Darkness.

Dudas fantasmales.

Los días que siguieron me dediqué a estar más tiempo con mis padres, terminamos de desempacar y decorar la casa, así mi padre estaría listo para recibir pacientes, pues el dinero se nos estaba acabando y ya tenía varios turnos dados.
Un lunes por la mañana, cuando bajaba a desayunar, me topé con tres hermanas idénticas, que se encontraban de pie en la sala de mi casa, al pasar, ellas dijeron a coro y con una voz angelical -Buen día Maddison.- yo saludé con un gesto, fue todo lo que pude hacer, el terror me había congelado, cómo podrían esas trillizas saber mi nombre, y lo que me resultaba más extraño aún, era que esas muchachas se parecían a las del relato del bar, vestimenta extravagante, joyas por doquier, y un acento francés que quedó resonando en mi cabeza, ¿serían posibles tantas coincidencias? Seguí mi camino, crucé la sala con la mirada de las hermanas fija en mí, y cuando por fin llegué a la cocina, le pregunté a mi padre -¿Quiénes son las tres muchachas que están en la sala?
- Mis primeras pacientes, ¿son llamativas verdad? Creo que vienen de Francia.- contestó mi padre con agrado. Estaba feliz por comenzar a trabajar, pues al final, ese era el motivo por el que dejamos Los Ángeles.
Mi padre acompañó a las muchachas hacia un cuarto que habíamos preparado en forma de consultorio, la curiosidad se apoderó de mi cordura, y decidí quedarme tras la puerta para escuchar la sesión. Tres voces con distintas tonalidades sonaban desde adentro, y mi padre comenzó a preguntar -Ustedes son las hermanas Williams, ¿verdad?.
-Así es señor Montgomery. Yo soy Samanta.- contestó una de las hermanas, y las otras siguieron -Mi nombre es Olivia.- dijo la otra -Y yo soy Rebeca.- agregó la última.
-Cuentenme qué las trajo aquí señoritas, pues para acudir a mí es porque deben tener algún inconveniente.- siguió mi padre. Si no me equivoco, la que contestó fue Rebeca -Dígame algo Señor Montgomery ¿alguna vez se ha enamorado profundamente de alguien?
- Por supuesto, mi esposa es el amor de mi vida.
-Bien- siguió Rebeca-entonces nos entenderá cuando le narremos nuestra historia.-
Samanta intervino tomando la palabra -Hace algunos años llegó al pueblo un hombre llamado Camilo Buenaventura.-tras decir el nombre de aquel muchacho las tres suspiraron, Samanta continuó -Él era muy apuesto, y las tres estabamos en busca de su atención.
-Problema de hermanas.- interrumpió mi padre.
-No- siguió Olivia -no tuvimos ningún inconveniente, las tres decidimos compartirlo. Y eso funcionó, hasta que por un infortunio Camilo nos dejó, y nosotras quedamos destrozadas.
Las tres hermanas comenzaron a llorar, yo me aparté de la puerta, la historia era muy similar con la de Kendall, no lograba entenderlo, estaba perpleja ante tal situación. ¿Sería que Kendall cambió el final de su historia y el único que murió fue el hombre? O... No, la otra opción no podría ser real. Pero... tantos detalles, Kendall no podría inventarlo. Con millones de dudas, subí a mi cuarto, no solo estaba sorprendida, sino que de nuevo estaba asustada. Alguien golpeó mi puerta, una de las trillizas estaba para frente a mí, la idea de cerrarle la puerta en la cara era tentadora, pero algo me impedía hacerlo -Maddie, cariño- dijo dulcemente la muchacha -me comentaron que no le tienes miedo a las historias del pueblo. Eso está muy bien, los fantasmas no podrán hacerte daño, solo podemos molestarte. Pero... ¿Qué me dices del asesino? ¿Aún no descubriste quién es?.
-N-no comprendo.- dije titubeando.
-Solo debes preguntarle a tu vecino, pero cuidado, quizás descubras cosas de él que no te gustaran.- me explicó Samanta mientras se alejaba de mi puerta, volviendo a la sala.
¿Qué había querido decirme con aquello? ¿Qué tenía que ver Kendall? Y... ¿fantasmas? Las sienes me retumbaban, y un nudo en mi pecho aumentaba a medida de que más dudas surgían.
Debía hablar con Kendall, él tenía que aclararme esto.