Capítulo veintidós.

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Su presión arterial se elevó constantemente con cada piso. Treinta y cinco, treinta y seis, treinta y siete...Harry, Harry, Harry. Su pulso estaba latiendo con fuerza contra sus tímpanos para cuándo el elevador finalmente se detuvo. Treinta y ocho, treinta y nueve, cuarenta.

Por un momento antes de que las puertas se abrieran, la sensación de que el elevador estaba en movimiento se detuvo para Louis. El suelo parecía tambalear debajo de sus pies y su estómago se sacudió junto con él. Fue arrojado por una fracción de segundo, de repente sintiéndose como todo esto fuera un bizarro sueño despierto, y que en realidad no estaba yendo a la oficina de su jefe para exigir una explicación sobre una situación que técnicamente no era su problema.

¡Lo es! ¡Es mi problema! Pensó Louis, tomando un primer paso determinado en el elegante loby. Pordría no tener ni la más mínima idea de lo que iba a decir una vez que llegara a dónde estaba yendo—todo esto podría terminar en un desastre—pero Louis quería activamente hacerlo. Este esfuerzo imprudente fue una elección decidida y consciente, no una experiencia fuera de cuerpo, y el pecho de Louis se apretó bruscamente al darse cuenta. Aunque si relación con Harry se hubiera sentido tan frustrante e insegura durante los últimos días, había un justo, protector fuego ardiendo dentro de él mientras giraba a la izquierda y se lanzaba hasta la oficina de Anne Twist. Harry es mi problema. Siempre estará—siempre estará en mi corazón.

"¿Señor?" el asistente administrativo de Anne Twist sonaba perplejo y un poco nervioso cuando Louis pasó a su lado sin mirarlo por un segundo, casi como si no pudiera creer que Louis tenía el descaro. "Disculpe, ¿señor? La señora Twist..." Louis levantó la mano bruscamente en reconocimiento, esperando aplacarlo mientras marchaba a través de la puerta abierta y ridículamente alta de Anne.

"¿Cómo?" ladró Louis, anunciando su presencia. La oficina era enorme, abarcando la entera amplitud del piso, y tres de sus cuatro paredes estaban hechas de cristal transparente. Anne Twist estaba sentada en un largo escritorio en medio del cuarto la ciudad extendiéndose alrededor de ella en una forma tan majestuosa que casi se sentía como si ella fuera el origen de todo. Como si Louis estuviera parado frente al preciso epicentro y origen de Denver, en su forma humana. Su enojo estalló aún más. Estaba quemando su garganta, sabiendo que su poder se extendía mucho más allá de lo que podía ver. Más allá de las montañas. Se negó a sentirse intimidado. "¿Cómo lo hizo?" demandó. "¿Cómo lo obligó? ¿Cómo hizo que vendiera?"

"¿Señor Tomlinson?" El tono de Anne era incrédulo cuándo levantó la cabeza, mirándolo por encima de la pantalla de la computadora que había estado estudiando, sus famosas cejas se arquearon encima de sus ojos. Echó un vistazo detrás de Louis momentáneamente, su asistente lo había seguido hasta la puerta. Ella lo despidió con la mano. "Está bien, Alex..."

"¿Cómo hizo que vendiera?" repitió Louis, ignorando el intercambio. Quería mantener su voz tan acerada como fuera posible, pero, por supuesto, en lugar de eso, se puso chillona. Seguía enrojeciéndose frío y caliente con nervios, a pesar de hacer su mejor esfuerzo para suprimirlos, tambaleándose en la irritante alfombra de felpa. De repente se sintió abrumado por una inútil y vacilante noción sobre la posibilidad de que sus tobillos fueran débiles.

Demasiado débil para este ambiente... Demasiado débil para hacer algo así... Demasiado débil para decisiones así...

Pero luego una voz vino detrás de él, firme y calmada. Estaba llena de inquebrantable confianza y mezclada con un poco de diversión, y la ira de Louis volvió corriendo a primer plano con un golpe de calor.

"No estoy muy seguro de como eso es de tu incumbencia" Walter Mohs estaba parado en la esquina de la oficina de Anne, dónde una de las ventanas que iban del suelo al techo se encontraba con la impresionante librería que formaba la pared lateral, aparentemente había terminado recientemente una llamada telefónica. Estaba impecablemente arreglado, todo sobre su persona era tan nítido y se veía tan caro que hacía que Louis se sintiera casi sucio en comparación, como si aún tuviera tierra de Lonely Rose debajo de sus uñas. Y siempre lo haría.

Wild And Unruly (Larry Stylinson AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora