanas.

Sin decir nada tomé las prendas y me dirigí al baño. Abrí la llave del agua fría, me senté en el suelo, abracé mis rodillas y lloré de nuevo. Al mirar a la derecha vi, a través del vidrio que separaba el baño de la recámara, a Christian sentado en la cama, observándome. Aunque en el cuerpo básicamente ya no tenía sangre, ríos de agua rosa caían de mi cabello, los miré hasta que salieron completan transparentes.

Después de que yo me bañase él también lo hizo. Ya vestida me senté en la cama viendo mis piernas.

Así estuve todo el día. En la noche no pude dormir, cada que cerraba los ojos veía la imagen sangrienta de Montse. Lloré al menos tres veces en la madrugada. Al día siguiente mis ojos estaban hinchados y yo moría de sed.

– ¿Quieres cambiarte de ropa? –preguntó Christian. Desde el día anterior tenía las mismas prendas. Me tallé los ojos antes de sentarme en la cama y abrazar mis rodillas con la misma pose en la que había estado todo el día anterior, mi espalda me estaba matando. Al ver que no le contestaba suspiró y sacó ropa del armario para él–. Vamos a desayunar –se paró enfrente de mí. No me moví. Sin delicadeza me sujetó del brazo y me jaló para que bajara de la cama–. Ponte zapatos –me quedé parada viendo fijamente el hermoso paisaje que se veía a través de la ventana–. ¿No quieres? ¡Bien! –. Me arrastró del brazo hacia la salida.

Al instante en el que mis descalzos pies tocaron el húmedo y helado pasto me arrepentí de no haberle hecho caso al castaño. El camino desde la casa hasta el mini-restaurante se me hizo eterno. Cada paso era como si miles de agujas congeladas se me enterraran en las plantas de los pies.

Cuando llegamos al lugar fue un alivio, pues no solo mis pies se estaban congelando sino todo mi cuerpo ya que no me había puesto ni un abrigo.

Me sentó en una silla. Miré el plato.

– Hoy tenemos tacos –me informó–. Es más bien la comida, puesto que ya son casi las dos de la tarde y tu no quisiste levantarte a la hora del desayuno. Es tipo bufet, así que puedes servirte los tacos que quieras... –no me moví. Aprovechó para amarrarme el enredado cabello en una coleta mal hecha–. ¿Quieres que yo te sirva? –no contesté. Agarró el plato frente a mí y se lo llevó. Regresó con tres tacos y un vaso de agua de jamaica la cual me terminé en tan solo unos segundos. No había bebido nada en más de 18 horas. Christian fue de nuevo a la barra de tacos pero esta vez para servirse los de él. De repente unas manos apretaron con tal fuerza mis hombros que me hicieron dar un brinco.

– Hola, pequeña –escuché la voz de Thomas pegada a mi oreja–, hace más de un día que no te veía por acá. –todo mi cuerpo empezó a temblar y mis ojos se pusieron llorosos. Sentía que no podía respirar. El pelinegro se sentó en la silla a lado de mí manteniendo un brazo sobre mis hombros. Christian apareció y se colocó al otro lado de la mesa, frente a mí.

– Querida, tienes que comer algo. –dijo el hermano menor.

– ¿No quiere comer? –preguntó el otro.

– No, no ha comido nada en más de un día y medio...

No podía poner atención a su conversación. Miraba los pedazos de carne y, aunque sentía como mi estomago rugía suplicando por comida, quería vomitar.

De la nada Thomas se puso de pie, sujetó mi cabello con fuerza y tiró hacia atrás haciéndome soltar un grito de dolor y sorpresa lo cual aprovechó para agarrar un puñado de carne de mis tacos e introducirlo a la fuerza en mi boca, tapándomela después para que no pudiera escupir. Me llevé las manos a las suyas intentando que me soltara.

– Mastica –ordenó. Cerré los ojos con fuerza empezando a patalear y a golpear la mesa–. ¡Hazlo! –lentamente empecé a mover mi mandíbula de arriba a abajo temiendo ahogarme–. Traga. –acaricié mi cuello para darle a entender que mientras tuviese la cabeza inclinada hacia atrás no podría hacerlo. Sin soltar mi cabello regresó mi cabeza a una posición normal. Tragué la comida con mucho esfuerzo. No me había dado cuenta de que Christian se había puesto de pie, pero no estaba haciendo nada para que su hermano me soltara. Mis lágrimas mojaron las manos el pelinegro–. Ahora, vas a comer absolutamente todo lo que hay en tu plato, ¿de acuerdo? –asentí lentamente. Thomas me soltó sonriendo y volviéndose a sentar en su silla al igual que Christian–. ¿Ves? –volteó a ver a su hermano– ¡Así de fácil era!

Mis manos no dejaron de temblar hasta que terminamos de comer y el pelinegro se alejó de nosotros.

– Oye –el hermano menor intentó llamar mi atención–, ¿a dónde quieres ir? Podemos ir a la piscina si gustas –me ayudó a ponerme de pie sujetándome suavemente del brazo, me aliviaba poder respirar de nuevo–, o tal vez a montar un poco –soltó una pequeña risa mientras salíamos del restaurante–. Lo siento, me imaginé a Tom diciendo algo así como "si quieres yo te monto". –no me pareció gracioso, y mucho menos después de lo que acababa de pasar.

Durante varias semanas no le hablé a ninguno de los dos hermanos. Christian me forzaba a comer, mínimo, una vez al día, pero se aseguraba de mantenerme bien hidratada. Podía apostar que los pocos kilos que había logrado subir en las últimas semanas los había vuelto a bajar. Ya no tenía ganas de hacer nada, no quería comer, ni nadar, ni hacer ejercicio. Solo quería quedarme acostada en la cama y morir de una vez.

Más allá de las letras #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora