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A lo largo de su corta vida, había cometido errores como pasos había dado en su vida. Algunos días se sentía la chica más afortunado del mundo, y otros días no le apetecía salir de su cuarto, porque esos días no se sentía con fuerzas para enfrentarse al mundo. Sentirse como una extraño en su propia piel ya era algo a lo que se había acostumbrado, tanto que a veces así se sentía cómoda. Reía a carcajadas sin motivos y lloraba cuando estaba triste y sobretodo cuando estaba enfadada, porque detestaba enfadarse. Aquella chica se pasaba los días soñando, imaginando cómo sería su vida una vez cumplidos todos sus sueños. Y creo recordar que tenía muchos a lo largo del día. Le encantaba querer y adoraba ser querida. Esa chica que muchas veces se sentía un desastre, que casi nada le salía bien, nunca se había rendido con ella misma, nunca dejó de creer en ella y nunca perdió las ganas de sonreír. Y si recuerdo todo sobre ella, es porque esa chica soy yo.  

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