¿Ahora ya crees Maddie?

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Apenas pude tranquilizarme comencé a pensar en lo que debía decirle a Kendall, cómo conseguiría que me cuente la verdad. Tras reflexionar un rato, bajé rápidamente las escaleras, creí que volaba, pues mis pies apenas rozaban los escalones, me avalancé hacia la puerta y con brusquedad la abrí, cerrandola de igual forma, estaba decidida y con los pensamientos en orden, no debía dejar escapar esta oportunidad. Golpeé con entusiasmo la puerta de mis vecinos, y con mucha amabilidad Charles me atendió y me invitó a entrar. Su casa era una mansión, candelabros colgaban del techo, e iluminaban perfectamente la sala color rojo sangre, la cual estaba adornada de una forma exquisita, con algunos cuadros de artistas famosos, estanterías llenas de libros, sillones negros aterciopelados y cortinas color manteca. Era una maravilla, y no lograba entender por qué Kendall nunca me había invitado a entrar.
-Deberás disculpar a mi hijo, cariño- dijo Vivian saliendo de la cocina, tan elegante como siempre -salió hace un rato, pero comentó que regresaría pronto, si quieres puedes esperar en su habitación.
Consideré la idea de la señora Langdon, además podría aprender sobre los gustos de su hijo, finalmente acepté.
La habitación de Kendall era negra, como lo esperaba, pero tenía algunas decoraciones en blanco y gris, lo cual le otorgaba una increíble prolijidad. Todo estaba sumamente ordenado, no parecía el cuarto de un adolescente, pues ni carteles de bandas, dibujos absurdos, o algo de desorden tenían lugar en su alcoba, y por un momento me sentí ridícula al pensar en mi habitación. Lo único colorido que había en el lugar, era un cuadro, una bella chica de cabellos oscuros y ojos color miel estaba dibujada en él, era asombroso, y cuando me acerqué para apreciarlo mejor, noté que el artista que lo había creado era el mismísimo dueño del cuarto. Mientras estaba admirando la obra de arte, Kendall entró por la puerta.
- ¿Qué hace una chica tan hermosa en mi cuarto?- aquello me hizo esbozar una pequeña sonrisa, traté de no caer en sus redes, debía despejar algunas dudas. Él notó mi frialdad, pues continuó -Maddie, ¿qué ocurre?
-Necesito explicaciones- le contesté en tono firme -hoy algo muy raro me ocurrió, y me dijeron que acudiera a ti para aclarar las cosas- como él no dijo nada, yo continué -unas hermanas trillizas consultaron a mi padre esta mañana- al decir eso, los músculos de su cara se tensaron -me pareció extraño que tuvieran tantas coincidencias con las hermanas de tu relato, así que decidí escuchar la sesión, y la historia que le contaron a mi padre era idéntica a la que me contaste en el bar, excepto por el final- él sólo tensó aún más su mandíbula.
-¿Y qué tengo que ver yo?- preguntó con seriedad.
-Tu nombre surgió, cuando una de las hermanas se apareció en mi cuarto. Dijo que hacía bien en no temerle a los fantasmas, pero me indicó que tuviera cuidado con el asesino. Te cuento esto porque ella me explicó que tú podrías sacarme las dudas- al oír mis palabras, Kendall se volteó soltando un bufido, y le dio un fuerte golpe a la puerta de su armario, lo cual consiguió que me sobresaltara.
-¿Qué te ocurre?- le pregunté alterada. Él se sentó en la cama y me miró fijamente, de nuevo la oscuridad se había apoderado de su mirada.
-No debías enterarte... no así... no ahora... yo encontraría el momento- dijo apartando la mirada y sacudiendo su cabello.
-¿De qué hablas?
-No me conoces Maddison, no sabes nada de mí, y por culpa de las Williams estoy obligado a contártelo todo- comentó mientras se levataba de la cama y caminaba de un lado a otro del cuarto.
-Espera... ¿las conoces? Dijiste su apellido, Kendall- le pregunté algo desorbitada. Él no había querido nombrarlas, lo hizo por equivocación, se le escapó, pero eso ocasionó la oportunidad perfecta para que me contara sus secretos. Se acercó hacia mi y me hizo un gesto, indicandome que me sentara en la cama.
-¿Crees estar preparada para escuchar otra historia?- lo miré confundida, y él lo notó -Debes dejarme contarte una historia, así comprenderás- yo asentí y Kendall continuó- Hace muchísimos años, cuando apenas se había fundado el pueblo, llegó aquí un hombre, en busca de refugio, pues la policía lo perseguía donde quiera que vaya. Balltown fue perfecto, nadie conocía este pequeño pueblito en ese entonces, y por lo tanto, nadie vino a buscarlo. Él era un asesino a sueldo, mataba a cambio de dinero, pero disfrutaba viendo como la vida de sus víctimas se perdía en un suspiro. Esto ocasionó que luego, comenzará a matar por placer. Le quitaba la vida a cualquier persona que llegaba al pueblo, estaba obsesionado por la sangre y el terror, pero un día, sacó el cuchillo frente a la persona equivocada. Intentó matar a una talentosa bruja, y esta, ante tal agresión, embrujó al pueblo, haciendo que por cada muerte que aquí ocurra, el espíritu de la víctima viva en Balltown, y castigó al asesino y su familia, otorgándoles la inmortalidad, e impidiendo que salgan del pueblo. Por lo tanto, el culpable debe convivir día a día con sus víctimas, consiguiendo que su eterna vida se vuelva insoportable.
Yo no supe cómo asimilar esa historia, no podía creer que fuera verdad lo que Kendall me decía -¿Es una broma?- le pregunté sin más preámbulos.
-No, Maddison- me contestó muy secamente. Sus ojos inspiraban sinceridad, pero el relato que acababa de contarme era sumamente fantástico, estaba aturdida, no sabía qué hacer.
-Eso es imposible, Kendall- le dije, aunque en realidad, fue más para convencerme a mí misma que a él.
-No Maddie, las trillizas que hoy te visitaron eran las mismas que las de mi historia, son sus espíritus los que acudieron a tu padre. Y las alarmas del otro día, pudieron ocacionarlas las otras almas en pena que habitan en Balltown, ¿comprendes?- asentí sin decir más, pues una extraña idea se estaba formulando en mi cabeza.
-Kendall... tú... ¿también eres uno de ellos?- le pregunté asustada.
-No, mi estancia aquí en el pueblo surge de algo más complejo, no soy un simple fantasma Maddison- dijo entre risas e intentando tranquilizarme. Yo suspiré aliviada, y él se acercó a mí en busca de un abrazo. El calor de su pecho pudo disipar cualquier duda, y por primera vez en el día, me sentí segura.

Darkness.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora