Ballerina

CAPÍTULO 2

- Lo que me pasa con él es que me inquieta.

- ¿Por qué? ¿Ha hecho algo malo ya? - dijo el director con cara de sorpresa -. Bueno, que no tiene por qué haberlo hecho, no pasa nada malo con él, sólo que como es nuevo, puedo sentirse inquieto y... Bueno, pues eso - dijo intentando exculparlo.

- Lo sé, no intente ocultarme nada - le dije seria-. Sé que hizo algo lo suficientemente malo como para necesitar entrar en un centro de menores, lo que no sé es el qué. Y por favor le pido, dígame qué fue.

- No puedo hacer lo que me pides.

- Quiero saber con que clase de persona estoy tratando. Quiero saber qué ocurrió para ir con cuidado y que no me pase nada. Y ya no se trata de mí, sino de él. Quiero saber que hizo para ayudarlo a superarlo - le expliqué.

- Sé que tus intenciones son buenas, pero no debo ser yo quien te responda.

Lo miré seria y me levanté de mi asiento. Salí de la habitación cabreada, realmente quería saber qué había hecho Luke. Volví al estudio donde se estaba terminando la clase de ballet y me senté en uno de los bancos, esperando a que finalizara. Cuando el profesor dio por terminada la lección salió de la sala y todos se empezaron a preparar para la siguiente clase, incluido Luke. Lo miré durante unos segundos, hasta que una mirada suya hacia mí me hizo retirar la vista. Me levanté y me coloqué en la posición que tenía siempre en baile contemporáneo, la clase que iba a comenzar. La profesora llegó y la clase empezó. Se me pasó bastante rápido. Hicimos algunos pasos nuevos para la coreografía que se estaba montando y terminó. Teníamos una hora para comer y luego dos horas de clase de lengua e historia. En el almuerzo, Luke se sentó sólo en una mesa. Emma me llamó para sentarme con ella y los demás, como en todas las comidas. Pero lo rechacé. Iba a conseguir la razón de por qué estaba Luke allí.

- Que buena pinta tiene la comida de hoy, ¿no crees? - dije mientras me sentaba a su lado.

- Bueno - se limitó a decir.

- Oye, tengo una pregunta para ti - le confesé.

- Dispara.

- ¿Por qué te querían meter en un centro? ¿Qué hiciste? - le pregunté, yendo al grano.

Me miró con cara de pocos amigos y se levantó de la mesa. Logré cogerlo de la muñeca a tiempo, impidiendo que se fuera.

- Por favor - le supliqué.

- ¿Por qué debería contártelo? - quiso saber, mientras se volvía a sentar.

- No hay una razón concreta. Sólo quiero saberlo para poder ayudarte a superarlo - mentí. También quería saber si me podría hacer daño.

- O eso o si me voy a colar por la noche en tu habitación, te voy a robar todo y de paso te voy a matar, ¿verdad? - dijo serio.

- Vale, lo segundo también un poco, pero sin exagerar tanto como has hecho tú - reí.

Los dos nos quedamos en silencio, tan sólo mirándonos sin ninguna expresión en el rostro.

- ¿Y bien? - pregunté.

- Atraqué una tienda, causando daños materiales... - confesó -. Y bueno, emocionales para la dependienta.

- ¿Sólo? - quise saber.

- Cuando la policía llegó, salí huyendo y robé un coche, sacando al conductor del vehículo violentamente. Me di a la fuga y estrellé el coche.

- Tienes 16 años, no sabes conducir, ¿cómo se te ocurrió robar un coche?

- Las circunstancias. Y ahora que ya te lo he contado, ¿me dejas en paz? - y acto seguido se levantó del asiento y se perdió entre la multitud que salía del comedor.