Capítulo III: Primer Contacto.

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Bajé las escaleras, buscando a mi supuesto líder. Por un momento, me llegué a arrepentir de unirme a esto de la Guardia. Pero sabía que, quizás, esta sería la forma más rápida de encontrar a mi madre en este mundo. Podría aprovechar para salir a misiones, y de esa manera, buscar pistas acerca de su paradero.

Vi un grupo de gente reunida cerca del lugar donde estaba esa persona a la que tendría que obedecer por un largo tiempo. No podía ver mucho porque parecía haber un grupo de chicas alrededor de él, muchas de ellas exclamando su nombre a manera de gemido. Lo que pude distinguir es que era posible que se llamara Nevra, porque lo otro que entendí fue Negra y no creo que se llame así.

Esperé un largo tiempo a que su posible club de fans se largara para que por fin pudiese tener mi maldita cama para dormir ahí y ahogarme en lágrimas en mi pequeña y cómoda almohada. Los otros ya se habían podido ir con sus respectivos líderes, pero nuestro querido jefe parecía más divertido disfrutando de la atención de las chicas que ni siquiera había visto su rostro aún. Suspiré molesta, y me di media vuelta. No esperaría un segundo más a que ese gigoló se desocupara.


—Perdónalo, no siempre es así de mal líder.— escuché una voz bastante dulce detrás de mí. Dulce, pero bastante varonil.

—Vaya jef...— no pude terminar mi oración porque la vista frente a mí me había dejado sin palabras.


Un hombre alto, de cabello rubio y un mechón más oscuro justo en el frente. Ojos verdes llenos de emociones distintas que te perdías en ellos al instante. Sus facciones eran una perfecta armonía igual que su voz; facciones varoniles, pero bien detalladas, como si se tratara de una escultura. Y, joder, su maldita sonrisa podía conmigo.

Al darme cuenta de que ya llevaba tiempo viéndolo, agité la cabeza de lado a lado, sintiendo mis mejillas arder de repente. Me sentí torpe por un momento. ¿Qué estaba pasando? Yo no era de ponerme así por un chico que acababa de conocer, pero... él tenía ese algo que me impedía comportarme como usualmente era. Me atontaba, en pocas palabras.


—P-Perdón, fue descortés de mi parte quedarme viéndote como tonta.— di un paso hacia atrás, sintiendo que incluso le quitaba su espacio vital con mis tonterías y acosos.

—No te preocupes, linda.— su sonrisa me causó un escalofrío por todo el cuerpo. —Todo esto debe ser nuevo para ti, ¿no? Escuché de ti en el refugio. No cualquiera da su habitación a un niño que no conoce. Me enorgullece que alguien así esté en la Guardia.— literalmente no escuché nada de lo que dijo por concentrarme en el sonido de su voz.

—¿T-Tú trabajas aquí?— pregunté con las mejillas aún sonrosadas, procesando mis palabras poco después. Por como actuaba, seguro era de alto rango. —¡Perdón! Digo... ¿usted en que guardia está?— al decir esto soltó una leve risa. Ay, apenas lo conocía y ya metí la pata.

—No es necesario que me hables de usted.— comentó, recargándose contra uno de los pilares. —No creo ser tan señor aún.—

—Oh, de acuerdo, eh...— hice una pausa, indicando que aún no conocía su nombre.

—Leiftan.— un nombre hermoso para un hombre guapísimo. —Corrígeme si estoy mal, pero eres Aerye, ¿no?—

—S-Sí.— me sentía patética. No podía hacer más que tartamudear cuando me hablaba. —¿Podría preguntarle...?— agité la cabeza de nuevo, como intentando conectar mi cerebro de nuevo. —Digo, ¿preguntarte algo?—

—No muerdo, tranquila.— sonrió de una manera que calmaba hasta el mar más picado. —Puedes preguntarme lo que quieras, sólo que, si es algo de Miiko, preferiría que fuera en secreto porque después me regaña.—

—Es un poco sobre eso... ¿cuál es tu papel en la Guardia?— pregunté ocultando mi curiosidad lo mejor que pude.

—Soy parte de la guardia Brillante, así que espero que no te metas mucho en problemas.— rió levemente, y no pude evitar sonrojarme, por lo que bajé la mirada. —Parece que tu líder ya se desocupó. Espero que podamos hablar con más calma después.— levanté la vista, y me di cuenta de que era cierto.

—Sí, yo igual. Gracias, Leiftan. Nos vemos.—


Ese corto contacto con ese hombre me tenía como caminando en las nubes. Una parte de mí, la parte coqueta quizás, no se arrepentía de estar en un lugar donde 3 de cada 2 hombres son guapos. Si no tuviera sentido común y me comportara como un animal, ya me hubiera lanzado a más de uno.

Cuando había caído de mi nube de hombres guapos, me di cuenta de que todos los nuevos reclutas que pertenecían a mi guardia ya no estaban. Palidecí al instante, y comencé a buscar por todas partes. En el laboratorio estaba un chico azul explicando no sé qué, y su mirada de desaprobación me dijo inmediatamente que me largara. Fui a la forja, y no había nadie. La enfermería, los jardines del cuartel, e incluso salí al bosque a buscarlos. Pero no había absolutamente nadie.

Comencé a desesperarme y preocuparme. ¿Me despedirían por no llegar a la primera... junta de la Guardia? ¿Acaso despedían gente aquí? ¿A dónde iría si me sacaban? ¿Me tirarían al bosque con todo y dignidad? ¿Y si me comía alguna clase de lobo? Joder, ¡que sólo tenía 19 años!

Fue entonces que recordé un pequeño detalle. Había buscado por todos lados, menos en uno; el calabozo. No era un lugar muy bonito para llevar a los nuevos reclutas, pero era mi última opción. Si un criminal me hacía algo podía pedir una indemnización de diez mil euros y todo arreglado.

Me dirigí hacia ese lúgubre lugar, las gotas que caían se podían escuchar tan fuerte como si cayesen sobre tu oído. Logré escuchar voces, pero no tantas como deseaba. Seguí bajando con el corazón en la garganta y lista para mi primer regaño en mi primer día trabajando. Al llegar al final de las escaleras, me escondí, intentando distinguir voces. Era algo ridículo, pues no conocía a nadie, pero podía saber mínimo cuantas personas estaban ahí. Una chica, seguramente adolescente. Y la voz de un chico que... uff. Su voz era ronca, pero no exageraba. Era esa combinación entre ronca y dulce. Varonil, pero tampoco tosca.

Aquí o estaban guapos, tenían voz hermosa o las dos cosas.

Me asomé un poco, y al ver que ninguno de los dos parecía el líder, decidí retirarme. Estaba segura de que sería algún señor cuarentón y gruñón, no podía ser una adolescente de cabello bicolor o el chico que estaba de espaldas.


—Alto ahí.— la voz del chico me interrumpió en mi escapada, por lo que bajé poco a poco, pero sin acercarme, sólo quedándome en la escalera. —Ven aquí.— su voz era estricta y bastante exigente, por lo que no pude evitar seguir sus órdenes. Incluso si seguía de espaldas, inspiraba... miedo con su voz.

—No me he robado nada ni he entrado a un lugar prohibido... que yo sepa.— me crucé de brazos, pero seguía detrás de él. No tenía el valor para verlo a la cara.

—Pero llegaste muy tarde a la introducción, reclu...— se volteó hacia mí, y se quedó callado al verme. —¿Cuál es tu nombre?— su voz había cambiado de repente, a una que me atrevía a llamar como sensual.


La chica con la que estaba hablando puso los ojos en blanco, observando al chico con total desaprobación. Por sus facciones similares, era muy fácil descifrar que eran hermanos. Aproveché ese cambio de humor para observarlo; cabello azabache y ojos grises.

Maldita sea, era mi debilidad esa combinación. Siempre había amado el cabello oscuro y ojos claros.


—¿Por qué tendría que dártelo?— mi actitud sacó lo mejor de mí y lo fulminé con la mirada. Sentía que me observaba de una manera no muy limpia y eso me irritaba.

—¿Será porque soy tu jefe, niña bonita?— contraatacó con una sonrisa socarrona.

—¿¡Qué!?— chillé, incrédula. —¿¡Un mujeriego como está a cargo de una guardia!?— la chica estalló con una carcajada, pero él no parecía para nada feliz.


Aerye, deja de meter la pata.

Re;Birth [Eldarya] (Re;Birth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora