Capítulo IV: Un Día Agotador.

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—Aún te faltan 8 vueltas, ¡Forstner!— golpearlo, triturarlo y dárselo de comer a animales salvajes. Eso me incitaba a hacer cada vez que me recordaba cuantas vueltas me faltaban.

—Es FÖRSTNER, ¡con diéresis en la o! ¡Pronúncialo bien!— a pesar de sentir las piernas molidas, me salía del corazón las ganas de darle la contra.

Pronúncielo bien, mi estimado líder.— corrigió con una sonrisa maligna en sus labios.


No sé cuántas vueltas llevaba ni cuántas me había puesto a hacer; sólo sé que mi comentario le dio en las capas más profundas de su ego. A pesar de que la chica estaba completamente de acuerdo con lo que yo decía, el señor a quien tendré que llamar líder de ahora en adelante se había puesto furioso. 

Lo que estaba haciendo ahora era mi supuesto castigo por faltar a varias de las normas de la Guardia; llegar en tiempo y forma a los entrenamientos, así sea sólo un curso introductorio a algo, y, la que él decía era la más importante;

Respeto al líder de guardia.

¿Por qué tendría que respetar a un chico que seguramente se la pasaba mirando culos en su tiempo libre? ¡Mínimo en este rato era para que me mostrara que en realidad merecía el respeto que tanto exigía! Si no fuera porque me amenazó con sacarme a patadas del cuartel general y exiliarme de la Guardia de Eel, seguramente le hubiese sacado el dedo medio cuando me dio la orden de correr por todo el sendero de arcos hasta que él se cansara de verme correr.

Sentía mis pulmones escocerse por dentro, mi garganta me ardía y las piernas ni se diga. Agradecía tener una condición física un poco arriba de lo normal, si no, estaría muerta desde los primeros 10 metros de correr. Sin darme cuenta, cada vez que terminaba volteaba a verlo, o más bien, lo acribillaba con la mirada como último intento de amenazarlo y que me dejara ir a morirme en la ducha para enterrarme en mi habitación poco después.


—Muy bien, hasta aquí.— en cuanto dio la señal, paré, dejándome caer al piso con la respiración agitada. Mi cuerpo entero estaba ardiendo y dudaba que pudiera levantarme hasta dentro de una semana.

—Alguna... ¿cosa más...?— pregunté con todo el sarcasmo que podía entonar con mi poca energía.

—De hecho, sí.— se sentó al lado de mí, fingiendo que se ponía a pensar en mi próximo martirio. —Veamos... ¿qué otro castigo te daré por las miles de reglas que rompiste?— la forma en lo que lo decía no me daba ni una pizca de confianza.

—Ni loca me acostaría contigo.— mi fuerza de voluntad fue mayor que mi desgaste energético de hace poco y me levanté para sentarme, acribillándolo por enésima vez con la mirada.

—¿Quieres otras 20 vueltas, niña?— frunció el ceño, aunque estaba sonriendo. Sí, el sentimiento de matarnos era mutuo.

—Nev, no jodas. ¡Llevamos media hora esperándote!— el hombre de cabello azul de hace un rato caminó en nuestra dirección, y el idiota de mi líder se levantó.

—Estaba lidiando con ciertas niñas rebeldes.— sin vergüenza alguna, me volteó a ver, y su acompañante soltó una carcajada.

—¿No eres la que se metió sin tocar al laboratorio con cara de que estaba más perdida que Kero hablando con una mujer?— no entendí su referencia del todo. Es decir, Kero habló bien conmigo.

—Es probable.— me paré, dispuesta a irme ya que el idiota de mi líder estaba ocupado. —Ya que acabamos, me voy.— justo cuando me di la vuelta para irme, me tomó del brazo.

—Hey, una cosa más.— su mirada se tornó severa. —Si no estás entre los 100 mejores este mes, te despido. Aquí tienes la llave de tu habitación,— tomó mi mano, forzándome a agarrar la bendita llave. —asegúrate de conservarla.— dicho esto, se largó con una sonrisa.


Espera, ¿dijo entre los 100 mejores? Pff, eso no parecía para nada difícil. Sólo tenía que asistir a los entrenamientos y todo eso, ¿no? Debería pensar mejor en sus amenazas para la próxima vez.

Me dirigí hacia el cuartel general, donde suponía que estaban las habitaciones. La mía era la número 43, y suponía que era de esas habitaciones que no estaban ni muy lejos, pero tampoco cerca. Un bello intermedio entre ambas, y agh, como odiaba los intermedios. Hubiera preferido dormir en la habitación más arrinconada y que nadie pasara por ahí, pero no todo en esta vida se podía hacer a mi manera.

Al llegar al bendito número, metí y giré la llave con cierta desconfianza. Una parte de mí no le creía al vampiro idiota, y suponía que era la llave equivocada. Pero por suerte, mis suposiciones eran incorrectas y giró a la perfección, por lo que me metí, aventando los zapatos hasta donde dieran. Mis cosas ya estaban ahí, y para ser sincera, la habitación no tenía absolutamente nada de vida.

¿En serio valía la pena decorarla? Si lo hacía, estaba aceptando que me quedaría aquí de por vida. Si no lo hacía, me quedaría con un cuarto sin vida.

Bueno, hiciera lo que hiciera, sería mañana. Hoy sólo me quedaban ganas de tomar una ducha rápida, comer algo y morirme en la cama. Me senté al borde de la que ahora sería mi cama, y noté que había una caja cerca de la almohada. Extrañada, me acerqué más hacia la almohada. Volteé a todos lados, pensando que se trataba de una broma. ¿Quién me dejaría una caja de regalo en mi primer día aquí?

Abrí con cuidado la parte de arriba. Esta contenía una nota encima de otra caja. ¿En serio?


Querida Aerye:— comencé a leer en voz alta. —te pido que no le digas a Keroshane de este pequeño regalo. Es un Minaloo, espero que te guste; te servirá para futuras misiones, y será tu compañero inseparable.— no sé por qué, pero sentí que una sonrisa tonta se formaba en mis labios al leer de quien era. —Atentamente, Leiftan.— sentía que el corazón se me aceleraba, y decirlo en voz alta era todavía peor para mi pobre corazón que apenas se mantenía quieto. —Posdata; la incubadora está al pie de la cama, del lado derecho.


Dejé la carta sobre mi cama con sumo cuidado, y busqué la dichosa incubadora. Esto me recordaba un poco a una clase que había tenido en la universidad; habíamos incubado huevos de gallina, obviamente no los que se comían, sino otros más... ¿científicos? Fue un martirio atrapar a todos los polluelos después.

Recordar ese tipo de cosas sólo me ponía triste, joder, demasiado triste. Coloqué el huevo en la incubadora, la activé y lo dejé debajo de la ventana. Ahora, sólo tomaría una ducha, cenaría y ahogaría mis penas en mi almohada de la manera más silenciosa posible.

Re;Birth [Eldarya] (Re;Birth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora